Algunas enfermedades infecciosas como la gastroenteritis u otras que cursan con vómitos o con diarrea conllevan un riesgo de deshidratación si estos episodios son demasiado numerosos y no se pueden controlar.
La Dra. María de la Parte es jefa de Servicio de Pediatría del Hospital Universitario General de Villalba (Madrid). Ella nos aclara cuándo hay peligro de deshidratación en niños y cómo debemos actuar.
¿Vómitos o diarrea: qué es lo más peligroso ante la deshidratación?
Hablamos de deshidratación cuando hay una pérdida considerable de agua y electrolitos. En un primer momento esto puede afectar al paciente a nivel circulatorio, pero si el cuadro se mantiene también corren riesgos otros órganos.
Pero, ¿qué proceso es el que puede llevar con más facilidad a una deshidratación? "Lo más difícil de reponer son las pérdidas por vómitos, dado que si solo presentan deposiciones líquidas (lo que conocemos como diarrea), se pueden emplear soluciones de rehidratación oral, conocidas como suero oral”, destaca la especialista. El motivo de optar por ese suero oral es que permite reponer también los electrolitos perdidos en la cantidad adecuada. No son, por tanto, nada recomendables las bebidas comerciales comunes, pues debe emplearse un producto específico para este fin.
¿Cómo saber que el niño está en riesgo de deshidratación?
No se puede establecer con carácter general un número de vómitos o de deposiciones que impliquen para el menor un riesgo de deshidratación. Es así porque hay otra serie de condicionantes que pueden influir en que ese riesgo llegue antes o después, "como puede ser otra patología crónica que padezca el niño, el ritmo de deposiciones por hora o al día o la imposibilidad de tolerar vía oral, condiciones que pueden derivar en una deshidratación con mayor facilidad", advierte la Dra. María de la Parte.
Algunos síntomas básicos de deshidratación en los que hay que fijarse son los siguientes, como detalla la pediatra:
- Sequedad de la piel y mucosas (el niño puede mostrar la boquita seca, por ejemplo).
- Existencia de ojeras.
- Llanto sin lágrimas (puede llorar, pero no se ven las lágrimas).
- Orina escasa o muy concentrada (está concentrada cuando el olor es más fuerte).
- Irritabilidad.
- Ausencia de ganas de moverse o de jugar, apatía.
¿Cuándo llevarlo al médico ante la sospecha de deshidratación?
"Debemos llevarlo a valoración pediátrica en caso de intolerancia oral, vómitos de repetición o afectación del estado general (que no se mueva como habitualmente, que no juegue o se encuentre irritable…)", aconseja la experta del Hospital Universitario General de Villalba.
Ante un cuadro de este tipo, ya sea por diarrea o por gastroenteritis, hay que fijarse muy bien en si el pequeño tolera o no por vía oral los líquidos. Si no es así, tendrán que valorarlo en un centro médico. A veces se recomienda que el niño permanezca un tiempo, una o dos horas, sin ingerir nada para intentar que se "asiente" el estómago. Después de este tiempo habría que probar si tolera líquidos y después, hacia las dos horas, probar a darle algo sólido que no contenga fritos, grasas ni azúcares.
En estas circunstancias, muchos pequeños solo quieren tomar lactancia materna, "es un alimento que suelen tolerar bien en el contexto de las gastroenteritis", por lo que se les puede dar a demanda. Pero si también la vomitan y no admiten nada, habría que examinarlos.
¿Qué riesgos comporta la deshidratación para un niño?
"El riesgo es más grave cuanto más pequeño es el niño, por eso hay que prestar especial atención en los menores de 6 meses. A veces, si no se consigue la tolerancia oral, se pueden administrar fármacos antieméticos que cortan los vómitos", aclara la Dra. de la Parte. Pero "si aun así, siguen vomitando, solemos administrarlos por vía intravenosa, requiriendo generalmente ingresos cortos, entre 2 y 3 días", concreta.
El objetivo es evitar la deshidratación que en casos más graves puede ocasionar un shock cardiocirculatorio e incluso puede ser fatal. Sucede porque hay un shock hipovolémico por el cual el cuerpo se ha quedado sin la cantidad de líquido precisa para mantener un equilibrio necesario para que órganos como el corazón funcionen bien.
Por eso hay que fijarse en el estado del niño y en cómo repercuten en él esos vómitos o deposiciones. Si el estado general es malo, hay que consultar para que los médicos determinen si está en riesgo de deshidratación.