El periodista Pedro del Castillo publica su libro Diario de un padre primerizo (Ed. Espasa), un relato sincero y cercano sobre la experiencia de la paternidad en el siglo XXI y cómo le ha cambiado la vida. Sin ocultar los malos momentos, las dudas y las dificultades, se abre al lector, sin embargo, con una visión optimista y de apoyo a la familia. Hemos charlado con él.
Comentas en tu libro que criar a un hijo no es solo formarle a él, sino también una forma de educarte a ti mismo. ¿Cómo te han educado tus hijos en estos primeros años de paternidad?
Sí. La paternidad conlleva un aprendizaje que para los adultos es una oportunidad. Se habla mucho de la 'carga' que trae un niño a la vida: cansancio, sacrificio, renuncias... Pero también es una oportunidad a nivel personal de crecer, de mejorar en aspectos individuales, en aspectos de la pareja, en aspectos generales, incluso te diría que a nivel profesional. De repente estás más lúcido, te organizas mejor, porque empiezas a tener como una estructura más madura también. Un niño te hace madurar y das el salto incluso en temas concretos, administrativos o médicos que antes dejabas pasar o te apoyabas en tus padres y ahora gestionas tú.
Durante tu carrera periodística has entrevistado a muchas familias y has contado historias de superación. ¿Te ha preparado este bagaje profesional para afrontar mejor tu paternidad?
Durante el embarazo de Lola, mi primera hija, tuve la suerte de que me asignaran un programa que se llamaba 'Mi Gran Familia'. Esto me dio la oportunidad de ir a casas, a hogares en toda España y, además, con diferentes familias, número de hijos, situaciones, circunstancias muy concretas, y esto me sirvió un poco para ir tomando conciencia de lo que venía. Entre comillas, y salvando todas las distancias, fue como 'mi embarazo'.
Cuento en el libro que ver distintas situaciones de las familias, incluso las difíciles, fue también una manera de enamorarme de la paternidad, de ir viendo poco a poco esa alegría de la familia, de decir, 'esto que voy a vivir y que me genera un poco de incertidumbre, también lo veo como algo bonito'.
En el libro hablas de las dificultades de conciliación, de las crisis de pareja. ¿Crees que consolidar una familia ahora es más difícil que en el pasado?
Sí, la familia ahora cuesta más sacarla adelante como institución, por todas las trabas que tenemos, por todas las dificultades. Los números y los datos están ahí y creo que siempre responden a algo. ¿Qué está ocurriendo? A nivel general se habla mucho del tema de la vivienda, los precios de la cesta de la compra, la escolarización... Son cosas que suman y yo creo que la gente piensa que si ya les cuesta llegar a fin de mes, tener un hijo les generaría aún más gasto.
Y luego, por supuesto, que estamos en un momento en el que se está retrasando todo más. Nos vamos más tarde de casa, nos comprometemos también más tarde, los hijos están llegando más tarde... Entonces estamos en una situación distinta, laboral, de cansancio, de energía, no es como antes, que a lo mejor tenías un niño con 25 y te pillaba con mucha vitalidad.
Estamos en un momento en el que nos cuesta comprometernos más y no queremos complicarnos la vida, y entendemos que tener un hijo a veces sí que va a suponer una carga extra.
Confiesas que, debido a la sobreinformación, a veces nos comportamos como padres autómatas. Tu recomendación es abrazar la imperfección, ¿cómo se concreta este propósito?
Hoy en día tenemos la suerte de que a través de la Internet y las redes sociales tenemos más información, pero eso hace que muchas veces también nos saturemos, y como nos saturamos no podemos llegar a todo, con lo que empiezan los sentimientos de culpa, porque, claro, veo que mi vecina ya le está haciendo tal ejercicio de psicomotricidad a su niño y yo no llego, y me comentan que tal persona ya ha hecho tres cursos de alimentación, y no sé quién ya se ha leído un libro de lactancia, y yo no llego, no llego, no llego... Entonces es muy bueno tener todo este nivel de información y acceso a expertos, pero hay que tener el cuidado para filtrar todo eso y que no nos sature, no nos venga grande.
Cualquier padre o madre, tiene un instinto por el que atiende las necesidades de su bebé y sabe lo que le tiene que dar. Creo que eso es muy interesante. La formación está ahí, igual que lo que dicen los expertos, pero ¿qué me pide el cuerpo? ¿Qué le pide el cuerpo a mi bebé? ¿Qué necesidades tenemos como familia? Y eso luego muchas veces va a generar, efectivamente, ciertas imperfecciones, ciertas equivocaciones que, bien utilizadas, pueden servir para seguir creciendo, seguir mejorando como familia.
Las equivocaciones como padre, esas imperfecciones dentro de la paternidad y en la pareja, me han fortalecido. Ahora estoy mucho mejor o más conectado también y formo más equipo con mi mujer. Me siento también en la parte más individual o personal más maduro. Creo que soy mejor padre de lo que era antes gracias a los aciertos, pero también a las equivocaciones. Abrazar la imperfección va por ahí: ver lo imperfecto, ver las equivocaciones y ver los errores como una oportunidad de crecimiento personal.
Tras la experiencia con tu primera hija, ¿has vuelto a sentirte un padre primerizo con el segundo?
Cada día realmente yo estoy descubriendo y aprendiendo algo nuevo como padre. Porque la vida cambia, porque no es lo mismo tener un niño que dos. Porque no es lo mismo la infancia que la adolescencia. Y no será la misma la adolescencia que ya la edad adulta de nuestros hijos, donde viviremos experiencias nuevas, como el nido vacío.
Entonces todo eso como padre, por mucho que vayas viviendo experiencias muy similares, va a ser nuevo. Y por tanto sí que me siento primerizo. Lógicamente, con algo más de experiencia en algunas cosas. cuando nació Mateo yo le decía a Bea, mi mujer, que teníamos que reaprender muchas cosas que se nos habían olvidado y solo habían pasado dos años desde que nació Lola. Pero no está mal irse reactualizando.
Cuentas tu día a día como padre en las redes sociales. Sin embargo, la exposición de menores en entorno digitales está sujeta a bastante controversia. ¿Cuál es tu postura en este sentido?
Es un tema muy personal. Hay compañeros que sacan más a sus hijos y otros menos. Yo aquí siempre pienso que en el fondo en las redes sociales lo que hacemos es compartir lo que nos alegra, lo que nos gusta, lo que nos emociona, lo que nos sorprende.
Yo en todo eso he tenido un proceso. Al principio compartía mi día a día, sacaba a la peque, hacía vídeos con ella. Vídeos que a lo mejor mandaría a mi familia, pues los compartía con lo que llaman la familia virtual. Pero con el tiempo me pasó que me di cuenta de que al final a nuestra niña la estaba quizá exponiendo a unos peligros que hoy en día en Internet son todavía más notorios, como puede ser el tema de la inteligencia artificial, exposición de esos niños a gente que tú no conoces y que no sabes si detrás de esa pantalla hay alguien con malas intenciones.
Mi mujer, Bea, y yo nos dimos cuenta de que había vídeos que se viralizaban y dijimos 'vamos a corregir lo que creemos que hemos hecho mal'. En este caso además pensando en nuestra hija. Entonces decidimos seguir generando contenido familiar. Yo pude seguir compartiendo experiencia de padre, aprendizajes, pero ya sin la necesidad de mostrar a los niños, de sacar su cara. Eso les da cierta privacidad, y yo me siento a gusto así. Eso sí, los padres tenemos que tomar mucha conciencia de los peligros que supone Internet, y si el día de mañana me doy cuenta de que todavía sigo haciendo cosas que no son buenas para mis hijos, pues, oye, no pasa nada, tomaré las medidas necesarias y lo haré pensando en lo mejor para ellos.
Pasado ya un tiempo desde que abrazaste la paternidad por primera vez, ¿eres el padre que había imaginado o eres un tipo de padre totalmente diferente?
Soy un padre diferente a lo que había imaginado. Yo no creía que me iba a generar tanto vínculo, a sentirlo algo tan mío. Hubo un momento que cuento en el libro, antes de nacer Lola, que tuve una conversación con una de mis jefas, en la que le decía que cuando tuviera a la niña no se preocupara porque iba a seguir igual de implicado.
Pero después de su nacimiento y esos cuatro meses de permiso por paternidad, en los que cuento también en el libro cómo tengo un vínculo muy fuerte y que se da un poco ese 'enamoramiento' de la paternidad, de la familia, de lo que estás creando, pues cambio totalmente. Si antes pasaba dos horas en el coche por el tráfico de ida y vuelta al trabajo, y disfrutaba escuchando algún audiolibro, la radio o la música, pues ahora se me hacían muy pesadas porque quería volver a casa para estar con mi familia.
Además, yo pensaba que no sería un padre presente. No tenía esa sensación, quizá por lo que nuestra generación ha recibido de sus padres, pues la figura masculina estaba siempre trabajando. Yo no me imaginaba que tendría ese nivel de concienciación y de equilibrio con mi pareja, y eso para mí ha sido un descubrimiento, un regalazo.