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Bebé en el hospital© Getty Images

Salud

Anestesia en bebés y las claves para que todo vaya bien cuando no queda más remedio que operar

¿Qué riesgos conlleva la anestesia? ¿Cuál es el papel del anestesiólogo pediátrico para evitar posibles complicaciones?


17 de diciembre de 2024 - 16:03 CET

Cuando una familia recibe la noticia de que su bebé debe ser intervenido quirúrgicamente, la incertidumbre y, por qué no decirlo, el miedo lo inundan todo. Por mucho que esa intervención venga también de la mano de la esperanza, sobre todo en situaciones de salud especialmente delicadas, las dudas siempre estarán presentes, tanto por la operación en sí como por los posibles riesgos derivados de la anestesia.

En ocasiones, de hecho, parece que es la anestesia la que más temor provoca a muchos padres. El motivo de este temor quizás tenga que ver con el hecho de que saben por qué y para qué va a ser intervenido su hijo y cómo va a ser el operatorio, mientras que la anestesia es, en no pocos casos, una gran desconocida. Por eso hemos hablado con el Dr. Paco Escribá, anestesiólogo pediátrico en el Hospital La Fe de Valencia y vicepresidente de la sección pediátrica de la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR), quien da respuesta a las dudas más habituales acerca de todo lo que tiene que ver con la anestesia en bebés.

Desde que soy anestesiólogo pediátrico y desde que soy padre de tres niños maravillosos, he podido ver también las cosas desde el otro lado y entender que, cuando alguien nos entrega a su bebé para atenderlo, para curarlo, nos está entregando el mayor regalo que le ha dado la vida

Dr. Paco Escribá, anestesiólogo pediátrico

¿Cómo afecta la anestesia a un bebé?

Lo primero que nos dice el especialista es que “tenemos que tener claro que el bebé no es un adulto en pequeñito”, sino que difiere en aspectos fisiológicos muy importantes respecto al adulto: presenta “diferencias anatómicas en la vía aérea, una respuesta diferente a la hipoxia o a la falta de oxígeno momentánea, un corazoncito más inmaduro, que es más dependiente de la frecuencia cardíaca, y una respuesta diferente a situaciones de estrés y a los propios agentes anestésicos”.

Todo ello deriva en mayores factores de riesgo en niños de este grupo etario. “Algunos estudios hablan de que las complicaciones pueden ser hasta de ocho veces mayor en niños de menos de un año que en niños que van desde 1 a los 14 años”, señala el anestesiólogo. Sin embargo, a medida que el cuerpo va avanzando en edad, va adquiriendo más herramientas y habilidades fisiológicas y orgánicas para poder responder a situaciones de estrés como una intervención quirúrgica.

Es preciso tener en cuenta también el estado físico del que parte el paciente: “no es lo mismo un paciente sano con una complicación que resolver, aparentemente benigna, a la de un paciente con comorbilidades o con patologías que lo acompañan y que además a lo mejor pueda estar sometido a anestesia de urgencia”. Todos estos factores también van a influenciar en el transcurso del perioperatorio.

-¿La anestesia afecta al neurodesarrollo del niño?

El Dr. Escribá hace una referencia a una incipiente preocupación en la sociedad en torno a la anestesia en bebés o en niños muy pequeños acerca de si es posible que esta afecte a su neurodesarrollo. Si bien indica que algunos artículos médicos estudian una posible relación de la aplicación de ciertos fármacos anestésicos con algún tipo de problema en el neurodesarrollo del bebé, tranquiliza a las familias al respecto: “en este punto tenemos que ser muy claros porque actualmente se usan unos estándares de seguridad, de calidad y de neuroprotección, además de monitorización de todo tipo de aparatos y sistemas del organismo, pero concretamente de neuroprotección, en el que preservamos una seguridad y una protección excelente en el paciente pediátrico”. Y para garantizar esos estándares de seguridad, el papel del anestesista pediátrico es esencial.

El papel del anestesista pediátrico para garantizar la seguridad de menores de un año

La clave para hacer frente a todas “las inquietudes y los miedos” que puedan surgir en torno a la anestesia en bebés es la figura del anestesiólogo: “la solución radica en la importancia de que estas intervenciones sean realizadas por anestesiólogos pediátricos con experiencia y no por anestesiólogos que ocasionalmente puedan anestesiar a un bebé”, recalca el vicepresidente de la sección pediátrica de la SEDAR.

Y no solo en él, sino en el conjunto del equipo quirúrgico que va a estar implicado en la operación, según detalla el especialista. “Es de vital importancia que sea un equipo dedicado al paciente pediátrico, especialmente en menos de un año, y no un equipo quirúrgico (cirujanos, enfermería, anestesia...) que ocasionalmente, y no de manera habitual, trabajen con pacientes pediátricos”.

-¿Por qué es necesaria la intervención del anestesista pediátrico?

La especialización en pediatría del profesional es necesaria porque “anestesiar a niños no es exactamente igual que hacerlo en adultos y vamos a necesitar una serie de conocimientos, entrenamientos, técnicas, vigilancias y abordajes especiales para llevar a cabo esta intervención de una manera segura y con calidad”, subraya el Dr. Escribá. “Esto se consigue trabajando de manera habitual y un contacto permanente en estas tareas”.  

Todos los artículos científicos que tratan de analizar la morbimortalidad y las complicaciones que puedan aparecer durante el proceso preoperatorio en el bebé o en el paciente práctico, apuntan a que los principales factores de riesgo están relacionados con la edad de los pacientes y la experiencia del anestesiólogo pediátrico. “A menos edad, pueden aparecer más complicaciones y, a menos experiencia del anestesiólogo pediátrico, también”.

Bebé en la cuna del hospital© Getty Images

Humanización, clave en el éxito del proceso

“Desde que soy anestesiólogo pediátrico y desde que soy padre de tres niños maravillosos, he podido ver también las cosas desde el otro lado y entender que, cuando alguien nos entrega a su bebé para atenderlo, para curarlo, nos está entregando el mayor regalo que le ha dado la vida”, nos confiesa el Dr. Paco Escribá con total franqueza.

Esa comprensión profunda de todo lo que implica que un bebé, un hijo, pase por quirófano, es la que hace que el proceso sea radicalmente diferente. Primero, porque las necesidades emocionales del niño (o al menos la manera en las que las manifiesta) no son como las del adulto. De ahí que el papel del anestesiólogo pediátrico comience con algo que va mucho más allá de las técnicas y los conocimientos médicos: el trato al niño y a sus padres.

“Transmitir calma es fundamental”, subraya el especialista del Hospital La Fe. Para ello, el primer paso es una cita previa con los padres (en el caso de una operación programada) y hacerles saber que están en el centro hospitalario correcto, puesto que las administraciones suelen derivar a los menores a centros de referencia en la cirugía a la que van a ser intervenidos. También “que se van a proponer todas las prestaciones necesarias para atender el procedimiento perioperatorio, tanto desde el punto de vista de la anestesia como del resto del equipo quirúrgico, y que tenemos una serie de herramientas para atacar cualquier complicación que pudiera aparecer”.

La verdad es que no se enteró de nada, pues lo trataron con muchísimo respeto y cariño, y no fue nada traumático

Mariana, madre de un bebé intervenido quirúrgicamente

Así lo vivió en persona Mariana, madre de un niño, Fernandito, que tan solo tenía un año cuando fue operado de hidrocele bilateral en La Fe de Valencia. “Una operación sencilla, pero claro, requería un equipo de cirujanos, un urólogo pediátrico, un anestesista…”, nos comenta. “Fuimos a la consulta de Paco en el hospital y nos dio mucha tranquilidad. Nos explicó que lo podíamos acompañar mientras le daban el jarabe”.

El jarabe del que habla Mariana es midazolam, que se utiliza antes de procedimientos médicos para aliviar la ansiedad que pueda sentir el paciente. Se lo dieron en una sala de juegos, un espacio esencial en este proceso humanizador, puesto que el anestesiólogo pediátrico recurre al juego como herramienta para llevar a cabo una anestesia mucho más atractiva para el pequeño, según nos cuenta el Dr. Escribá.

Cuando se trata de niños algo más mayores o incluso en pacientes con algunos trastornos de diversidad funcional o un trastorno del espectro autista, “se trabaja con algunas herramientas más, como podía ser la de la simulación o la de la anticipación para, cuando es necesario, a través, de otras habilidades comunicativas como pudieran ser pictogramas, tratar de simular o anticipar, en la visita preanestésica, cómo sea ese día para el paciente”, detalla el profesional. “Se transformará en calma para ellos y en una mayor humanización y una mayor conexión con el profesional”.

En el caso de Fernandito, tras darle el jarabe le administraron sevofluorano, un fármaco para induciurle el sueño, antes de proceder a inyectarle la anestesia propiamente dicha. Gracias a todo este proceso, en el que además del físico, los profesionales procuraron el bienestar emocional del niño, el pequeño vivió con total naturalidad los momentos antes de pasar a quirófano. “La verdad es que no se enteró de nada, pues lo trataron con muchísimo respeto y cariño, y no fue nada traumático”, relata su madre. “Él entró, se fue tranquilizando, lo durmieron, se despertó tranquilo y yo lo agradecí un montón. Que él no tuviera miedo, que fuera capaz de colaborar, que me dejaran acompañarlo... fue muy tranquilizador para nosotros”.

¿Qué ocurre una vez que comienza la operación?

Una vez que el niño o el bebé ya está sedado, mientras el equipo médico le interviene quirúrgicamente, el anestesiólogo sigue pendiente de que todo marcha de manera adecuada en lo que a la anestesia se refiere. “Nosotros realizamos un seguimiento basado un poco en los estándares de calidad y monitorización que recomienda la SEDAR y, en especial, la Sección Pediátrica de la SEDAR, de la cual formo parte”, nos cuenta el Dr. Paco Escribá. “Además, la mayor parte de las sociedades de anestesia internacionales coinciden en este tipo de medidas de vigilancia y monitorización para conseguir y fomentar un escenario de seguridad que podríamos llamar prácticamente absoluto y, por supuesto, de calidad”.

Para ello, utilizan aparatología que les permite controlar el estado del paciente pediátrico a todos los niveles, tanto “desde el punto de vista de la neuro protección, que tanto nos preocupa, como también a nivel respiratorio, hemodinámico, del dolor…”, detalla. “Todo tipo de monitores que de una manera objetiva nos pueden ayudar a reconocer un problema de una manera precoz e implementar herramientas para para resolverlo”.

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