Nazareth Olivera es matrona y consultora de lactancia certificada (IBCLC). Además, divulga en las redes sociales (@comadronaenlaola, en Instagram) y es autora de varios libros. El último, Ser bebé (Ed. Grijalbo), es un completísimo manual que aborda los seis primeros meses del bebé, desde una perspectiva global, donde entran en juego las variables sociales para poner en el centro las necesidad del hijo y de su madre en todos los sentidos. Hemos charlado con ella.
En los últimos años parece que se ha vuelto a dar a la biología el papel que tiene en el cuidado de los bebés. ¿Cómo deben ser esos cuidados atendiendo a lo que dicta nuestra naturaleza?
De alguna manera, las sociedades modernas occidentales es como si hubiesen olvidado el origen de lo que somos; no dejamos de ser animales mamíferos. Después de unas décadas basándolo todo en la razón (pero ni siquiera en una razón basada en principios biológicos), se veía una especie de expropiación de la maternidad de las mujeres, y no solo de las mujeres, de las familias en general: el sentido común, el derecho a tener un criterio propio... En los últimos 100 o 150 años habíamos relegado todo en los expertos, esto también es algo que cuento en el libro, ¿quiénes son los expertos? Pues determinados profesionales diferentes en cada época, que de alguna manera son la autoridad y te dicen lo que tienes que hacer o no hacer con tus hijos, con tus bebés ,' tienen que dormir así'... Por ejemplo, todo este desastre con la lactancia materna, de hay que darles de comer cada tres horas, ¿a quién se le ocurrió esa barbaridad? Lo único que hizo fue cargarse un montón de lactancias, hacer que los bebés pasaran hambre y que obviamente las mujeres pensaran que no tenían leche. El que un bebé coma cada tres horas es algo que no se sustenta en la biología.
Pero en el ser humano no queremos la biología para nada, sino que hay una visión muy adultocéntrica, pensando que el bebé es un adulto pequeñito y el bebé no es un adulto pequeño, el bebé es una cría mamífera que no tiene el desarrollo cerebral ni neurológico, ni tiene las capacidades de muchas cosas que los adultos queremos, como que duerman solos, de forma autónoma, que coman cada tres horas... Eso es lo que se está recuperando un poco, pero tampoco es algo generalizado. Hay que criar de una forma más acorde a las necesidades biológicas de los bebés, de las madres y de las familias, pero queda mucho camino por hacer. Muchos profesionales sí que están muy formados, muy actualizados y apoyan este derecho de las madres y de las familias a criar con instinto y con sentido común, pero también ha habido muchos profesionales con recomendaciones que a nivel biológico no se sustentan.
Dices en el libro que el bebé necesita para madurar "tiempo, contacto y amor". ¿Suelen tener todo el que necesitan habitualmente?
Sí, los bebés necesitan tiempo, contacto y amor porque el bebé humano tiene una característica peculiar porque es un mamífero que no se puede valer por sí mismo. Si nos centramos en que somos mamíferos, cuando nace un potro, por poner un ejemplo, al cabo de unos minutos el potro se levanta y busca el alimento activamente, de pie, para amamantarse y si tuviera que salir, si su madre se mueve, el potro va detrás de ella un tiempo corto después de nacer. Sin embargo, a un bebé humano cuando nace, si tú no lo coges en brazos, si tú no lo alimentas, si tú no lo cuidas, ese bebé se muere, no sobrevive en la naturaleza. Entonces, el bebé humano necesita mucho contacto porque nace de forma inmadura, porque si no, no podríamos parir, no podemos gestar a un bebé humano 18 meses para que nazca caminando.
El bebé humano espera ese contacto. Es la forma de que su cerebro esté regulado, que su cerebro viva en seguridad. Para que el bebé no tenga la sensación de que le va a pasar algo malo necesita ese contacto estrecho y esto es algo totalmente biológico, científico. El bebé se siente seguro cuando está en brazos porque está programado para saber que cuando está en brazos de un adulto responsable, que se encarga de él, en principio no le va a pasar nada. Entonces, necesita mucho contacto, es una necesidad absolutamente biológica. Necesitan tiempo para madurar. Un bebé cuando nace, con cero meses, cero días, lo único que hace es pedir alimento y pedir contacto, es lo que necesita. Cuando cumplan un año, muchos bebés ya caminan, balbucean palabras, piden, sonríen, interactúan, son unas personitas totalmente diferentes. No podemos exigirles determinados comportamientos que su cerebro no está preparado para darnos.
La mayoría de la población entiende perfectamente que un bebé de 4 meses no va a hablar, no tiene la capacidad para aprender lenguaje y no te va a decir palabras ni frases, no te va a decir 'quiero comer', no te va a decir 'quiero irme a dormir.' Y, sin embargo, sí esperamos que sea autónomo, y cuando decimos autónomo nos referimos a que no demande brazos, que no demande contacto, o sea, que tú lo pongas en un carrito, en una silla, en una hamaca, y que no te pida nada salvo cuando tenga que comer. Ese bebé necesita tiempo para aprender a ser cada vez un poquito, muy lentamente, más autónomo. Un niño de un año ya no necesita estar 24 horas al día en contacto, en brazos. Va a necesitar mucho contacto, sigue siendo un bebé muy chiquitito y muy dependiente. Van evolucionando y un niño de 4 o 5 años te pide un abrazo cuando lo necesita, te necesita cerca para irse a dormir, pero no necesita que lo lleves en brazos.
Y necesitan mucho amor, porque al final ese contacto para el bebé es amor. El hecho de que una persona adulta sienta amor por el bebé, al bebé le garantiza sobrevivir. Si no tuviésemos esta sociedad moderna, si siguiésemos siendo cazadores-recolectores, ese amor, ese contacto, garantiza la supervivencia de las crías. Toda esta parte biológica que da sentido a muchas cosas de los bebés, de los niños, de la crianza, es un pilar fundamental y yo creo que entenderlo puede normalizar y ayudar a las familias a no seguir dudando de si lo que están haciendo está bien o está mal. No todos los bebés tienen todo este contacto porque muchas familias siguen pensando, les siguen diciendo, insistiendo, que no se les debe coger tanto en brazos porque se acostumbran.
Y en las madres genera mucha frustración y mucha culpa tener que anular las señales instintivas viscerales que le piden al cuerpo coger al bebé cuando llora porque la están machacando desde fuera con un montón de mensajes que, además, son una falta de respeto absoluta porque una madre es una persona adulta que tiene todo el derecho del mundo a actuar sin que nadie esté juzgando, criticando ni diciéndole lo que tiene que hacer o dejar de hacer.
Frente a la trampa de buscar la perfección en la crianza, tú subrayas que "los bebés solo esperan amor". Sin embargo, parece que nos cuesta darnos cuenta de que no hay que ser madres ni padres perfectos...
Tenemos acceso a muchísima información desde muchos lugares, desde diferentes profesionales, desde iguales como nosotras, madres, grupos... que nos permiten descubrir o redescubrir cosas. Pero es cierto que también muchas veces toda esta sobreinformación o información sin más hace que queramos hacerlo todo bien. Además, con la mayoría de las cosas que son naturales, inherentes al ser humano, estamos empeñados en crear métodos. En el momento en que intentamos seguir un método hay unas normas, unas reglas y eso a veces nos genera muchísima autoexigencia.
Es interesante tener información e ir quedándonos con aquello que nos resulta coherente, que es fácil de hacer en nuestra familia, que nos gusta, que nos aporta bienestar, que vemos que al bebé le gusta... Pero huir absolutamente de pensar que los demás lo hacen todo perfecto y nosotros no.
Los adultos nos enfadamos, estamos cansados, no somos perfectos y nuestros hijos no buscan la perfección, nuestros hijos no saben qué es la perfección, no están pensando en buscarse otros padres que sean más perfectos. Nuestros hijos lo único que quieren es que estemos y sentir ese amor y nos equivocamos mil veces y a veces miramos atrás y decimos, 'ojalá hubiera sabido esto porque lo hubiera hecho de otra manera', pero nuestros hijos son sanos, niños felices y eso es al final lo que cuenta.
En cada vez más hospitales se apuesta por la humanización del parto, ¿qué nos falta para ampliar esa humanización a los primeros días de vida del bebé?
En los partos todavía hay una lucha muy grande por la asistencia a los partos respetados. Realmente algunos hospitales tienen una asistencia mucho más respetuosa, pero sigue sin ser la norma, queda muchísimo por conseguir todavía y está totalmente vinculado al tema del bebé, empezando por el bebé que es separado de la madre en cesárea por rutina. Ese bebé al que separas de su madre al nacer no le permites establecer ese vínculo, ese contacto, esa tranquilidad. Los bebés nacen con mucho cortisol y adrenalina. Nacen así para poder adaptarse a la vida y necesitan empezar a bajar esa ansiedad, ese estrés, en contacto con la madre y regularse y empezar a buscar el alimento. Cuando lo separas, ese estrés no va a bajar de la misma manera.
En los hospitales es muy importante que entendamos que los bebés necesitan estar con su madre, que si necesitan cuidados en unidades de neonatos o especiales diferentes, los padres deben tener un acceso 24 horas al día, que ese bebé debe estar acompañado, que se les debe integrar en los cuidados, aunque sean en UCIS neonatales. Hay que tener mucho más en cuenta el dolor en los bebés, hay bebés que tienen partos complicados, instrumentados, con malposiciones y que realmente están muy irritables, lloran muchísimo, no se consiguen enganchar al pecho y normalizamos que llora porque es un bebé. A lo mejor el bebé lo que tiene es dolor y no lo valoramos. Igual que no valoramos que un bebé tiene problemas y dificultades para engancharse al pecho porque hay un problema de succión, no se da importancia a nada de esto, se le da un biberón y ya está, pero ¿cuál es el problema?
El cuidado del bebé exige toda la dedicación, la energía y el tiempo, y las madres suelen acabar exhaustas, pero la culpa no es del bebé, como señalas en tu libro. ¿Cuáles serían los apoyos principales en esas primeras semanas de vida?
Es muy cansado, pero también es cierto que estamos criando en soledad, en familias muy pequeñas, de madre y pareja a lo mejor, algunas madres sin pareja y no hay mucho más apoyo. Son 24 horas al día con el cuidado del bebé y todas las cargas adicionales. Hablamos de corresponsabilidad en un pequeño porcentaje de parejas. Muchas mujeres no tienen ni apoyo ni ayuda y tienen que cargar con todo, con cuidados de casa, de comidas, de logística y encargarse del bebé y recuperarse de un parto y de unos puntos y a lo mejor de una episiotomía, de una cesárea...
Las mujeres necesitan que las descarguen, que alguien se asegure de que se van a alimentar bien, que puedan pasar al baño, que se pueden dar una ducha y que no tienen que estar pendiente de muchas más cosas. También es importante escuchar y apoyar ante los problemas que surgen de su posparto: si ha tenido un desgarro, un parto traumático, un parto complicado, sus inquietudes con la lactancia, si desea amamantar a su bebé y no hay un apoyo real a esa lactancia... Eso a nivel mental y emocional es muy desgastante.
Se controla mucho el embarazo en nuestra sociedad, pero el posparto está olvidado. En la mayoría de las comunidades autónomas no hay ni una analítica al mes posparto para ver cómo se ha quedado esa mujer a nivel de hierro, de anemia o cómo están sus tiroides. No hay ahí un acompañamiento, es como un vacío total. Ya has parido, pues ya nos olvidamos de ti, de tu suelo pélvico, de tu incontinencia o de tus necesidades emocionales. Hay una falta muy grande de cuidados por parte del sistema y por parte de la sociedad que, si acaso, muchas veces lo que hace es cuestionar. Y debería ser al revés: validar sus miedos, sus necesidades, sus vivencias.
¿Se ha romantizado la maternidad socialmente hasta el punto de que muchas mujeres no se reconocen en ella cuando tienen un hijo?
Estamos es muy desconectados de lo que es la maternidad. Está romantizada, quizás, a través de películas, de publicidad, de imágenes, de productos, de las redes sociales: bebés ideales, preciosos, dormiditos... y, claro, la realidad es que un bebé no es eso. Un bebé es una cría mamífera, dependiente sobre todo de su madre. Por supuesto que se pueden repartir cuidados cuando hay una pareja, pero biológicamente la madre es la cuidadora principal.
Esa desconexión hace que muchas veces te encuentres con una realidad que no esperabas, pero que es simplemente la realidad de un bebé humano, una cría mamífera.
También influye la soledad, al no haber una crianza en grupo, en red, las madres están desbordadas, no pueden ni pasar al baño. Esa sobrecarga de no tener un sostén alrededor, una red de apoyo, hace que la maternidad sea un desborde, que no tengas tiempo para absolutamente nada que no sea el bebé. No obstante, en la maternidad real el bebé necesita ese cuidado cercano, pero si por lo menos descargáramos, acompañáramos, escucháramos, validáramos, quizás las mujeres se sentirían mejor.
Y luego sí que hay para mí una romantización, un extremo de lo que se llama crianza con apego, que llevada al extremo puede caerse en tendencias como no poner límites a los niños cuando crecen un poco más. Los niños necesitan límites, ellos no conocen los límites del mundo. A veces puede que haya un extremo, una crianza con apego mal entendida, que es como si la mujer tuviese que desaparecer por el niño, por el bebé. Debe buscarse un equilibrio para que cada mujer también decida: 'me hubiese gustado hacerlo así, pero realmente estoy exhausta y lo voy a hacer de otra manera'. Es muy importante también que, a pesar de lo que leemos, lo que nos cuentan o lo que sentimos o las historias que tenemos alrededor, que cada una al final también tomemos las decisiones a nivel individual y a nivel familiar de lo que necesitamos en nuestras familias, sin llevarlo al extremo, sin sentirnos mal y sin sentirnos culpables, buscar el equilibrio de lo que nos va mejor en nuestra situación.