Niña recostada sobre el piano© Getty Images

Niños

Por qué el exceso de extraescolares tiene malas consecuencias para los niños

Una pedagoga nos indica cómo impacta esa sobrecarga en el bienestar de los niños y aconseja qué hacer para que puedan aprender más sin sentirse abrumados


29 de noviembre de 2024 - 12:51 CET

La generación actual de padres y madres es una de las más formadas de la historia y esto se manifiesta en aspectos muy diversos: por un lado, procuran informarse a conciencia sobre todo lo que tiene que ver con sus hijos (crianza, alimentación, educación…) y, por otro, ese elevado nivel se manifiesta en no pocas ocasiones en una excesiva exigencia a los pequeños. La realidad es que no solo los padres, sino también la sociedad en general exige demasiado a los niños de hoy en día: a la exigencia académica como tal se le suma la de los idiomas (por lo menos deben poder hablar uno más) y la del deporte. Si a esto le añadimos teatro, música, ballet o cualquier otra actividad que fomente su lado más creativo, mucho mejor. O eso parece.

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Los niños también se sobrecargan. Y también necesitan descansar. De hecho, ya hemos hablado en alguna ocasión de lo necesario que es el aburrimiento en los más pequeños de la casa, pero durante el curso escolar, cuando están arriba de actividades extraescolares, no hay lugar para el aburrimiento (y en algunos casos, tampoco para el descanso).

Si se llena la rutina de actividades y tareas, no se favorece el desarrollo de la imaginación, la paciencia, la atención, y la frustración

Beatriz Acosta

Consecuencias del exceso de actividades extraescolares en los niños

“La sobreestimulación y sobrecarga propicia que el cerebro esté en alerta y que nuestro sistema nervioso se desborde. Imaginemos si eso nos ocurre a las y los adultos, cómo debe afectar a infantes, que no tienen las estrategias de regulación conductual y emocional que los adultos”, plantea Beatriz Acosta López, pedagoga especializada en neuropsicología (psicoeducando.pt).

¿Cómo afecta a los niños esa sobreestimulación y sobrecarga de actividades extraescolares? “Por un lado, la sobreestimulación afecta cognitivamente y a la conducta”, advierte Acosta. “En concreto, si se llena la rutina de actividades y tareas, no se favorece el desarrollo de la imaginación, la paciencia, la atención, y la frustración. Podríamos decir que se acostumbran a tener agendas tan completas, que luego tienen dificultades para adaptarse a situaciones tranquilas, sin tareas, y no saben cómo gestionar su conducta sin estímulos externos constantes”.

Esto puede derivar, además, en mayores dificultades para tolerar la frustración. La pedagoga pone como ejemplo situaciones en las que haya cierto aburrimiento o en otras en las que tengan que esperar sin tener nada que hacer. En estos casos lo habitual será que tengan menos capacidad para entretenerse por sí mismos de manera creativa y será más probable que se frustren.

“Pasan una larga jornada en las escuelas de tareas, actividades, de prestar atención, de estímulos, emociones…” y, al igual que los adultos, los niños también se cansan. “Si a esas largas jornadas, les añadimos una apretada agenda, más luego tareas escolares y deberes… evidentemente afecta a su bienestar”, recalca la especialista.

Pero estas no son las únicas consecuencias: “ante tal sobrecarga, es muy probable que además de afectarles conductualmente les pueda repercutir en el rendimiento académico”. 

© Getty Images

¿Cómo darnos cuenta de que estamos saturando a los niños con actividades extraescolares?

Cuando se trata de niños pequeños, puede que estos no se den cuenta de qué es lo que les ocurre, de que están especialmente cansados, o bien que simplemente no sepan muy bien cómo verbalizar ese malestar. Por eso, hay una serie de señales que pueden indicarnos que nuestros hijos están sobrecargados de extraescolares. Beatriz Acosta señala las siguientes: “muestra cansancio físico aunque también puede darse lo contrario muestra ansiedad y mucho nerviosismo, muestra mayor lentitud al realizar acciones o hablar (pero también puede darse al revés, mayor inquietud), dificultades para dormir o no descansar adecuadamente (despertándose a menudo, muchas pesadillas, bruxismo…), irritabilidad, dificultades de concentración que anteriores a esas extraescolares no se daban, baja el rendimiento escolar, somatiza con dolores de cabeza y/o barriga, mucha frustración”.

Ante estas circunstancias, la solución parece sencilla, pues bastaría con desapuntar al niño de al menos algunas de las extraescolares. Sin embargo, “al problema actual es que en muchas ocasiones la conciliación familiar con el trabajo es tan complicada, que las familias se ven prácticamente obligadas a apuntar a muchas actividades a sus hijos e hijas”, afirma Acosta López. 

En cualquier caso, siempre que sea posible, hemos de procurar desapuntarlo de alguna de esas actividades. “Lo ideal es hacerlo en un momento de parón, por ejemplo, tras las vacaciones de verano, de Navidades… esos periodos en los que en la mayoría de extraescolares se para”, nos explica la pedagoga. “De esa forma, no rompemos tan drásticamente su rutina, hay que tener en cuenta que también mantienen amistades… y ese cambio repentino (a no ser que haya sido pedido por el propio hijo) puede afectarle”. 

La especialista recomienda, en todo caso, hablarlo con los hijos, especialmente si el motivo es que vemos que está afectando a su bienestar, a su conducta o a su rendimiento académico. En estas situaciones, considera que lo mejor es reflexionar juntos, explicarle por qué va a dejar de ir, y anticiparle con tiempo ese cambio.

Si un niño es muy inquieto, y en consecuencia afecta a la conducta y atención, el deporte es lo ideal

Beatriz Acosta

¿Qué tener en cuenta a la hora de mantener a los niños en según qué actividades extraescolares?

Lo primero que hemos de tener en cuenta son las características y las necesidades del niño, pero también sus intereses. En este sentido, Beatriz Acosta pone como ejemplo a un niño que sea muy creativo, que tenga muy desarrollado el sentido artístico, pero que además tiene muchas dificultades atencionales y de concertación que le afectan en el ámbito académico, a veces en la conducta, se frustra y enfada fácilmente. 

Con un niño de estas características, sería adecuado “escoger una actividad que promueva la capacidad atencional, en la que también aprenda a manejar la frustración (son sus desafíos y necesidades), pero podemos usar sus gustos y habilidades, que sería esa parte más artística, como por ejemplo apuntarle a pintura, manualidades o a baile”, comenta la especialista.

“Si un niño es muy inquieto, y en consecuencia afecta a la conducta y atención, el deporte es lo ideal. Se trabaja la atención, se siguen instrucciones, se trabaja autocontrol… y permitimos que sus necesidades de movimiento estén atendidas”. 

Por lo otro lado, también hemos de tener en cuenta de que hay niños que necesitan refuerzo escolar. Aunque es evidente que extraescolares de refuerzo les van a cansar, no podremos permitir que renuncien a ellas. Aquí lo que la pedagoga recomienda es compaginar ese refuerzo con algo que disfrute. “Y en caso de no ser una extraescolar (para sobrecargar) puede ser más sencillo: fijar un día o dos a la semana en los que pueda hacer algo que le guste (una excursión, una película en familia, su juego favorito…)”.