Fernando Alberca© DELAFUENTE

Educación

Fernando Alberca, autor y profesor: "El objetivo no es que nuestros hijos tengan una vida cómoda, sino una vida feliz, aunque haya dificultades"

Niños y adolescentes suelen huir de las actividades que conllevan un esfuerzo. Pero esto no es solo una forma de ser, puesto que implica consecuencias más profundas sobre la manera de estar en el mundo. ¿Cómo se puede volver a dar sentido desde la familia al esfuerzo?


26 de noviembre de 2024 - 11:09 CET

Fernando Alberca es doctor en Pedagogía, Ciencias Sociales y Jurídicas, y cuenta con varios másteres en materias como la Neuropsicología y Educación. Su trayectoria en el mundo educativo es muy amplia y ha publicado varias obras que analizan el entorno en el que niños y adolescentes se desarrollan para llegar a la edad adulta, siempre desde un enfoque colaborador con las famillias.

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Su nuevo libro es La magia del esfuerzo (Ed. Toromítico), un volumen donde muestra las herramientas básicas para desarrollar la fuerza de voluntad y guiar a los hijos para que alcancen sus metas, con todo lo que eso conlleva. Hemos charlado con él.

Comenta en el libro que ante el esfuerzo tenemos más debilidad que fuerzas, ¿es algo propio de las nuevas generaciones o ha sucedido siempre?

Es una de las cualidades de las nuevas generaciones, especialmente las nacidas después de 1980. Consecuencia de la sociedad de consumo, del llamado bienestar y de la cultura digital de observación más que de acción. 

Debemos valorar los esfuerzos, con independencia de los resultados externos a nosotros

Fernando Alberca

"El esfuerzo siempre tiene resultado", dice en el libro. ¿Qué sucede si los resultados no son los esperados?

A menudo, los resultados no son los que hemos diseñado en nuestra imaginación, porque la imaginación no opera en la realidad, pero la felicidad sólo puede darse en la realidad o no se da. Por eso es preciso aprender a no querer someter la realidad a nuestro deseo. Aprender que no tenemos que controlarlo todo y que no es necesario que algo resulte como esperamos para sentir satisfacción. 

Hay que aprender a ver y disfrutar con lo bueno que logramos, aunque sea distinto a lo que imaginamos. De modo práctico, hemos de descubrir el resultado siempre positivo y duradero que nos aporta todo esfuerzo, el que depende de cada uno, y valorar los esfuerzos en función de esa satisfacción que debe centrarse en lo que nos beneficia, con independencia de otros resultados externos a nosotros (por ejemplo, una nota de un examen, que pone otra persona), que puede sumarse o no al beneficio y satisfacción asegurada del esfuerzo (estudiar ese examen, por ejemplo).   

¿Cuáles son las claves para acompañar a los hijos en el aprendizaje por ellos mismos de decidir lo que quieren o deben hacer?

Enseñarles que no han de cambiar de objetivo porque encuentren obstáculos en el camino, hacerles experimentar la recompensa con satisfacción de cada esfuerzo que hacen, sin hacerlo depender de otros resultados finales. Y demostrarles que nos importa más quién hace algo que ese algo quede hecho. Lo importante no es que el lavavajillas esté puesto o quitado, sino que él o ella ha sido quien lo ha hecho. 

© Toromítico

¿Hasta qué punto en la familia se deben exigir ciertos esfuerzos a los hijos y de cuáles se trataría?

Se exigen muchos que no deberían hacer y les desorienta del camino de su felicidad (como algunas actividades escolares –incluso tareas– y también extraescolares, que parecen buscar sólo resultados externos, no el disfrute, el desarrollo personal real del hijo que necesita para desarrollarse no tener estrés en su agenda, no querer lograr títulos por encima de aprender, o tener tiempo para jugar mucho más).

Hemos de exigir esfuerzos en las tareas domésticas, familiares y diarias que le faciliten la oportunidad de experimentar la satisfacción de su colaboración, participación, implicación, diligencia, orden, comportamiento, coherencia, honradez, sinceridad, trabajo, alegría, tolerancia ante la contrariedad, automotivación y un concepto optimista, realista y valiente ante las dificultades, con nuestra ayuda si la precisa y siempre con nuestro premio inmaterial y profundo. 

Esforzarse es un proceso mental con tres momentos claves: planificación, ejecución y evaluación, como cuenta en el libro. ¿Cuál es el punto primordial de cada uno de ellos?

En efecto, en todo esfuerzo hay tres fases que aseguran que el esfuerzo sea completo: planificarlo (planear bien los pasos, el tiempo de cada uno y sus consecuencias), ejecutarlo (paso a paso, concentrándose en intentar hacer bien sólo cada uno de ellos), evaluarlo (confirmando la adecuación de los pasos y el tiempo, pero revisando también todos los beneficios tras él).

No obstante, estas fases harán sólo que el esfuerzo se haga entero. Pero que esté bien hecho depende de tres momentos clave más importantes que sus fases: 

  1. Empezar (superar la resistencia natural, pereza, a cambiar lo que se estaba haciendo y empezar algo distinto). 
  2. Persistir (lograr continuar cuando aparezca el cansancio o duda: reviviendo el sentido, pensando que falta menos, los beneficios que vendrán si seguimos y lo mucho que perderemos de lo hecho ya, si abandonamos en ese momento). 
  3. Acabar bien (el momento de conseguir terminar mejor lo mucho bien que se lleva haciendo, es lo que más compensa, aprovechar el deseo de terminar y la curva de la fatiga, agarrándote al impulso y mayor fuerza que surge de modo natural al ver que un esfuerzo puede acabar, como los atletas de velocidad y todo deportista). 

Hemos de exigir esfuerzos en las tareas domésticas, familiares y diarias que le faciliten la oportunidad de experimentar la satisfacción de su colaboración

Fernando Alberca

¿Cómo ayudar a un hijo que no quiere estudiar por no esforzarse?

No es verdad que no quiera estudiar. Quiere, porque quiere aprobar y sabe que la forma de lograrlo es estudiar. Sólo es que no le apetece y que no está seguro de que el resultado vaya a compensarle el esfuerzo que sí se le presenta ante él. Este es el precio de haberle enseñado desde muy pequeño en la escuela, que el resultado que ha de buscar es la calificación en un boletín de notas o las consecuencias en su casa y familia de ese boletín.

Hemos de enseñarle en su día a día la diferencia entre querer y apetecer. Con ejemplos cercanos a él, demostrarle que quien hace lo que quiere es libre y quien hace lo que le apetece, es esclavo de su apetencia y será manipulado por quien gobierne los estímulos que reactive su apetencia en cada momento: en el trabajo el día de mañana, en las relaciones personales, en sí mismo. Bajando en una espiral de autodestrucción si huye de lo que quiere, por no ser capaz de luchar por ello, sino dejarse llevar por lo fácil, por lo que le apetece y le impide lo que quiere en el fondo y a la larga. 

Enseñarle que el objetivo en su vida no es una vida cómoda, fácil, sino una vida feliz, aunque con dificultades. Más feliz cuanto más dificultades se han superado. El esfuerzo posibilita la voluntad y la libertad y la libertad, su felicidad. Evitar las dificultades le asegura mayor sufrimiento que superar lo que le cuesta el esfuerzo de superarlas.

Como padres, ¿qué podemos hacer para ayudar a que nuestros hijos ejerciten la fuerza de voluntad?

Asegurar que le estamos recompensando todos los pequeños esfuerzos que hacen. Facilitarles creer que nosotros sabemos que los talentos que ya hemos visto y confirmado en ellos, les hará superar los esfuerzos que se le presente y busque superar. Con tiempo, esfuerzo y ayuda, porque no están solos en sus esfuerzos, deben pedir ayuda a quienes más le quieran –especialmente su familia y concretamente a sus padres–, que deberán esforzarse ellos por aprender a ayudarles si no saben.

Y enseñarles a descubrir, como se detalla en un capítulo del libro, que el resultado va más allá de lo que esperamos y dependa de otros. Enseñarles que hay forma de descubrir que todo esfuerzo compensa y que el esfuerzo es lo que él o ella puede poner en juego para lograr lo posible. Enseñándoles la verdad del refrán español “lo difícil se hace y lo imposible se intenta”, porque a diario muchas cosas que parecían imposibles, se demuestran posibles al esforzarnos en lograrlas.  

© Adobe Stock

¿Cuáles son los problemas fundamentales que puede sufrir un niño o un adolescente que no se esfuerza en la vida?

Las consecuencias de no esforzarse nos dan buena pista de la importancia de cambiar la cultura actual de huir del esfuerzo por la de buscarlo, aprendiendo a disfrutar en todo momento de él. Entre esas consecuencias de quien no se esfuerza están, entre otras: la apatía, la inseguridad, baja autoestima, desconfianza, frustración, agresividad, desmotivación, ansiedad, impotencia, egocentrismo, tristeza, abandono, pérdida de sentido, depresión... 

Por eso, su contrario, las consecuencias de sí enseñar a esforzarse (disfrute de la vida, sentido, autoestima, confianza, interpretación de la realidad, generosidad, serenidad, alegría, felicidad…), tienen tanta importancia para la familia y aquellos a quienes queremos tanto.