Cuando una mujer que acaba de averiguar que está embarazada va al ginecólogo, una de las primeras cuestiones por las que suele preguntar es cuándo sale de cuentas. Se trata de la fecha probable de parto, que se calcula sumando 280 días o 40 semanas a la fecha de la última menstruación, tal y como nos indica Emma Salado, matrona y fundadora de Emmatrona, presente en el directorio de servicios de maternidad Motherick (motherick.com).
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“Hay varias reglas para calcularlo como la regla de Neagle o en la consulta usamos las ruedas obstétricas para saber las semanas de las que está cada mujer”. Sin embargo, esa fecha no tiene por qué ser en la que, a la hora de la verdad, la mujer embarazada se ponga de parto. “Realmente un embarazo no son 9 meses, sino algún día más”, comenta Salado.
Por eso, la matrona prefiere llamarla fecha “improbable” de parto, puesto que se trata solo de una aproximación y “la mayoría de las mujeres no parirán dicho día, sino unos días antes o después de la fecha señalada”, asegura.
¿Por qué es necesario inducir el parto si el bebé no nace antes de una determinada fecha?
Cuando una mujer embarazada sale de cuentas, se dice médicamente que tiene una gestación cronológicamente prolongada. "Normalmente, cumplida esta fecha, hacemos una serie de pruebas como la monitorización de la frecuencia cardiaca fetal y la dinámica uterina, así como una ecografía que nos puede dar información", informa la matrona. "Si todo está dentro de los parámetros normales, podemos continuar esperando a que la mamá se ponga de parto de forma espontánea".
A partir de entonces, se le da unos días más de margen para que se ponga de parto de forma natural y, en caso de no ser así, se induce. Los días de más para esperar a ver si la mujer se pone de parto de manera natural varían en función de los protocolos del centro hospitalario, si bien “habitualmente esta fecha suele rondar la semana 41 + 3 días, es decir, unos 10 días desde la fecha probable de parto”, señala la fundadora de Emmatrona. “No obstante, hasta la semana 42 se considera seguro esperar”.
¿Y si no se esperase pasada la semana 42? ¿Qué riesgos podría conllevar para el bebé o para la madre? La especialista nos explica que, en contra de lo que se suele creer, no tiene que ver con que el peso o el volumen del bebé: “las últimas semanas el bebé apenas crece, por lo que el mayor miedo de las madres, que es que el bebé sea demasiado grande para nacer, no debería ser la preocupación principal”.
El motivo por el que se opta por inducir el parto pasada la semana 42 es que, a partir de esa fecha, los estudios demuestran que el volumen de líquido amniótico disminuye y la placenta puede comenzar a tener dificultad para mantener un buen intercambio de nutrientes y oxígeno al bebé, según indica la matrona, por lo que podría ponerse en riesgo la vida del pequeño. De ahí que, “evaluando el riesgo-beneficio, está indicado finalizar el embarazo”.
En cualquier caso, “lo ideal es que la mujer se ponga de parto espontáneamente y tengamos que intervenir lo mínimo posible”, comenta Emma Salado. La realidad es que los partos espontáneos tienen menor porcentaje de complicaciones maternas y fetales, por lo que ella apuesta por lo que es preciso dar a la madre y al bebé “unos tiempos flexibles y no fechas cerradas para que el parto se desencadene”.
“La fecha probable de parto genera una exigencia por parte del entorno y de los profesionales (en ocasiones) que puede agobiar tanto a la futura mamá que, incluso, juegue en su contra para que el parto fluya con normalidad”, asegura la matrona. “En mi opinión, dar un intervalo de, por ejemplo, entre 4 y14 días sería mucho más interesante”.
Otras situaciones por las que es necesario inducir el parto
No solamente sobrepasar el límite de las 42 semanas de gestación; hay otras situaciones en las que es preciso también inducir el parto, antes incluso de haber cumplido las 40 semanas. Salado detalla que determinados problemas de salud materna, como diabetes gestacional o la preeclampsia, pueden precipitar esta decisión, “así como la sospecha de infección (coriomanionitis) o cualquier riesgo elevado para la madre o el bebé que evaluando riesgo-beneficio inclinen la balanza”.
Por otro lado, señala que, en contra de lo que se pueda creer, que un feto tenga menor peso del esperado no indica, en absoluto, la necesidad de alargar más el parto o de esperar a inducirlo más allá de las 42 semanas. “Justamente cuando un bebé es pequeño debemos evaluar si la placenta le está alimentando correctamente y decidir si continuar con el embarazo o finalizarlo antes”.