El paso de la DANA por Valencia ha provocado tal devastación que ha conmocionado a toda España. Es casi imposible no sentirse sobrecogido al ver las imágenes en los medios de comunicación y al leer el número de vidas que se ha llevado por delante, de historias humanas con nombres y apellidos que van asociadas a la tragedia.
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Si así nos sentimos quienes lo vemos desde la distancia, ¿cómo pueden estar viviéndolo los supervivientes, especialmente los niños? Y decimos viviendo porque siguen experimentando la realidad de esa DANA. El temporal ha acabado, pero sus consecuencias parece que seguirán por mucho tiempo. ¿Cómo podemos ayudar a los más pequeños a afrontar esta situación? ¿Está en nuestra mano evitar que esta terrible experiencia se acabe convirtiendo en un trauma, con todo lo que eso conlleva desde el punto de vista psicológico?
Se lo hemos preguntado a Rafa Guerrero, referente en psicología infantil, divulgador del funcionamiento del cerebro del niño y del adolescente, y especialista en apego y trauma (su último libro se titula Trauma. Niños traumatizados, adultos con problemas, de Ediciones Cúpula). Nos explica que no cabe duda de que lo ocurrido en Valencia es una situación potencialmente traumática, pero que no necesariamente tiene por qué llegar a serlo.
Aunque se trata de una situación “verdaderamente estresante”, en la que los niños han sufrido una gran desregulación emocional y han podido sentir miedo, rabia o tristeza, nos dice, “nosotros los adultos tenemos la gran oportunidad de poder gestionarlo de una manera adecuada para que no se convierta en traumática”. La cuestión es cómo.
Claves a tener en cuenta para dar apoyo emocional a los niños que sufren la DANA
1º Permitir que se expresen
“Hablar puede parecer lógico y sensato, pero en muchas ocasiones lo que hacemos es todo lo contrario: les ocultamos, les mentimos o tratamos de minimizar todo lo que ha sucedido”, señala Rafa Guerrero. “Es una situación donde muchos de ellos se han quedado sin casa, donde muchos de ellos han perdido a familiares… Permitir que expresen cómo se sienten es fundamental”, subraya. “Expresar nuestras emociones siempre es importante, pero en situaciones tan desreguladoras, tan impactantes y tan estresantes como la que están viviendo en Valencia, con mayor motivo”.
En la misma línea, la neuroeducadora Elvira Perejón Díaz, especialista en neuropsicología y una de las grandes voces de los últimos tiempos en crianza respetuosa, recalca la necesidad de permitir que se expresen y de hacerlo respetando sus tiempos, en caso de que el niño no esté preparado aún para hablar sobre el tema: “transmite presencia sin forzar a hablar”, recomienda.
2º Validar las emociones del niño
El especialista en trauma hace hincapié en que es esencial “permitir todas y cada una de las emociones que experimenten nuestros niños”. Explica que algunos de ellos sentirán miedo, otros de ellos estarán más enrabietados, otros sentirán tristeza y que otros estarán en un proceso de duelo porque porque han perdido su casa, porque ha fallecido un familiar o porque han visto cómo la riada se llevaba a una persona. Elvira Perejón cita, además, la culpabilidad porque “pueden llegar a creer que hicieron algo mal o que podrían haber cambiado lo que pasó”; de ahí que afirme que los niños deben saber que está bien sentir todas esas emociones, aunque algunas de ellas no tengan una explicación lógica.
Por eso, una vez que el pequeño es capaz de verbalizar cómo se siente, “los adultos deben responder con empatía y frases donde sienta que sus emociones son legítimas”, apunta Perejón, que pone una serie de frases como ejemplo que pueden resultar muy útiles a los padres:
- "Es normal que sientas miedo después de todo lo que hemos vivido. Yo también me he sentido asustado/a y podemos superarlo juntos".
- "Está bien que te sientas triste o confundido. Lo que está pasando es difícil".
- "Veo que estás preocupado, y es normal después de lo que viste. Estoy aquí para escucharte siempre que lo necesites".
3º No tener miedo en expresarles a ellos nuestras propias emociones
Para ayudar emocionalmente a nuestros hijos, también es clave “no mentir, no ocultar, no minimizar”, como indica Guerrero. “Tenemos que ser sinceros, tenemos que ser naturales. Que nuestros niños nos vean tristes, que nos vean preocupados, que nos vean con miedo o con incertidumbre de qué es lo que va a pasar…” es normal. “Queremos darles certezas, pero no siempre tenemos esas certezas”.
Al respecto, Elvira Perejón señala que “mostrar que los adultos también sienten y comparten ese dolor puede hacer que el niño se sienta acompañado y comprendido”.
4º Hacerlos partícipes
Rafa Guerrero habla de la necesidad de hacerlos partícipes tanto en lo que tiene que ver con las emociones de los adultos como en otros aspectos más prácticos, como ayudar a la comunidad. “Hay niños de 6, de 8 o de 10 años y de adolescentes que están colaborando como el que más para sacar barro, para ayudar a las personas mayores, para ayudar a otros vecinos”. Esta es una manera muy idónea de favorecer que se sientan mejor y, al mismo tiempo, de fomentar la empatía en ellos.
“Lo estoy contando y se me ponen los pelos de punta”, confiesa Rafa con total sinceridad en medio de su explicación. “Es la otra cara de la moneda después de una tragedia tan grande: ¿cómo se activa la empatía?, ¿cómo se activa la ayuda, la cooperación, esto que se ha puesto ahora tan en boca de todos de el pueblo salva al pueblo?
5º Darles una narrativa
“Darles narrativas sería otro punto”, añade el psicólogo. “Debemos darles una explicación de lo que ha sucedido y de lo que va a suceder, pues eso lo que hace es integrar ese acontecimiento que es desagradable, sí, pero que si se lo explicamos bien y permitimos que expresen sus emociones, seguramente no se convierta en un acontecimiento traumático”.
Elvira Perejón también considera que “los niños necesitan comprender lo que ha ocurrido, incluso cuando la muerte es impactante y difícil de explicar”. Nos da pautas concretas para guiar la conversación con nuestros hijos, teniendo en cuenta que nuestras explicaciones deben ser claras y adaptadas a la edad del menor.
La especialista en crianza respetuosa pone el siguiente ejemplo de explicación honesta al niño: “Hubo una tormenta muy grande y peligrosa que hizo que [nombre del familiar] se fuera de una manera que no esperábamos. No fue su culpa ni la tuya, y siempre lo vamos a recordar con mucho amor”. Elvira nos comenta que este tipo de explicación ayuda al niño a entender la muerte repentina sin agregar más miedo o culpa a la situación.
6º No asumir que los niños están bien
La neuroeducadora señala que a menudo, pensamos que los niños pequeños no se enteran de nada o que los niños que son más mayores, al aparentar serenidad y comprensión, parece que están bien, “pero por dentro pueden estar experimentando un profundo dolor o incluso un estado de shock”. Advierte de que “estos niños, que pueden parecer ‘fuertes’, a veces ocultan su sufrimiento por miedo a preocupar a los adultos”.
De nuevo, nos da un ejemplo para ayudar a los adultos a iniciar una conversación empática con sus hijos: “Sé que todo esto es muy difícil. Puedes contarme si hay algo que te haga sentir triste o preocupado”. En este punto, debemos tener en cuenta la recomendación dada anteriormente acerca de respetar los tiempos del menor; “si el niño no responde de inmediato, es importante recordarle que estás allí para cuando quiera hablar, creando un entorno de confianza sin presión”.
7º Rituales de despedida y conmemoración
“Son herramientas poderosas que ayudan a procesar el duelo”, asegura Perejón Díaz. “Puede ser tan simple como encender una vela juntos en memoria del ser querido, contar anécdotas o cantar una canción que nos recuerde a esa persona. Estos pequeños gestos les permiten comprender que, aunque la persona no esté básicamente, su amor y recuerdo siguen presentes”.
8º Recurrir a apoyo psicológico
“Buscar apoyo especializado puede ser crucial si el niño muestra signos persistentes de estrés o aislamiento”, advierte la especialista en neuropsicología. “Un psicólogo infantil o terapeuta especializado en duelo puede proporcionar estrategias adaptadas a las necesidades específicas del niño, reforzando su capacidad para procesar la pérdida de manera saludable”.
“Si no se ha confirmado el fallecimiento del ser querido y está desaparecido, también será necesario un acompañamiento emocional, ya que la desaparición es como una herida abierta”.
9º Mantener rutinas y crear nuevas tradiciones
Aunque en muchos de los municipios afectados a día de hoy es casi una utopía pensar en mantener la rutina, hemos de procurar retomarla lo antes que podamos en la medida de lo posible o bien iniciar otras nuevas. El motivo es que “en momentos de caos y pérdida, las rutinas proporcionan un ancla emocional”, según Perejón. “Aunque la vida ha cambiado, es beneficioso mantener ciertas actividades diarias, como compartir las comidas o realizar actividades antes de dormir que fomentan la calma. Puedes explicar al niño: Haremos cosas que nos ayuden a sentirnos un poco más seguros, como cantar juntos antes de dormir o caminar por la tarde. Esto nos ayudará a sentir que seguimos cuidándonos”.
¿Cómo evitar el trauma en los niños cuando los propios padres están traumatizados?
Todas las recomendaciones anteriores son valiosísimas, pero… ¿y si los adultos de referencia del niño no se sienten capaces de ponerlas en práctica? ¿Cómo van a ayudar a sus hijos si los propios padres están en estado de shock? “A veces mamá y papá no solamente no pueden ayudar, sino que tienen que ser ayudados”, pone Rafa Guerrero de manifiesto. “Aquí entramos en escena los profesionales de la salud”.
“En Valencia tenemos la opción de poder recurrir a ONG, a entidades y a profesionales de la salud que estamos haciendo un trabajo algunos in situ y otros desde la distancia, cada uno aportando su granito de arena”.
En cualquier caso, mientras el adulto recibe esa ayuda psicológica, que puede tardar en llegar, quizás la mejor alternativa sea delegar en otros familiares para que estos sean quienes intenten dar al niño la seguridad y la tranquilidad que precisa.
El autor de Trauma. Niños traumatizados, adultos con problemas nos explica que los niños pueden ver cómo sus padres sienten ciertas emociones desagradables “siempre y cuando no sea una emoción completamente desregulada y descontrolada donde lo que siente mamá y papá es y qué va a ser de nosotros; es decir, un mensaje verbal debido a un pensamiento de hemos perdido todo y esto es el final del mundo. Eso es lo que un niño no puede ver”, advierte.
Nos comenta que es legítimo y completamente normal que la madre y el padre no se vean capacitados para ayudar emocionalmente a sus hijos, dadas las circunstancias; de ahí la necesidad de delegar en otras personas de confianza un cometido tan importante. Y hace mucho hincapié en que estos progenitores, dentro de la dificultad que están atravesando, procuren tener cuidado con esos momentos de completa desregulación de "qué va a ser de mí o qué va a ser de nosotros".
“Es ahí cuando el niño se asusta y no tiene ningún tipo de control. Ve que sus adultos de referencia tampoco tienen control y se sienten perdidos. Ahí aparece un miedo que es terrorífico”, recalca. En esas situaciones, el niño ve que “no hay seguridad, no hay certeza, no hay control, no hay protección y, por tanto, ahí se desregula muchísimo. Y eso es potencialmente traumático”.