Ya bien entrado el otoño y con el primer trimestre del curso escolar bien avanzado, vuelven los catarros, la gripe… y con ellos, las otitis pediátricas. ¿Cómo es posible que algunos niños tengan varias otitis durante el curso si en otoño y en invierno no van a la piscina?
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La respuesta está, la mayoría de las veces, en la estructura facial. Cuando un niño pasa un proceso catarral o una infección respiratoria, es habitual que la mucosidad se le quede en la trompa de eustaquio, que son el canal que comunica la nariz con los oídos. La cuestión es que esta trompa de eustaquio es, en los niños, más estrecha, más corta y, además, se encuentra en una posición más horizontal, mientras que en el adulto está colocada más en diagonal, baja hacia la nariz, lo que dificulta que el moco vaya hacia los oídos y, en todo caso, facilita que salga por la nariz.
En los niños ocurre al contrario. Por las características y la manera en la que está posicionada la trompa de eustaquio, es más frecuente que el moco se acumule ahí y acabe afectando a la cavidad auditiva. Es entonces cuando puede llegar a producirse la otitis o infección de oídos, uno de los motivos más frecuentes de consulta con el otorrino cuando el niño padece estas otitis a menudo y tiene, por tanto, las llamadas otitis de repetición.
¿Cuándo llevar al niño por primera vez al otorrino?
El hecho de que nuestro hijo tenga otitis de manera aislada no tiene por qué implicar la visita al otorrrino, a no ser que su pediatra lo valore y lo considere pertinente. La primera visita al especialista en otorrinolaringología se torna obligatoria cuando el pequeño presenta “factores de riesgo de sordera, dudas sobre su audición o si un niño no pasa las pruebas de cribado auditivo neonatal”, como indica Jennifer Cueva Díaz, especialista en otorrinolaringología pediátrica y patología de la voz que ejerce en el Hospital Universitario de Cruces (País Vasco), en la Clínica Indautxu y en los Hospitales Quirón de Bilbao y Erandio.
En cuanto a las revisiones periódicas al otorrino, estas se establecen en casos concretos, especialmente en niños con riesgo de desarrollar sordera. “Para el resto de los niños sanos no hay una edad o un criterio fijo sobre la necesidad de revisiones periódicas, siempre hay que confiar en el criterio de su pediatra si le remite al especialista en otorrinolaringología o si se considera que el niño tiene un problema en el área ORL (otorrinolaringología) persistente que no acaba de ser resuelto tras varios meses”.
¿Cuáles son los motivos más frecuentes por los que un niño acude al otorrino?
“Probablemente los motivos de consulta más habituales son el ronquido, las dudas sobre si los niños escuchan bien o problemas de audición, las infecciones recurrentes y la respiración oral”, comenta la Dra. Cueva. A estos hay que sumar otra razón médica que suele requerir, además, de intervención quirúrgica por parte del otorrinolaringólogo pediátrico: son “los trastornos respiratorios del sueño, principalmente por apnea obstructiva del sueño, que afecta en torno al 1-5% de los niños de entre 3 y 8 años”, nos explica la especialista.
“Este trastorno, además de afectar en la calidad del sueño, puede provocar alteraciones en el desarrollo del macizo facial”. Es decir, podría tener repercusiones visibles en la estructura del rostro, como acabar desarrollando una mandíbula ‘hundida’ que da la apariencia de que el mentón está prácticamente unido al cuello. Esto, a su vez, puede provocar también problemas de mordida que sería necesario que valorara un odontólogo.
“Otro motivo habitual por el cual puede ser necesaria una cirugía es la pérdida de audición secundaria debido a una otitis seromucosa (o serosa) o por infecciones de repetición (otitis, amigdalitis, adenoiditis…)”. A todos ellos, la Dra. Cueva nos cuenta que se suman otras razones por las que las familias llevan a los niños al otorrino (y que no todo el mundo asocia, en un primer momento, que es necesario consultarlo con este especialista); por ejemplo, los problemas en la adquisición del lenguaje o en la pronunciación, la mucosidad nasal todo el año y los mareos. En estos casos, se hace necesaria una valoración por parte del otorrinolaringólogo.
También cuando el niño padece “dolores de oídos, por las disfonías, la dificultad respiratoria o el ruido respiratorio, las revisiones en niños con enfermedades que se asocian a sordera o los sangrados nasales”.