El 30% de la población pediátrica sufre problemas a la hora de dormir, según diversos estudios. “Generalmente, los problemas más frecuentes están relacionados con el inicio y el mantenimiento del sueño; y, sobre todo, lo que se acaba viendo es la repercusión de esta privación de sueño en el día a día de estos niños y adolescentes”, ha afirmado el doctor Óscar Sans, coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES) y jefe de la Unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.
Esta realidad se mantiene durante la adolescencia, cuando los chicos suelen sufrir un retraso de la fase de sueño. Como la mayoría tienen un horario muy temprano para entrar al centro escolar, van arrastrando una falta de horas de sueño que puede desencadenar en otros problemas.
¿Cómo repercute la falta de sueño en niños y adolescentes?
Tal como comenta el especialista, un primer ámbito donde se observa la repercusión de la falta de sueño de los niños es en el aula, donde los pequeños “se muestran más apáticos e incluso se llegan a dormir en clase durante las primeras horas del día”; o, por el contrario, manifiestan la falta de sueño “con una tendencia a estar más desatentos, hiperactivos e irritables”.
En el entorno familiar, los problemas de sueño se suelen trasladar al terreno de la conducta: “Descansar poco o mal acaba provocando que, a medida que pasa el día, sobre todo en el caso de los niños más pequeños, aumente la irritabilidad: salen del colegio de peor humor, les cuesta más hacer las cosas y, en general, están peor desde un punto de vista conductual”.
En este sentido, la Dra. Milagros Merino, presidenta de la Sociedad Española del Sueño, recuerda que estas alteraciones son frecuentes, “pero a diferencia de lo que ocurre en la edad adulta, también afectan –muchas veces de manera intensa– a la calidad de vida del entorno familiar del niño o adolescente y no sólo a su propio desarrollo”. Los síntomas de esas alteraciones son motivo de consulta cada vez más frecuente en Atención Primaria, donde, en su opinión, “un buen número de los problemas se podrían resolver o evitarse con una buena información a cuidadores y profesores para instaurar unos hábitos correctos”.
El sueño, como pilar de salud en la infancia
A menudo, la importancia del sueño (a todas las edades, pero fundamentalmente durante la infancia y la adolescencia) no recibe el interés que merece, según los expertos. Por eso, para el Dr. Óscar Sans es fundamental reivindicar su importancia como cuarto pilar de la salud. “Tenemos claro que una buena alimentación es básica, lo mismo que una vida con movimiento, y un buen estado emocional; pero quizás la parte del sueño la tenemos más olvidada. Y es una pena, porque al final el sueño interacciona con los otros pilares de salud, así que un buen sueño es importante para alimentarnos mejor, para hacer más ejercicio y para estar mejor emocionalmente”, subraya.
Por este motivo, la SES ha participado en la elaboración de la 'Guía Faros sobre el sueño normal y sus trastornos en Pediatría', que estará disponible en el año 2025. Su objetivo, entre otros, será que, de forma autónoma, tanto los cuidadores como los profesores (e idealmente los niños y adolescentes) tengan cada vez más autonomía a la hora de procurarse un sueño de calidad y sean capaces de reconocer de forma precoz los signos de alerta cuando algo no va bien.
“Es fundamental el reconocimiento de los problemas y trastornos del sueño en la infancia y adolescencia y, sobre todo, facilitar recomendaciones basadas en la evidencia científica. Igualmente, es muy importante facilitar herramientas a los profesionales sanitarios, profesores y cuidadores, prácticas útiles para afrontar estos trastornos y minimizar su probable infradiagnóstico", resalta la presidenta de la Sociedad Española del Sueño.
"Además, mediante una adecuada información de los más jóvenes, sería posible prevenir el desarrollo de muchos de los trastornos del sueño que aparecen en adultos”, destaca la Dra. Merino, que recuerda que durante los primeros años de vida se producen una serie de “cambios importantes en el desarrollo que conducen a los patrones de sueño y vigilia que estarán presentes finalmente en los adultos”. Por lo tanto, el momento de intervenir, si hay cualquier alteración es en las etapas iniciales de la vida, para que el problema no vaya a más durante la etapa adulta.