La fatiga crónica se asociaba, hasta ahora, a los adultos e, incluso, como una de las posibles secuelas del COVID-19. Sin embargo, pueden sufrirla también niños y adolescentes, aunque no sea fácil de detectar; y aquellos menores con un cerebro neurodivergente, como puedan ser aquellos con Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o bien autismo, tienen más riesgo de padecerla.
Así lo pone de manifiesto un reciente estudio de la Universidad de Sussex del que se ha hecho eco la psicóloga Mariana Capurro, especializada en infancia y adolescencia y directora del Centre Integral de Salut i Educació (cisellinars.es). Hemos hablado con ella acerca de las conclusiones de esta investigación y nos explica, en primer lugar, qué es exactamente la fatiga crónica y cómo afecta a los menores con TDAH o con autismo.
“El síndrome de fatiga crónica es una enfermedad compleja y, como bien indica su nombre, crónica, que se caracteriza por la presencia de fatiga tanto física como mental, intensa, debilitante y grave, que persiste y que interfiere con las actividades habituales, además no disminuye con el reposo, empeora con el ejercicio y se asocia a manifestaciones sistémicas generales, físicas y neuropsicológicas”. Capurro advierte, además, de que este fenómeno poco visible puede impactar de manera significativa a la calidad de vida de estos niños y adolescentes.
En cuanto a las causas, en el caso de los menores autistas, desempeñan un papel determinante las dificultades que muchos de ellos presentan a la hora de regular sus estados emocionales y la sobrecarga sensorial. “Además, las demandas cognitivas y sociales que enfrentan, junto con la hipersensibilidad a estímulos, incrementan el desgaste energético, lo que puede derivar en fatiga crónica”.
En lo que a los niños y a adolescentes con TDAH se refiere, tendrá más que ver la incapacidad que presentan para regular adecuadamente sus niveles de atención y su elevada actividad física. “Estos niños a menudo tienen problemas de sueño debido a su hiperactividad o inquietud, lo que resulta en un descanso no reparador”. Es decir, que el ritmo frenético que muchos menores con TDAH no tiene que ver con una energía ilimitada, sino con el modo en el que funciona su cerebro; la realidad es que este ‘no parar’ constante puede ser verdaderamente agotador para ellos. “Además, los déficits en la regulación emocional y en la función ejecutiva también pueden generar un agotamiento mental prolongado, aumentando el riesgo de fatiga crónica”.
¿Cómo detectar la fatiga crónica en niños y adolescentes?
No resulta sencillo darse cuenta de que los menores con TDAH o con autismo tienen fatiga crónica, puesto que, como nos relata la psicóloga, muchos de los síntomas pueden confundirse con los propios de su trastorno. Aún así, hay ciertos aspectos o señales que pueden llamar la atención en casa: “a nivel familiar, las señales de alerta incluyen una disminución en el interés por actividades habituales, dificultad para levantarse o comenzar el día, y quejas frecuentes de cansancio, incluso tras haber dormido adecuadamente”, detalla. “También puede observarse irritabilidad o un aumento de conductas disruptivas, como resultado del agotamiento físico y mental”.
Una vez que la familia ha consultado la presenta de estas primeras señales con un profesional, “la fatiga crónica en estos menores puede diagnosticarse cuando se presentan síntomas persistentes de agotamiento durante más de seis meses, que no mejoran con el descanso y que afectan de manera significativa su funcionamiento diario”. El profesional también tendrá en cuenta que las citadas conductas desafiantes estén presentes en mayor medida o con mayor intensidad ese período de tiempo, así como que el cansancio siga con frecuencia en esos seis meses en el menor aún durmiendo lo suficiente.
“En todos los casos, para una detección precisa -subraya Mariana Capurro-, es esencial realizar una evaluación multidisciplinaria, incluyendo la valoración del sueño, la actividad física y el estado emocional”.
¿Cómo ayudar a los menores con TDAH o con autismo que sufren fatiga crónica?
La clave para ayudar a los niños y a los adolescentes con TDAH o autismo que, además, padecen fatiga crónica es tratarlos desde un enfoque integral que abarque tanto la intervención médica como psicosocial, según indica la psicóloga infanto-juvenil. La familia, como no podía ser de otro modo, tienen un papel esencial para mejorar la calidad de vida de estos niños: “desde el ámbito familiar, es crucial establecer rutinas claras que fomenten un sueño reparador, incluyendo hábitos de higiene del sueño como horarios regulares para dormir y evitar la exposición a pantallas antes de acostarse. También es recomendable reducir las demandas sensoriales y cognitivas, permitiendo períodos de descanso durante el día”.
Desde el ámbito clínico, el abordaje suele pasar por aplicar en el menor terapias cognitivo-conductuales orientadas a enseñar a los pacientes a manejar sus propias emociones y el estrés, lo que es esencial mitigar el impacto de la fatiga, tal y como indica Capurro. “También puede ser necesario ajustar las actividades diarias del niño para evitar la sobrecarga física o mental, priorizando actividades de bajo impacto. En algunos casos, puede ser necesaria una intervención farmacológica para manejar los trastornos del sueño asociados o la regulación de la hiperactividad, bajo estricta supervisión médica”.
Para la experta es fundamental, además, que la ayuda también esté presente en el centro escolar, puesto que es necesario que adapten las demandas académicas a las necesidades del menor, “asegurando que no se sobrecargue ni se le exija más allá de sus capacidades”.
Para concluir, Mariana Capurro señala que “la fatiga crónica es un desafío importante para los niños y adolescentes con TEA o TDAH, pero también lo es para sus familias, ya que añade una capa de dificultad a las ya complejas demandas de sus trastornos. La detección precoz, el apoyo familiar y un tratamiento integral son fundamentales para mejorar su bienestar”.