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Niños multiétnicos sentados juntos y mirando a la cámara© Adobe Stock

Cómo librar a tus hijos de las etiquetas: el secreto para criar niños con mentes abiertas

Las etiquetas están presentes en el día a día porque las hemos naturalizado y así las transmitimos a los más pequeños. Pero ¿cómo se sienten cuando son etiquetados por otros? Y, sobre todo, ¿de qué manera enseñarles a ser libres ante ellas?


28 de octubre de 2024 - 15:15 CET

Autora de libros tan aplaudidos como Tu cuerpo es tuyo, Lucía Serrano vuelve al mundo editorial con ¡Fuera etiquetas! (Ed. Beascoa), toda una declaración de intenciones para enseñar a los más pequeños cómo librarse de lo que los demás creen que tú eres, y cómo aprender a no meter a nadie en ese 'cajón'. Es una llamada también para los adultos, que, a través de sus palabras y su ejemplo, van construyendo la realidad en la que crecen sus hijos. Hemos charlado con ella.

¿Crees que los niños utilizan etiquetas por contagio de los adultos o es algo innato en ellos?

El uso de las etiquetas se aprende, y desde edades muy tempranas. Las personas adultas no somos conscientes de cuánto las utilizamos, porque las hemos naturalizado desde nuestra infancia, y las utilizamos con las criaturas desde el momento en que nacen. Sobre todo aquellas que se ponen en función del sexo. Y ya a los dos años las niñas tienen clarísimo qué se espera de ellas por ser niñas, y los niños qué se espera de ellos por ser niños.

Del cuerpo de los demás no se opina. Y criticamos lo que hace una persona, no a la persona en cuestión

Lucía Serrano

Tu libro es para niños a partir de cuatro años. Al igual que en otros títulos tuyos anteriores, vas más allá lanzando un mensaje social. ¿Es algo que te preocupa especialmente en la educación de los niños?

En estos últimos libros que he hecho, en los que me enfrento al reto de explicar a niñas y niños tan peques conceptos complicados, me he dado cuenta de que no tenía sentido aleccionarles sobre estos temas como si fuese algo que las personas adultas tenemos dominado. Porque no es cierto. De hecho, somos las personas adultas las que enseñamos con nuestros actos en el día a día a poner etiquetas, o a juzgar. Seguimos tratando a las niñas y niños como personas incompletas, proyectos de adultos, y les hablamos de maneras que nunca utilizaríamos en el caso de tener delante a alguien mayor de edad. Para cambiar esta manera de tratarles no basta con cambiar nuestro lenguaje. Hay que cambiar la manera de pensar.

Libro ¡Fuera etiquetas!© Ed. Beascoa

Explicas de forma muy gráfica que utilizar etiquetas es como meter a la gente en un cajón, ¿cómo reaccionan los más pequeños cuando utilizas metáforas en tus libros?

Escuchan muy atentamente. Y en un silencio absoluto. Al final estas metáforas están hablando de sensaciones. Y en esos momentos parece que pudieses escuchar las ruedecitas de la maquinaria de sus pensamientos. Al cabo de un rato, empiezan a relacionar lo que han visto y escuchado con su día a día. Es verdad que cuando son muy peques el concepto etiquetas les resulta lejano, y al escucharlo piensan en las etiquetas de la ropa. Pero la idea de este libro es que se queden más con la sensación que produce que te etiqueten, que no con la palabra en sí. Y también que las personas adultas que leemos el libro a las criaturas de nuestro alrededor nos detengamos a pensar qué etiquetas tenemos naturalizadas y usamos sin darnos cuenta.

En el cuento ofreces soluciones para los niños que se sienten atrapados ante una etiqueta, y les animas a pedir ayuda a los mayores. ¿Están más concienciados de que deben cuidar su estado emocional?

Creo que actualmente las personas adultas tenemos clarísimo que es importante prestar atención a las emociones. Y se está haciendo un trabajo increíble en este sentido desde las escuelas. También hay más materiales que nunca para ayudarnos en esta labor. Las niñas y los niños no tienen conciencia de todo esto, pero sí que se nota que van creciendo con más herramientas. Pero es una tarea complicada porque el mundo que nos rodea no ayuda. 

Como madre de tres peques, y viviendo en una gran ciudad, me enfrento a diario a situaciones en las que tengo que explicarles las imágenes de los anuncios que visten la ciudad de arriba a abajo. Por ejemplo. O por qué en la ficción el papel de las chicas es tan pobre. O las letras de las canciones. La tarea no se acaba leyendo un cuento. Hay que hablar muchísimo con las y los niños, para sembrar esa semilla de la extrañeza ante el mundo que nos rodea.

© Adobe Stock

También ilustras desde el otro lado: aconsejando cómo no poner etiquetas a los demás: ¿qué es lo más importante que debe aprender un niño en este sentido?

Del cuerpo de las y los demás no se opina. Y criticamos las acciones que hace una persona, no a la persona en cuestión (este consejo se refiere a situaciones cotidianas de las y los peques). Duele mucho ver cómo niñas y niños muy pequeños ya utilizan la palabra“gordo” o “gorda” como un insulto. Pero cómo no van a hacerlo, si vivimos en una sociedad gordofóbica. Ojalá pudiésemos acabar de una vez con esto.

Los niños deben quedarse con la sensación de lo que supone que te etiqueten

Lucía Serrano

Uno de los objetivos de tus libros es generar conversaciones entre el niño y la familia, ¿qué experiencias tienes en ese sentido con tus lectores más pequeños?

La experiencia más cercana es con mis peques. Son quienes testean todos mis cuentos. Y si atrapan su atención y dan lugar a conversaciones interesantes, los envío a la editorial. Las niñas y los niños enseguida intervienen, tienen muchas ganas de explicar situaciones de su día a día. Y cuando esto ocurre, el libro adquiere sentido. Porque lo hacen suyo, lo completan. Es mi parte preferida de esta profesión.