La inmensa mayoría de menores de 16 años utilizan móvil. De hecho, según la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), la edad de acceso a ese primer dispositivo es antes de los 11 años. ¿Tienen los niños madurez para ello? ¿Cómo se puede limitar el impacto negativo de los teléfonos a edades tempranas? Laura Cuesta Cano es profesora de Universidad y está especializada en el comportamiento de niños y adolescentes en el entorno digital. Divulgadora de este tema a través de educaciondigitalparafamilias.com, ha publicado el libro Conectados (Ed. Molino), una guía práctica para que las familias se enfrenten con éxito a esta realidad.
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¿A qué edad entregar el primer móvil?
En los últimos meses, ha irrumpido con fuerza una corriente de padres que pide regular el acceso a los móviles, de manera que el adolescente no reciba el primero hasta que tenga 16 años. Entre los expertos hay defensores y otros que cuestionan esta medida. "Hay muchos matices. No todo es blanco o negro. Cada padre debe valorar la situación en la que esté su familia y esté su hijo", señala la experta.
"Es cierto que los niños necesitan comunicarse con sus amigos, y esto lo hacen a través del móvil, porque en muchos hogares ya no hay teléfono fijo, pero no debemos quedarnos en la dicotomía de si prohibir o no el móvil hasta los 16 años. Hay muchas más alternativas que hay que valorar, como los relojes inteligentes, otro tipo de teléfonos o el uso de distintas tarifas", subraya.
Lo que sí tiene claro es que un menor por debajo de 11 años no debería tener un smartphone, lo que conocemos como teléfono inteligente. "El teléfono no es un juguete, no debe ser un regalo, porque entonces estamos confundiendo al niño. Es una herramienta más, como cuando le facilitamos un ordenador o unos libros para otra tarea".
Además, señala que los menores no necesitan tarifa ilimitada de datos: "No les podemos dar todo si lo que queremos es que tengan autocontrol".
Conciliar intimidad y seguridad del menor
En su libro, Laura Cuesta recoge todos los principios que para ella son fundamentales a la hora de elaborar un contrato familiar para el uso del móvil, y lo hace a través de una serie de cláusulas. Una de ellas es la necesaria supervisión que los progenitores tienen que hacer de ese dispositivo. "Hasta que no sean mayores de edad tenemos que conocer las claves de acceso. No es cuestión de espiar, pero sí de supervisar la actividad. Si alguna vez ocurre un problema, por ejemplo de acoso, debemos actuar rápido e intervenir cuanto antes", advierte. Y eso solo puede hacerse cuando los padres tienen un acceso directo a ese dispositivo.
Al margen de las claves, está la supervisión de lo que hacen en el teléfono (con quién hablan, qué páginas visitan...). Cuando son más pequeños deben saber que hay una serie de controles parentales instalados y que los padres pueden revisar esos contenidos. Pero según van llegando a la adolescencia, el respeto a su intimidad tiene que entrar en la ecuación. "Un adolescente de 16 años al que le supervisamos el móvil se sentiría como si no le permitiésemos cerrar la puerta del baño; necesita su intimidad", ejemplifica la autora. ¿Cómo solventar la situación entonces? La clave está en haber trabajado desde muchos años antes la confianza con los hijos para que, ante cualquier problema, sepan que pueden acudir a sus padres. Esto, sin olvidar haberles facilitado competencias digitales para adquirir responsabilidad, proteger su privacidad y mantenerse a salvo de los peligros de Internet.
¿Qué hacer si no se cumple el contrato familiar?
Las familias pueden elaborar su propio contrato familiar de uso del entorno digital o dejarse llevar por uno estándar, como el que propone Laura Cuesta en su libro. Pero, ¿qué sucede cuando hay un incumplimiento por parte del menor? "Tiene que haber consecuencias: se puede retirar el móvil o retirar la actividad. Eso sí, esas consecuencias tienen que estar en relación con el dispositivo", recomienda la especialista.
Para ella, el refuerzo negativo de quitar el móvil o la videoconsola cuando hay un problema en otra área no es adecuado. El dispositivo no debería ser parte de un castigo ni de un premio, para que el menor aprenda a utilizarlo con responsabilidad. En el caso de que se retire el teléfono porque el menor ha accedido a contenido inadecuado, como la pornografía, es muy importante que los padres aprovechen para educarlo en el uso adecuado del teléfono y para ello, los progenitores deben conocer también todos los vericuetos del entorno digital, algo que la autora explica en su libro.