El Dr. Francisco Kovacs terminó los estudios de Medicina a los 19 años. Ha volcado su propia experiencia personal y sus investigaciones médicas en su libro, ya clásico, que se publica ahora en una edición actualizada Aprendiendo a ser padres (Ed. Espasa). Hemos hablado con él de cómo estimular y sacar lo mejor de cada hijo para aprovechar al máximo su potencial.
Comenta en el libro que la misión fundamental de los padres es educar a su hijo. ¿Qué bases esenciales debe tener esa educación?
Esencialmente, tres. En primer lugar, fomentar que, de todas las potencialidades que permiten los genes de su hijo, fructifiquen tantas como sea posible. En segundo lugar, rodear al hijo de afecto, y enseñarle a percibirlo y transmitirlo. Finalmente, darle un modelo al que imitar, que le inculque principios y valores.
El primer aspecto requiere un método educativo que aporte los estímulos, las experiencias y las vivencias en el momento oportuno de acuerdo con el calendario de desarrollo biológico del niño, y especialmente el de su cerebro.
El segundo y el tercero, que sus padres ejerzan su función y sean conscientes de que son referentes para sus hijos, que van a estar observando constantemente sus comportamientos y actitudes. La manera de transmitirles principios y valores es esa. Si los padres dicen una cosa pero hacen otra, los niños priorizarán esta última.
Mantiene también una idea poco frecuente y es que "no es peligroso sobreestimular al niño". ¿Por qué?
Creo que el temor a “sobre estimular” suele ser poco más que una excusa para justificar la indolencia educativa. Porque si un estímulo educativo se aporta en un momento inoportuno, por ejemplo cuando el niño está hambriento o somnoliento, no le hará caso y ese estímulo será inútil, pero no contraproducente salvo que insistan en la inoportunidad hasta hacérselo aborrecer.
Existe el riesgo de angustiarle, si se le exigen sistemáticamente mejores resultados de los que realmente puede dar, o de “sobre distraerle”, por ejemplo dejándole constantemente enchufado a una tableta con vídeos diseñados para captar continuamente su atención, sin generar ninguna nueva conexión cerebral ni ningún aprendizaje útil, de manera que luego le cueste mantener focalizada la atención, o entender el concepto de una alocución de cierta duración o que carezca de apoyo audiovisual. Por último, también existe el riesgo de que, si los padres aportan los estímulos educativos de manera inapropiada, sin saber cómo y cuándo hacerlo para que sean eficaces, sean los propios padres quienes se frustren porque no vean progresos en los hijos. Pero nada de eso es “sobreestimular”, sino “educar mal”.
¿Debemos aspirar a sacar lo mejor de cada niño o esto puede ser contraproducente en algún caso?
Depende del objetivo. Si se pretende que la semilla llegue a dar frutos, es mejor regarla cuándo y cómo resulta más eficaz. Así, asumiendo que el objetivo de la educación es capacitar a los niños para que vivan una vida libre y digna, el método educativo debe fomentar que fructifiquen todas sus potencialidades, aprendan a formarse un criterio propio y fundamentado, y se acostumbren a la autodisciplina y el esfuerzo, para que a lo largo de toda su vida puedan superar cualquier vicisitud, prosperar y contribuir a la prosperidad de los demás.
Eso sólo sería contraproducente si se pretendiera lo contrario; generar adultos manipulables y adoctrinados, carentes de un criterio propio e incapaces de mantenerse por sí mismos, de manera que estuvieran dispuestos a sacrificar su libertad y dignidad con tal de ser mantenidos por terceros.
Los genes son importantes, pero los estímulos y la educación recibida tienen un peso considerable en las conexiones neuronales. ¿Qué debemos saber como padres acerca de esto?
Los genes aportan potencialidades, pero es la educación la que determina cuáles de esas potencialidades fructifican en capacidades, aptitudes y actitudes con las que el niño va a poder contar a lo largo de toda su vida.
Desgraciadamente, para ese fin no se puede confiar en el sistema educativo español, especialmente público. En primer lugar, porque el colegio puede instruir, pero quienes educan y son los referentes de los niños (en positivo o en negativo), son sus padres. En segundo lugar, porque desde la implantación de la LOGSE y sus sucesivas reformas, el sistema es un fracaso también en términos de instrucción. Las comparaciones internacionales reflejan que los resultados del sistema educativo español durante las últimas décadas han sido nefastos, ante la complicidad, pasividad o incompetencia de los distintos partidos políticos que han gobernado durante esos años.
En esa situación, los padres necesitan saber cómo y cuándo aportar los estímulos y las vivencias necesarias para educar a sus hijos, cómo transmitirles principios y enseñarles a forjarse un criterio propio y fundamentado, y cómo contrarrestar las influencias perjudiciales que puedan recibir de su entorno; ése es el objetivo de Aprendiendo a ser padres.
¿Cuál es la aptitud más difícil de estimular en los niños?
Ciertos genes pueden hacer más fácil o difícil que se establezcan conexiones en una u otra área, lo que facilita o dificulta el desarrollo de las aptitudes en las que están implicadas. Cuáles son unas u otras, varía de un niño a otro. Pero un adulto sólo puede escoger libremente entre las opciones que son factibles en su caso; por eso, para no sesgar su futuro conviene desarrollar tantas aptitudes como sea posible, y no sólo las que le resulten más fáciles.
¿Qué tipo de estímulos no deben faltar en la educación de un niño?
Todos aquellos que generan conexiones cerebrales y aptitudes que le pueden resultar útiles para desenvolverse con éxito a lo largo de su vida. Idealmente, eso implica desarrollar habilidades intelectuales, físicas, artísticas, emocionales, sociales… y, además, dotarle tan pronto como sea posible de un criterio fundamentado y de un sentido de la disciplina y el esfuerzo, para que pueda identificar por sí mismo qué aspectos necesita mejorar en cada momento de su vida, y pueda hacerlo eficazmente.
La tarea de educar es compleja y para algunos padres que pasan mucho tiempo fuera de casa, se hace aún más difícil. ¿Qué consejos da en este caso?
Los padres ocupados pueden ser excelentes padres, incluso si sus obligaciones les impiden estar con sus hijos tanto tiempo como quisieran. Lo fundamental es que sepan actuar como referentes y modelos, y que en el tiempo que compartan con sus hijos se comporten como tales. Eso implica escucharles, interesarse por sus vivencias e inquietudes, orientarles, encauzarles y darles ejemplo, en vez de intentar compensar su ausencia comprando su afecto o cediendo a todos sus caprichos. Si la cantidad de tiempo que pueden pasar con ellos es limitada, tienen que asegurar su calidad
¿Cuál es su opinión sobre la relación de los niños con las redes sociales y los teléfono inteligentes y el papel regulador que han de jugar los padres en ese sentido?
En su día, la aparición de la telefonía fija mejoró drásticamente la comunicación interpersonal. Pero también permitió que aparecieran las estafas telefónicas. Actualmente hemos aprendido a usar inteligentemente el teléfono y, por ejemplo, no daríamos a través de él nuestros datos bancarios o personales a un desconocido.
Las ventajas y los riesgos de cada tecnología son mayores cuanto más sofisticada y potente resulta, pero es aplicable el mismo criterio a Internet, las redes sociales, la inteligencia artificial o cualquier nueva tecnología; se trata de aprovechar todas sus ventajas y reducir sus riesgos. Es responsabilidad de los padres enseñar a usar estas tecnologías a sus hijos, pues las necesitarán a lo largo de su vida, pero también enseñarles a usarlas inteligentemente, para que sean usuarios de ellas, y no sus víctimas, y darles un criterio sólido para incorporar el uso de las tecnologías que aparezcan en el futuro.