Se estima que una de cada cuatro embarazadas podrían beber alcohol durante esos nueve meses. Las cifras pueden ser aún mayores, pues no siempre se confiesa el hábito. Pero las indicaciones médicas son totalmente claras: no hay ninguna cantidad segura de alcohol en el embarazo. La única dosis recomendable es la dosis cero; esto es, abstinencia completa. Y esta abstinencia debería comenzar en el momento en que la mujer empiece a buscar quedarse embarazada, pues en las primeras semanas de gestación, cuando probablemente aún no es consciente de su estado, se forman estructuras decisivas en el bebé, que podrían quedar afectadas.
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La consecuencia más grave del consumo de alcohol en el embarazo es el trastorno del espectro alcohólico fetal (TEAF), una condición totalmente prevenible que padecen entre el 2 y el 5% de los escolares en países desarrollados, según datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Esto equivale a un niño por aula, lo que da idea de la dimensión del problema.
Una condición para siempre
"El TEAF no es reversible", indica el Dr. Juan Antonio Ortega, coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría (CSM-AEP). Es así porque el consumo de alcohol durante el embarazo provoca unos daños graves al bebé que afectan a su desarrollo cerebral, además de aumentar el riesgo de cáncer y de otros problemas de salud. Estos daños son variables en cada niño, pero sí suele ser común que estas alteraciones cerebrales coincidan en problemas de conducta, cognitivos y adaptativos. Así, son niños que tendrán dificultades en su desarrollo intelectual, problemas para aprender y procesar la información (por ejemplo, para recordar y seguir instrucciones), y dificultades con el lenguaje.
Como recuerdan desde la AEP, son niños que pueden presentar falta de atención, fallos de memoria, impulsividad y comportamientos inapropiados en determinados entornos sociales .
"También es común que tengan dificultades con la coordinación motora y problemas para comprender el espacio que los rodea", añaden desde la Asociación Española de Pediatría.
¿Cuándo se puede detectar?
Hay algunos rasgos físicos que caracterizan a los niños con TEAF, como tener el labio superior fino o el filtrum nasolabial liso, también los ojos pequeños y redondos y el diámetro craneal algo más pequeño. "Sin embargo, en mi experiencia con centenares de afectados, el 85% de los recién nacidos no tienen ninguno de los rasgos faciales característicos", expone el Dr. Ortega, que acaba de publicar el libro Órbita TEAF: el pulso de la salud planetaria, una guía basada en la experiencia de más de 800 familias en riesgo de TEAF, a las que ha seguido durante más de una década.
Por tanto, el trastorno del espectro alcohólico fetal no es siempre detectable al nacer y puede ser diagnosticado cuando el pequeño entra en el sistema escolar. No obstante, el experto incide en la importancia de la detección precoz, ya que puede marcar la diferencia en la vida futura de los afectados. En este sentido, y teniendo en cuenta que el mayor protector para evitar el TEAF es que la mujer no consuma nada de alcohol en el embarazo, el especialista insiste en que su pareja también debe involucrarse en esta cuestión. Del mismo modo, parece haber cierta influencia en las características del vecindario o barrio, en cuanto a la densidad de bares, como sucede con las redes sociales, que también afectan a la decisión o no de la gestante de consumir alcohol.
"Si se diagnostican embarazos de riesgo, permite poder trabajar de forma muy preventiva y el pronóstico mejora mucho", comenta el pediatra. "Porque la clave es eliminar el consumo de alcohol durante el embarazo. No hay nivel de bebida sin efecto. La buena noticia es que en el momento que deja de beber es bueno y beneficioso para su futuro bebé", aclara.
¿Cómo evoluciona el TEAF?
El diagnóstico en el primer año de vida es decisivo, "para poner en marcha todos los mecanismos de neurorrehabilitación". Es el momento en que se puede mejorar el 'encendido cerebral', de modo que se aproveche esa ventana de oportunidad para "mejorar las habilidades cognitivas, sociales y emocionales, así como mitigar los efectos negativos de la exposición prenatal al alcohol, optimizando así el desarrollo y la adaptación a largo plazo".
En concreto, el Dr. Ortega expone en su libro lo que él ha bautizado como 'dieta cognitiva', donde se incluyen elementos como la alimentación, el aire, las emociones, el sueño, la actividad física, el contacto con la naturaleza, el amor, la atención, la adaptación, la activación mental y la arteterapia.
Además, destaca la importancia de la dieta de la embarazada: "La dieta es una fuente principal de exposición a neurotóxicos (tóxicos para el cerebro), pero también a sustancias neuroprotectoras (protegen y aseguran un adecuado desarrollo y función del cerebro). La abstinencia total de alcohol durante el embarazo es básica y esencial como primera medida". La madre debe tomar suplementos de ácido fólico, además de otros, como suplementos de colina que "parece apoyar el desarrollo cerebral y mejora la memoria de niños con TEAF. Numerosos trabajos con antioxidantes, multivitamínicos y omega-3 avanzan en esa dirección", asegura.
¿Cuáles es la evolución del TEAF en la adolescencia y la edad adulta?
"El trastorno suele presentar un desarrollo complejo. Durante la adolescencia, los problemas de atención, las dificultades de planificación y la impulsividad pueden acentuarse, complicando la adaptación social y escolar", advierte el especialista. "Al llegar a la adultez, las personas con TEAF enfrentan desafíos en la autonomía y el manejo de sus conductas, pudiendo requerir apoyo continuo para mantener estabilidad emocional y social. Aunque el TEAF no es reversible, las intervenciones tempranas y continuas pueden mejorar la calidad de vida y la integración social de los afectados", concluye el coordinador del CMS-AEP.