Tania Pasarín-Lavín es doctora en Educación y Psicología y especialista en Investigación e Innovación Educativa. En su cuenta de Instagram @ser_maestra divulga acerca de las necesidades educativas especiales. Acaba de publicar el libro Mi hijo es extraordinario (Ed. Martínez Roca), donde hace un alegato acerca de las posibilidades que tienen todos los niños diferentes para brillar con luz propia. Hemos charlado con ella.
¿Cuándo hablamos de que un niño tiene necesidades educativas especiales? ¿Y cuáles son las más comunes durante la infancia?
Cuando hablamos en el libro de necesidades educativas especiales (NEE), nos referimos realmente al término que en la legislación se conoce como necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE), pero que por facilitar la lectura y hacerlo más divulgativo lo generalizamos al término internacional. Entendiendo esto, las necesidades educativas especiales son aquellas circunstancias en las que un niño requiere apoyo adicional o adaptaciones específicas en su entorno educativo para poder alcanzar su máximo potencial. Estas necesidades pueden surgir por una diversidad de factores, como discapacidades físicas, cognitivas, emocionales o del desarrollo, así como por dificultades específicas de aprendizaje, diversos trastornos como el trastorno del espectro del autismo o el trastorno por déficit de atención, e incluso las altas capacidades. Estas características hacen que se necesiten ajustes o estrategias individualizadas, ya que, en ocasiones, el sistema educativo convencional no responde a sus particularidades.
Las necesidades más comunes durante la infancia incluyen dificultades del aprendizaje, como la dislexia, que afecta la lectura; la discalculia, relacionada con las matemáticas; y la disgrafía, que afecta la escritura. También encontramos trastornos del desarrollo como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que impacta en la concentración y el autocontrol; y los trastornos del espectro autista (TEA), que pueden afectar la comunicación social y la flexibilidad de pensamiento. Además, hay niños con discapacidades físicas o sensoriales, como problemas de visión o audición, que también requieren adaptaciones especiales y estudiantes con altas capacidades que necesitan una educación ajustada a sus niveles superiores en diferentes ámbitos. El objetivo es identificar estas necesidades a tiempo para ofrecer el apoyo adecuado, ya que cada niño tiene un potencial extraordinario que puede florecer con el acompañamiento y las estrategias correctas.
¿En qué momento se suelen detectar?
Las necesidades educativas especiales suelen detectarse en diferentes momentos, dependiendo de la naturaleza de la necesidad. Algunas pueden ser evidentes desde edades muy tempranas, como en el caso de ciertas discapacidades físicas o del desarrollo, mientras que otras, como las dificultades de aprendizaje, pueden manifestarse más claramente cuando el niño comienza su etapa escolar.
Pero es importante saber que, actualmente, lo normal es detectar estas necesidades a partir de los 6-7 años, ya que se defiende la idea de que los test de evaluación, en ocasiones, no están adaptados para la etapa de educación infantil. Eso sí, la detección temprana es clave, ya que cuanto antes identifiquemos las necesidades, más rápido podemos implementar estrategias y apoyos que permitan al niño avanzar a su propio ritmo y según sus propias fortalezas.
En algunas familias aparecen sentimientos de negación ante la realidad de su hijo, pero, como comentas, comenzar cuanto antes la intervención es esencial. ¿Qué se les puede decir?
Es completamente natural que algunas familias pasen por una etapa de negación al descubrir que su hijo puede tener necesidades educativas. Este proceso puede ser emocionalmente abrumador y generar temor a lo desconocido. Sin embargo, es importante recordar que cuanto antes se intervenga, mejor será el pronóstico para el niño. Iniciar la intervención temprana no solo ofrece más oportunidades de aprendizaje y desarrollo, sino que también ayuda a la familia a adaptarse, entender mejor las necesidades de su hijo y, sobre todo, a encontrar herramientas que transformarán esa incertidumbre en confianza. El apoyo adecuado puede marcar una diferencia inmensa, y cada pequeño avance es un paso hacia un futuro lleno de posibilidades.
¿Cuáles son las fases por las que puede pasar una familia tras la detección de las necesidades educativas especiales?
Las familias suelen pasar por diferentes fases emocionales. Inicialmente, puede haber confusión o negación, seguida por una etapa de miedo o desasosiego, donde se preguntan qué implicará para el futuro de su hijo. Después, muchas familias experimentan una fase de aceptación, donde reconocen las necesidades del niño y empiezan a buscar activamente información y apoyo. Finalmente, llega una etapa de acción, en la que las familias se vuelven protagonistas del desarrollo y el bienestar del niño, colaborando con los profesionales y encontrando fortaleza en las particularidades de su hijo. A lo largo de este proceso, es fundamental acompañarse de redes de apoyo, ya que enfrentar este camino en comunidad siempre es más llevadero.
En tu libro das una visión optimista de esta realidad, buscando las fortalezas de estas excepcionalidades. ¿Cómo debe embarcarse la familia en ese camino?
El primer paso es cambiar el enfoque. En lugar de ver estas necesidades como limitaciones, es importante verlas como oportunidades para descubrir habilidades y fortalezas únicas. Cada niño tiene talentos que pueden florecer si crecen en un entorno adecuado. La clave es que la familia, en lugar de centrarse en lo que el niño no puede hacer, se enfoque en lo que sí puede, para así fortalecer su autoestima, su capacidad de superación y poder ayudarle a desarrollar esas habilidades. Este cambio de mentalidad puede ser transformador. Además, el apoyo emocional es vital: aprender a aceptar y celebrar las diferencias es una parte crucial del proceso. La familia tiene que permitir también que sus emociones fluyan, pero sin dejar que el miedo dicte el camino. Con el apoyo adecuado, cada niño puede sacar su mejor versión.
Comentas en tu obra que la relación entre la familia y el centro educativo es muy importante. ¿En qué otras instancias pueden apoyarse los padres?
Además del centro educativo, que juega un rol esencial, los padres pueden apoyarse en otros contextos. Pueden encontrar grupos de apoyo o asociaciones de familias en situaciones similares que se convertirán en una fuente muy importante de información y consuelo. También es importante contar con profesionales como psicólogos, psicopedagogos, terapeutas ocupacionales, logopedas o educadores especializados que puedan guiar en el desarrollo integral del niño. Por otro lado, el entorno social y la familia extendida son vitales; contar con personas cercanas que comprendan y respeten las particularidades del niño refuerza ese círculo de apoyo tan necesario.
Tu lema es que "cualquier persona es mucho más que una etiqueta y dándole el apoyo necesario, puede brillar con luz propia". ¿Qué debe hacerse desde la familia en este sentido?
Lo primero es recordar siempre que las etiquetas no definen a una persona. Pero como familia debemos entender que sin una etiqueta no habrá recursos educativos como especialistas de pedagogía terapéutica, de audición y lenguaje o modificaciones en el ámbito educativo. Más concretamente, desde la familia es crucial ver al niño como un ser completo, lleno de posibilidades, y no reducirlo a un diagnóstico o a sus dificultades. Esto implica reconocer sus logros, pequeños o grandes, y fomentar su autoestima a través de un entorno de amor, apoyo y respeto. También es importante proporcionar las herramientas necesarias para que el niño pueda superar los obstáculos, desde adaptaciones en casa hasta la búsqueda de recursos especializados, pero siempre con el enfoque en sus habilidades. Al final del día, son el cariño, la paciencia y el reconocimiento de su individualidad lo que realmente le permitirá crecer y brillar.
¿Cómo enseñar a los niños a celebrar las diferencias de sus compañeros?
Enseñar a los niños a celebrar las diferencias comienza por mostrarles la riqueza que aporta relacionarse con personas diversas. Cuando los niños tienen la oportunidad de interactuar con compañeros que piensan, aprenden o se comportan de formas distintas a la suya, desarrollan una mayor tolerancia y empatía.
La convivencia con personas de diferentes habilidades, culturas y formas de ver el mundo permite a los niños interiorizar valores como el respeto, la solidaridad y la justicia, que son esenciales para vivir en una sociedad inclusiva. A través de estas experiencias, aprenden que las diferencias no son barreras, sino oportunidades para crecer, y que apoyarse mutuamente es parte de lo que nos hace más humanos. Educar en diversidad no solo ayuda a aceptar lo distinto, sino a celebrarlo, y eso fortalece los lazos que construimos con los demás.
Se puede empezar hablando abiertamente sobre la diversidad, mostrándoles que todos somos diferentes, ya sea en cómo pensamos, aprendemos o nos movemos, y que esa diversidad es algo positivo. También es útil involucrar a los niños en actividades que promuevan la inclusión, donde puedan interactuar con compañeros que tienen diferentes habilidades y perspectivas. Los cuentos, juegos y ejemplos prácticos son formas maravillosas de normalizar estas diferencias y enseñarles a verlas