El Dr. José Manuel Moreno dirige el Departamento de Pediatría de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid. Acaba de publicar el libro A comer también se aprende (Ed. Palabra), una obra muy práctica donde responde a las dudas más frecuentes acerca de la alimentación infantil, con el objeto de sentar unas buenas bases que puedan acompañar al niño hasta la edad adulta. Hemos charlado con él.
Comenta en el libro que los padres llegan a la consulta con mucha información sobre alimentación infantil, pero también con mucho 'ruido'. ¿Cuáles son las ideas erróneas más frecuentes?
Hay dos grandes 'líneas' de temas: los que consideran que no debe haber ninguna orientación y que cada familia puede organizar la alimentación de su hijos como crea oportuno –estos son los menos– y, por otra parte, los que siguen esquemas muy rígidos. Hace unos años, el consejo sobre la alimentación, en especial en el niño pequeño, seguía un orden muy rígido que complicaba mucho las comidas de los niños y ahora preocupa, sobre todo, que lo que coman sea saludable: no sal, no azúcar, no procesados, etc. Hasta el punto de considerar que, incluso, el consumo ocasional sea perjudicial. También el intento de achacar algunos síntomas comunes en los niños a posibles intolerancias a alimentos: por ejemplo, tener mocos por consumir leche o derivados lácteos, el dolor de tripa porque no tolere algunos alimentos... Demasiadas intolerancias alimentarias no demostradas.
En el libro habla también de la dieta en la gestación. ¿Cuál es el alimento que, tomado en el embarazo, puede influir positiva y negativamente más en la salud del bebé una vez que nace?
Lo más importante no es un alimento en sí, sino un patrón alimentario saludable (como el patrón de la dieta mediterránea). Pero si hemos de apuntar a algún alimento que influye positivamente en la salud del bebé después del nacimiento es el consumo de pescado: mejor desarrollo neurológico, menor riesgo de alergia, entre otros hallazgos.
Por el contrario, los alimentos asociados a riesgo tienen que ver, por una parte, con la seguridad: por ejemplo, consumo de grandes pescados azules (emperador, atún rojo) por acumulación de mercurio, efectos negativos de cualquier consumo de alcohol y, en otra línea, dietas con restricciones de alimentos sin tomar los suplementos adecuados (deficiencia de vitamina B12 en madres veganas que no tomen suplementos de vitamina B12 durante el embarazo)
Los padres se suelen preocupar mucho por los percentiles en que están sus hijos. Pero, como explica en el libro, "lo importante no es estar en uno u otro, sino mantener una trayectoria coherente". ¿Cómo podemos saber que esa curva es adecuada?
Su pediatra o la enfermera de pediatría le podrán explicar con mayor detalle, pero en una líneas le resumo. El percentil es como el carril de la carretera por el que va uno. Ir por un u otro percentil va a depender de muchos factores, pero en los primeros dos años dependerá mucho del peso y la longitud al nacimiento y de la edad gestacional. Más adelante (a partir de los 4 años) influye también el tamaño de los padres.
Lo saludable es ir por un percentil de forma regular (es como ir por el mismo carril en una carretera) y es más arriesgado cambiar de carril, sobre todo si se van produciendo cambios de carril en varias ocasiones. Tan malo es ir por el percentil 5 y pasar en pocos meses a un percentil 75 como estar en un percentil 95 y bajar al percentil 50. Además, debe tenerse en cuenta el estado general del niño: ¿está contento?, ¿es activo?, mucho más que el percentil en el que se encuentre.
Aunque la recomendación médica es la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses como modo de alimentación, el número de madres que lo llevan a cabo es bajo. ¿Qué es lo que falla?
Esta es una pregunta que nos debe hacer reflexionar a todos. Hay dos grandes motivos que impiden que tengamos una tasa de lactancia mejor. Por una parte, en las primeras etapas las dificultades en la lactancia, sobre todo el dolor al amamantar y, en última instancia, las mastitis unidas estas dificultades a no recibir el apoyo oportuno en esos momentos. En los abandonos más tardíos tiene mucho que ver la dificultad para conciliar lactancia y trabajo. También habría que tener datos de colectivos con tasa de lactancia más baja: población inmigrante, madres con un mayor número de hijos pequeños, etc.
La alimentación complementaria suscita muchas dudas entre los padres. ¿Cuáles son las líneas rojas?
Pocas. Es, en verdad, una época apasionante: pasar de una alimentación sólo láctea (los 6 primeros meses) a incorporarse a la mesa familia (a lo largo del segundo año). Pocas líneas rojas: en el primer año no administrar verduras de hoja verde (repollo, espinacas), salvo que se hagan en ese momento, no darles pescados azules de gran tamaño (toda la infancia), no darles miel. En los dos primeros años de vida: ni sal ni azúcar añadido. En los 2-3 primeros años de vida, evitar alimentos duros de pequeño tamaño que puedan ocasionar sofocaciones (como frutos secos enteros).
¿Qué sucede cuando se obliga a comer a un niño?
Con frecuencia, esta estrategia para conseguir que un niño coma se vuelve en contra de los padres. A corto plazo, hace que comer se convierte en un martirio para padres y niños, motivo de enfados y discusiones y, a la larga, hay mayor riesgo de obesidad y de trastornos de la conducta alimentaria.
Entender bien las claves de hambre y saciedad, las señales del niño, son el punto crucial. Tener autoridad sin ser autoritarios.
¿Cuál es la importancia real del desayuno en la etapa infantil?
El desayuno no es que sea la comida principal del día, pero es la que marca la pauta del día. Rompe el ayuno (des-ayuno) nocturno. El niño pasa de utilizar sus reservas de energía a obtenerlas de los alimentos que consume. Además, tiene la ventaja de que con un grupo reducido de alimentos –bien aceptados en general por los niños– se consigue un buen valor nutricional.
¿Por qué es tan importante sentar al niño a la mesa con el resto de la familia a la hora de la comida?
Tiene muchísimas ventajas y no solo nutricionales. La mesa es un momento para compartir no solo alimentos: noticias, planes, ilusiones y fracasos del día... Además, se aprende a comer con moderación –esto facilita la aparición de la saciedad al comer–, por imitación cuando los niños son pequeños se exponen a sabores nuevos, se comparten tradiciones y cultura gastronómica, etc. Pero también con unas mínimas normas: no móviles ni otras pantallas, es el mismo plato para todos, pero no la misma cantidad, todos colaboran a poner y quitar la mesa….
¿Cómo influyen los primeros años de vida en el estilo alimentario que tendrá esa persona a lo largo de su vida?
Hablamos de los 1.000 primeros días (desde la concepción hasta el final del segundo año) donde el bebé se expone a los nuevos alimentos, a las diferentes texturas, a las diferentes formas de cocinar –la gastronomía–, que hace desarrollar las apetencias y aversiones. Estos hábitos se refuerzan entre los 2 y 5 años y se mantienen de forma muy constante para toda la vida. Prácticamente, el 80-90% de los alimentos que consumimos habitualmente son los que estaban en la mesa de casa cuando éramos niños