Nora Kurtin (@Nora_Kurtin, en Instagram) tiene una amplia experiencia en el mundo infantil. Es fundadora y CEO de Sapos y Princesas (www.saposyprincesas.com) y acaba de publicar el libro Crianza Activa (Ed. Larousse), donde en 250 preguntas recorre el universo del bebé hasta los tres años, incidiendo en cada etapa vital: recién nacido, 1-6 meses, 7-12 meses, 1-2 años y 2-3 años. Hemos charlado con ella sobre las características de esta crianza activa.
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Tomando el título del libro, ¿qué se entiende por una crianza activa?
La crianza activa es un enfoque de educación consciente y comprometida donde los padres participan de manera integral en el desarrollo de sus hijos, abarcando los aspectos físicos, emocionales, sociales y cognitivos. Se basa en ser coherentes entre nuestras acciones y pensamientos, ya que los hijos aprenden más de lo que hacemos que de lo que decimos. Esto implica que las acciones en el hogar, incluyendo la distribución equitativa de tareas y roles entre los progenitores, forman la base de su educación y su percepción de la sociedad.
Este enfoque fomenta la comunicación abierta y el fortalecimiento del vínculo familiar, a través de momentos compartidos, creando un entorno de respeto y participación activa. Promueve la autonomía y la autoestima en los niños, brindándoles herramientas para tomar decisiones, resolver problemas y enfrentar desafíos. Además, responde a las realidades de la vida moderna, adaptándose a los cambios sociales y tecnológicos, y priorizando el bienestar integral del niño.
Escribí Crianza activa motivada por mi experiencia personal como madre, por los momentos compartidos con mis hijos y por los años que he pasado al frente de Sapos y Princesas. Durante este tiempo, he tenido la oportunidad de observar de cerca cómo ha evolucionado la forma de criar en España. He visto cómo los padres de hoy en día enfrentan desafíos únicos en un mundo en constante cambio, y sentí la necesidad de compartir una perspectiva más coherente sobre la educación de los hijos, adaptada a las necesidades actuales de las familias.
El libro aborda los mil primeros días del bebé. ¿Es la etapa en la que más preguntas se plantean las familias?
La llegada del bebé implica un cambio profundo en la vida de los padres, tanto a nivel emocional como en la dinámica diaria personal. Es una situación totalmente diferente a cualquier otra que hayan vivido; el bebé se ve tan indefenso y dependiente que les asaltan numerosas dudas. Al principio, las inquietudes se centran en las necesidades básicas de recién nacido: cómo alimentarlo, cómo hacerlo dormir, cómo interpretar su llanto. Sin embargo, a medida que el niño crece, las preguntas se enfocan en otras áreas que aún no se habían explorado. Cada etapa del desarrollo trae consigo nuevas dudas, desde cómo estimular su desarrollo motor y cognitivo hasta cómo manejar sus primeras interacciones sociales y emocionales.
En Crianza activa he querido dividir los primeros mil días en diferentes tramos de edad para reflejar mejor las inquietudes en cada etapa y recoger las 200 preguntas más frecuentes de los padres organizadas en los diferentes ámbitos de la crianza, como salud, bienestar emocional, desarrollo psicomotor y planes en familia, entre otros. De esta manera, el libro tiene una estructura muy práctica, y ofrece respuestas sencillas y concretas que incorporan las recomendaciones de los expertos. Así espero poder ayudar a los padres a estar tranquilos y disfrutar de manera activa el desarrollo de sus hijos.
De todos ellos, ¿cuál es el ámbito que despierta más inquietud?
Las dudas y preocupaciones cambian a medida que el niño crece. Inicialmente, desde el nacimiento hasta los seis meses, las preocupaciones se centran en la alimentación, el sueño y la salud del bebé. Entender y satisfacer las necesidades básicas es fundamental en los primeros meses; por ello, los padres buscan orientación sobre la lactancia, el llanto, el establecimiento de rutinas y cómo fomentar un vínculo seguro con el recién nacido.
Entre los seis y los doce meses, las preguntas comienzan a enfocarse en el desarrollo motor y cognitivo, como la introducción de alimentos sólidos y el estímulo para gatear o caminar. A medida que el niño avanza entre los 12 y los 24 meses, las inquietudes se centran en el desarrollo del lenguaje, la gestión de las primeras rabietas y la promoción de la autonomía, como aprender a comer solo. En la última etapa, hasta los 36 meses, surgen dudas sobre la socialización, el control de esfínteres y cómo preparar al niño para la escuela infantil. Por lo que acompaño a los padres en cada fase, con herramientas y consejos prácticos para abordar de manera efectiva estas inquietudes.
Llevas casi 20 años en el mundo de la información infantil, ¿cómo han cambiado los intereses de los padres en este tiempo?
Desde Sapos y Princesas he podido ver, en primera fila, la gran evolución que han tenido los intereses de los padres en España. Las familias con más de dos hijos han disminuido drásticamente, dejando paso a las familias con un solo hijo o sin hijos, por otro lado, la mujer se incorpora al mercado laboral de manera eficiente. Esto se refleja en la necesidad de los padres de ofrecerle a los hijos una mayor atención y recursos para su desarrollo, su bienestar emocional y su preparación académica.
La irrupción de la tecnología ha planteado el gran reto. El uso responsable de dispositivos móviles, el control del tiempo de pantalla y la protección frente a contenidos inapropiados en internet. Además, el acceso temprano a redes sociales y la exposición a la sobreinformación desborda a los padres que buscan un equilibrio para aprovechar las ventajas de la tecnología y evitar sus efectos negativos.
También, ha crecido el interés por el bienestar emocional de los niños, donde se intenta compartir, comprender los sentimientos y enseñarles a canalizar las emociones. Por lo que las familias buscan recursos como libros, películas y talleres. Además, han ganado importancia temas como la prevención y gestión del bullying (donde 10,3% de los estudiantes reporta haber sido víctimas de ciberacoso) y la educación emocional, ya que se ha observado un aumento de problemas psicológicos como la depresión y la ansiedad en niños y adolescentes, sobre todo postpandemia. Así mismo, les preocupa la falta de identidad sexual, y los trastornos alimenticios.
Progresivamente, aunque aún queda mucho, se observa una mayor implicación de ambos padres en la crianza y, una creciente conciencia sobre la necesidad de una vida más saludable y equilibrada.
¿Y los estilos de crianza, cómo han evolucionado en este tiempo y qué quieren saber los padres?
En mi generación, muchos fuimos educados bajo un modelo tradicional autoritario, basado en la obediencia estricta y los castigos. Al ver que este enfoque no era válido para la educación que queríamos dar a nuestros hijos, nos inclinamos hacia modelos más flexibles y respetuosos. Sin embargo, como sucede a menudo cuando se rechaza un estilo de crianza, surgió un efecto péndulo: la crianza permisiva se popularizó, situándose en el extremo opuesto al autoritarismo. En este enfoque, los límites no son claros y, en muchos casos, el niño termina adoptando un papel dominante dentro del hogar.
Si a la falta de límites y permisividad se suma la sobreprotección, el resultado son niños a los que no se les permite equivocarse y aprender de sus errores, lo que afecta negativamente su desarrollo. Crecen sin adquirir habilidades esenciales como la seguridad en sí mismos, la capacidad de esfuerzo y la resiliencia. Este modelo ha sido ampliamente criticado por expertos, ya que tiende a generar una falta de autoestima en los niños, debido a que no aprenden a enfrentar los desafíos por sí solos y no conocen el esfuerzo.
Hoy en día, los padres buscan encontrar un equilibrio entre estos dos extremos, hacia una crianza más participativa y colaborativa. Por eso, estilos como la crianza positiva han ganado popularidad, centrándose en la empatía, la comunicación y la disciplina basada en el respeto mutuo. Otros enfoques, como la crianza con apego, también se han extendido, promoviendo un vínculo emocional fuerte a través del contacto físico, la lactancia prolongada y el colecho, adaptándose a las nuevas necesidades y valores de las familias modernas.
Lo que propongo en Crianza activa es establecer unas bases sólidas que representen los valores sobre los que construiremos nuestra familia. Esto incluye límites claros y un reparto de responsabilidades entre todos los miembros del hogar, donde el respeto y la colaboración son pilares fundamentales. La comunicación fluida es el engranaje que permite que este sistema funcione de manera armoniosa, premiando el esfuerzo, la responsabilidad y la autonomía de los niños en un entorno de apoyo emocional. Este enfoque, presente a lo largo del libro, destaca la importancia de educar con coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, permitiendo a los padres acompañar activamente el crecimiento de sus hijos para que se desarrollen de forma integral.
"A menudo repetimos patrones aprendidos de nuestros propios padres, por lo que es crucial reflexionar acerca de nuestra propia forma de educar", dices en el libro. ¿Crees que lo hacemos?
Es cierto que solemos repetir los patrones que aprendimos de nuestros propios padres, ya que estos modelos están profundamente arraigados en nosotros y los asumimos como la forma “natural” de actuar. Esta repetición inconsciente se debe a que, durante nuestra infancia, absorbemos comportamientos y respuestas que luego adoptamos como propios a lo largo de nuestra vida. Aunque muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta, cada vez más padres se están dando el espacio para reflexionar sobre su forma de educar.
En el libro, menciono que la clave está en tomar consciencia de estos patrones, cuestionarlos y preguntarnos si realmente representan los valores y principios que queremos transmitir. Cuando no reflexionamos sobre nuestra manera de educar, caemos fácilmente en dinámicas que pueden generar frustración y conflictos, sobre todo cuando chocan los modelos de crianza de ambos progenitores. La crianza activa invita a los padres a detenerse, evaluar sus reacciones y buscar alternativas que fomenten un entorno de aprendizaje y crecimiento positivo, evitando así repetir conductas que no se alinean con el modelo educativo que aspiramos a construir. Sin juzgar, ni sentir culpa, conviene aceptar que nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron con las herramientas y el entorno con el que contaban para educarnos.
Este proceso requiere un esfuerzo consciente y constante de desaprender ciertos comportamientos y adoptar otros nuevos que se adapten mejor a las necesidades de nuestros hijos y los objetivos que tenemos como familia. Con esta conciencia y un enfoque activo, podemos construir un ambiente educativo más coherente, respetuoso y positivo, donde nuestras acciones reflejen los valores que queremos transmitir a las futuras generaciones.
¿Cuál es el secreto para disfrutar de la crianza, a pesar de todas las dudas e inquietudes que pueden ir surgiendo?
Diría que para disfrutar de la crianza hay que aprender a soltar la idea de perfección y aceptar que cometer errores es parte natural del proceso. Los padres necesitamos entender que no siempre tendremos todas las respuestas, pero que educar significa aprender junto a los hijos, reconocer los propios fallos y seguir adelante con empatía y paciencia. La crianza no es un camino lineal; habrá momentos de alegría y otros de incertidumbre, pero todo se afronta mejor cuando hemos acordado con la pareja cuáles serán las bases sobre las que queremos construir nuestra familia. Este pacto de valores compartidos y límites claros nos ayudará a mantener la coherencia y el apoyo mutuo en los momentos más complicados.
Otro aspecto fundamental es la flexibilidad. Los hijos demandarán más espacio para su crecimiento y desarrollo, y debemos estar preparados para dárselo, estableciendo límites desde el cariño y el respeto. Ellos necesitan estructura, pero también necesitan sentir que pueden explorar y cometer errores sin ser juzgados.
Además, es imprescindible aprender a disfrutar de los pequeños momentos y logros diarios, celebrar sus avances y compartir con ellos sus aprendizajes. Desde las risas en casa hasta los abrazos que consuelan un mal día, estos instantes refuerzan el vínculo emocional y ayudan a vivir la crianza con mayor serenidad y alegría.
Por último, la crianza se vuelve más satisfactoria cuando se comparte. Es importante apoyarse en la pareja, dándole el espacio para que también construya su propia relación con los hijos, y fomentar una comunicación abierta para resolver conflictos y preocupaciones. Así mismo, crear una red de apoyo, ya sea con familiares, amigos o profesionales, permite compartir experiencias y buscar ayuda cuando la necesitamos. No menos importante es reservar tiempo para uno mismo, ya que solo cuando estamos bien podemos dar lo mejor de nosotros.
La crianza activa promueve esta visión integral, donde el equilibrio personal, la relación de pareja y el desarrollo de los hijos se entrelazan para construir un entorno donde todos crecen y se apoyan mutuamente.