Nati Beltrán, experta en Neurociencia y educación integradora, y Pilar Enrich, certificada como profesora Montessori, son la autoras de Mi cerebro solo se contruye una vez (Ed. Toromítico). Una completa guía para entender qué pasa en el cerebro de los niños en sus primeros siete años de vida y por qué es tan determinante para el futuro. Basado en la pedagogía Montessori, la obra destaca cuáles son las necesidades que hay que cubrir para favorecer una maduración cerebral óptima. Hemos hablado con ellas.
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Siempre se comenta que los niños son como 'esponjas'. En ese sentido, ¿cómo funciona el cerebro infantil en relación a lo que tiene alrededor?
En efecto, el niño absorbe todo lo que tiene a su alrededor, no solo lo hablado, o lo visto, que es lo más obvio, sino que absorbe a través de todos sus sentidos. Al nacer, el cerebro está sin acabar de formar y expectante de experiencias. Maria Montessori llamó al entorno una segunda matriz, y la neurociencia está mostrando que el cerebro se cablea en función de lo que el niño vive, lo que toca, escucha, huele, y el trato que recibe. Su cerebro usa esta información para formar conceptos y catalogar las características del mundo y empezar a abstraer cómo funciona. Los niños aprenden con el cuerpo entero, moviéndose, jugando/trabajando e imitando. Montessori lo llamó “mente absorbente” porque absorben y aprenden todo sin esfuerzo.
Es importante subrayar que los pequeños absorben todo, tanto lo positivo como lo negativo. Las personas del entorno son muy influyentes, ya que los niños absorben sus gestos, actitudes y maneras de hacer las cosas. De aquí viene la adaptabilidad tan tremenda del ser humano: los niños absorben la cultura y lenguajes de su entorno sin esfuerzo. No hay que olvidar que también se contagian y dejan huella los miedos, actitudes negativas, estreses y críticas. En los primeros 3 años, las memorias de lo vivido son implícitas, es decir, quedan en el subconsciente, pero son lo que forman a la persona. El cerebro de la persona es el resultado de sus experiencias, sobre todo en la primera infancia.
En el libro se dan las claves para maximizar el potencial del niño, de acuerdo al método Montessori y a la neurociencia. ¿Qué es lo más importante que hay que tener en cuenta en ese sentido?
Lo primero, hay que entender cómo funciona el niño para poder fomentar su desarrollo natural que viene guiado desde dentro y no obstaculizarlo. El niño nace con una guía interna y nuestra tarea es seguirla. Para ello, necesitamos aprender a detectar sus necesidades y crear un entorno que las cubra. ¿Cómo hacer esto? Los niños comunican sus necesidades de desarrollo con su comportamiento y expresando sus emociones. El niño irá buscando actividades para practicar aquello que su cerebro está desarrollando en ese momento, por ejemplo, ordenar y catalogar. El entorno ha de ser variado en texturas, olores, tamaños, tipos de actividad. Ha de ser sencillo a la vez para no abrumar y facilitar la elección. Ha de ser dinámico y evolucionar con el niño. El cerebro infantil necesita alimento intelectual, pero también necesita un entorno humano variado y respetuoso.
Hay 3 aspectos que son cruciales fomentar para apoyar el desarrollo cerebral óptimo. Primero, hay que dejar que los niños elijan y actúen libremente dentro de un entorno seguro, bien preparado y equilibrando esta libertad con unos límites claros. Así, el niño puede seguir sus pautas de desarrollo internas y a la vez adaptarse a la sociedad. Lo segundo es fomentar la concentración, que es muy frágil al principio y se puede romper hasta con los cumplidos bien intencionados. Los niños necesitan poder ejercitarla como si fuera un músculo. Una vez que se logra concentrar lavándose las manos, esa habilidad la podrá transferir a concentrarse en un problema de matemáticas. Tercero, hay que respetar la comunicación espontánea del niño para desarrollar el lenguaje y sus capacidades sociales y emocionales. Así cuando sea adolescente tendrá las bases de una buena comunicación social y emocional; es un idioma que se aprende desde pequeños.
Y, al contrario, ¿qué no se debería hacer nunca porque perjudica a ese cerebro en construcción?
Hay varias cosas que se hacen comúnmente que afectan negativamente el desarrollo cerebral. Lo más importante es evitar que los niños sientan estrés o miedo. No hay que gritarles, amenazarles, o asustarles con nuestras reacciones. Esto es porque la corteza prefrontal, responsable de planificar, resolver problemas y regular las emociones, es particularmente susceptible al estrés, incluso leve. Siempre y cuando no sea peligroso, es mejor dejarlos cometer errores sin regañarles ni criticarles y que experimenten en carne propia las consecuencias de sus decisiones. Los errores son el mejor maestro y son mucho más efectivos que los sermones.
No hagas por los niños lo que ellos son capaces de hacer porque es con la actividad que se forman y fortalecen las conexiones entre las neuronas. No los ignores, ya que tu vínculo es más que afecto, es un ingrediente necesario para crear las redes neuronales sociales que durarán de por vida. Tampoco hay que eliminar las emociones consideradas “negativas,” ya que no es real estar siempre feliz y contento. Para que un niño pueda desarrollar las conexiones neuronales que le permitirán regular sus emociones, es esencial acostumbrarnos a aceptar todo el abanico de emociones sin criticarlas y así los niños aprenderán a aceptarlas y gestionarlas ellos mismos.
¿Estamos desconectados de lo que el niño necesita según la biología?
Ciertamente, hay muchos mitos que circulan por la sociedad que van en contra de las necesidades biológicas de los niños. Para poder romper esos mitos hace falta entender las 3 categorías de necesidades de los niños: vincularse, sentirse independientes y aprender constantemente.
Como hemos visto, la primera necesidad es vincularse con nosotros y sentirnos cercanos. Dales presencia, tiempo y atención genuina (guarda el móvil). Mírales a los ojos cuando les hables y te hablan. Existe el mito de que se demuestra amor haciendo todo por los niños, pero esto les frustra y les merma la autoestima. Hay que calibrar la ayuda, ofreciéndo la justa y necesaria según sus capacidades y respetar cuando no la quieren.
Lo segundo es que sienta que tiene independencia y autonomía para empezar a tomar sus propias decisiones y desenvolverse en su entorno libremente. Hay que permitirles elegir, probar incesantemente y experimentar las consecuencias de sus elecciones y “errores”. Así adquieren responsabilidad y desarrollan una verdadera disciplina que viene de adentro. Este es otro mito: la disciplina y obediencia no nacen imponiéndolas desde afuera, sino que son el resultado del desarrollo cerebral y surgen naturalmente de dar libertad dentro de unos límites claros.
La tercera necesidad es el aprendizaje constante. El niño siente impulsos internos a perfeccionarse y para ello repite las cosas y prueba sin cesar. Contrariamente a lo que piensa la gente, no es necesario rellenar a los niños con conocimientos. En vez de eso, es mejor dejarles elegir, repetir y concentrarse, e incluso aburrirse para que aprendan a regularse. Si se respeta el proceso de aprendizaje innato, no hacen falta los elogios, halagos y calificaciones, o castigos; esto solo les aturde. El niño, si no se interfiere, está diseñado para seguir la verdadera recompensa que viene de dentro: el gozo de aprender algo nuevo y superar retos.
Para una maduración cerebral óptima se necesita tener sensación de seguridad y bienestar, ¿cómo proporcionarla a los hijos?
Lo que más seguridad proporciona a los niños es un ambiente humano cercano, lleno de amor y respeto. Es fundamental construir un apego seguro para que el niño pueda confiar en que estamos ahí cuando nos necesite y a la vez saber que respetamos su autonomía. Es importantísimo en la primera infancia que les escudemos de violencia o mensajes negativos que podrían dañarles y marcarles de por vida.
A la vez, necesitamos proteger sin sobreproteger. Necesitamos cuidar el entorno donde están, para que sea seguro tanto físicamente como psicológicamente. Y después darles libertad. El niño tiene que sentir que nosotros creemos en él y que confiamos en sus capacidades. Esto le proporciona una sensación interna de seguridad, porque cada vez puede hacer más cosas y entender el mundo mejor. Es así como construyen una autoestima sólida.
Cuando inevitablemente haya eventos que podrían ser difíciles de digerir o incluso traumáticos, lo que más les protegerá es tu amor, aceptación y que les ayudes a digerirlos. Las investigaciones muestran que es justamente la presencia cercana y la calidad de las relaciones las que protegen de eventos adversos en la infancia y proporcionan una maduración cerebral óptima. Las investigaciones están mostrando que no solo proporcionan bienestar ahora, sino que también fomentan su salud física y mental a largo plazo.
¿De qué manera influye un exceso de estrés en la capacidad cerebral del niño?
Lamentablemente, la corteza prefrontal es particularmente susceptible a estreses como la soledad, la presión, los gritos, las amenazas, o el miedo crónico. Por esta razón, el estrés está estrechamente ligado al desarrollo de las funciones ejecutivas básicas (como por ejemplo, poder controlar los impulsos). Estas están relacionadas con capacidades muy necesarias en la vida como enfocarse, planificar, resolver problemas complejos, convivir armoniosamente y el bienestar emocional. De hecho, se ha visto que el nivel de funciones ejecutivas es un mejor indicador del éxito en la vida que el coeficiente intelectual.
Una complicación reciente para los cerebros infantiles son las pantallas. Han hecho más difícil poder cubrir sus necesidades vitales, por ejemplo de vincularse a ti y sentirse querido, hacer suficiente ejercicio físico, tener contacto con la gente y la naturaleza o aprender a bregar con el aburrimiento y emociones difíciles. Es muy importante que los padres no usen la tecnología como un chupete. En vez de esto, necesitamos ayudar a los niños a que aprendan a manejar los picos de estrés para que no tengan efectos nocivos.
¿Hasta qué momento del desarrollo podemos actuar positivamente sobre el cerebro de nuestros hijos?
Es muy conocido que el cerebro es plástico de por vida. Nunca es tarde y se pueden recuperar la mayoría de las capacidades o huecos no logrados de la infancia. Sin embargo, hay momentos críticos en los que el cerebro está cambiando su arquitectura de manera más profunda. En la primera infancia (de los 0 a los 7 años), el cerebro humano tiene características especiales que hay que aprovechar. Pasado este periodo, requerirá de mucho más esfuerzo que en los momentos biológicamente ideales. Esta es la razón por la cual los pequeños aprenden con tanta facilidad cualquier idioma; aunque de más mayores también se puede, se vuelve mucho más difícil.
En la adolescencia, el cerebro pasa por unos cambios tremendos en donde hay oportunidad de conseguir habilidades aún no adquiridas. Pero no para ahí. Hace más de 100 años, Maria Montessori ya descubrió que el ser humano se desarrolla de por vida y que no se llega a la madurez hasta los 24 años, aproximadamente. Curiosamente, estos tiempos coinciden con la neurociencia actual: la corteza prefrontal no acaba de madurar hasta los 24 años. No hay que perder la esperanza, con el apoyo y esfuerzo adecuados se puede conseguir madurar capacidades como el autocontrol, la concentración, medir riesgos para poder tomar mejores decisiones y a la vez tomar responsabilidad de sus consecuencias.
Para que la sociedad vaya bien es necesario que las infancias sean sanas, comentáis en el libro. ¿Cómo recuperar una infancia que no lo ha sido?
Por muchas carencias que haya habido en tu infancia, hoy eres adulto y puedes tomar la responsabilidad de la persona que eres y proporcionarte ahora las circunstancias para poder sanar y seguir creciendo. Educar con respeto es la oportunidad perfecta porque requiere de un trabajo interno del adulto: a la vez que apoyamos el desarrollo del niño nosotros también mejoramos y maduramos. Cuando aprendemos a observar sin interrumpir, por ejemplo, estamos trabajando el control inhibitorio de nuestras acciones. Cuando no decimos o hacemos lo impulsivo, como un grito o como proyectar nuestros sentimientos de frustración en ellos, estamos aprendiendo a controlar las emociones y responsabilizarnos.
Se puede llegar a conseguir un apego sano como adulto, aunque no se tuviera de niño y esto cura muchas heridas. Puedes salir de entornos negativos y rodearte de personas que realmente te valoran y apoyan y tengan un impacto positivo en ti. Para tener relaciones saludables hay que aprender a poner límites de manera clara y sin imponer. Aprender a hacerlo con los niños te va a ayudar a hacerlo con otras personas. Con aceptación, cariño y auto-empatía poco a poco cambia tu voz interna y puedes llegar a sentir más bienestar y sanar tus heridas de la infancia.
La clave de una vida psicológica sana es rodearse de un ambiente que nos apoye y nutra, a la vez que tener un propósito que nos aporte significado en la vida. Investigaciones muy recientes apuntan a que trabajar las siguientes 3 capacidades aumenta el bienestar y salud mentales tremendamente: la atención, la conciencia y la compasión. Hay que cuidarse y seguir creciendo para poder cuidar a nuestros hijos.