Hay muchas malformaciones o problemas que puede afectar al bebé desde su nacimiento. Algunas no pueden corregirse, pero, afortunadamente, otras sí. Es el caso del hundimiento del esternón (pectum excavatum), que afecta a uno de cada 300 recién nacidos, una cifra considerable, y que se conoce popularmente también como 'pecho en embudo' o 'pecho hundido'.
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La Dra. María Díaz Hervás, cirujana torácica especialista en el tratamiento de las deformidades de la pared torácica y responsable del equipo de especialistas del Hospital HM Nens de Barcelona, donde tratan esta afección, nos da todas las claves sobre ella.
¿Por qué el niño nace con el esternón hundido?
Hasta el momento no se sabe con seguridad cuál es la causa que lleva al bebé a nacer con el esternón hundido. Hay varias teorías, entre las que están que puede deberse a anormalidades en el diafragma, lo que genera una tracción incorrecta del esternón. También se habla de presiones intrauterinas anormales durante los nueve meses de gestación y otra posibilidad valora que los cartílagos costales han crecido demasiado. Los cartílagos costales se ubican en los extremos anteriores de las costillas y les dan elasticidad. Si crecen demasiado, pueden ocasionar el hundimiento del esternón. No obstante, son todas teorías sin una confirmación clara.
Lo que sí se sabe es que hay un componente genético en esta alteración. Así, entre el 15 y el 40% de los casos es una malformación que se ha pasado de padres a hijos.
Nada más nacer o cuando hay un estirón
Como destaca la Dra. María Díaz Hervás, “es una malformación que es cuatro veces más frecuente en varones que en féminas y, aunque puede apreciarse nada más nacer o durante los primeros años de la infancia, lo habitual es que la malformación empeore y se haga mucho más notable durante la adolescencia”. El problema de ese empeoramiento es que el más agudo se produce en plena adolescencia, una edad ya de por sí complicada para los chicos. En este sentido, tiene un elevado impacto psicológico para el paciente lo que, unido al riesgo de desarrollar problemas de tipo cardiorrespiratorio en un futuro, hacen que el tratamiento sea imprescindible, ya que podría afectar a los pulmones y al corazón.
Además del pecho hundido, las costillas pueden salir hacia adelante hacia un lado, o bien sobresalir las costillas inferiores, lo que da un aspecto de tripa muy abultada cuando son pequeños. En estos primeros años de vida, el pectus excavatum puede hundir el tórax cuando el bebé se ríe, llora o simplemente respira.
Hay niños que hasta la pubertad no muestran síntomas de tener el esternón hundido, lo que puede empeorar durante los estirones que suelen tener regularmente. Hay menores con este problema que pueden presentar otras patologías a la vez, como escoliosis o síndromes como el de Marfan o Poland.
En niños mayores, pueden surgir problemas al hacer deporte, sentir mareos cuando se ponen de pie, o notar un dolor en el pecho, además de cansancio y falta de energía, a lo que se añaden taquicardias.
La cirugía, el tratamiento definitivo
Hay varias formas de abordar el esternón hundido. En la actualidad, la cirugía es la manera más eficaz y definitiva de hacerlo, pero hay otras. Por ejemplo, la campana de succión o ventosa, un dispositivo que se puede adaptar a algunos pacientes y que eleva el esternón succionando y haciendo vacío. Hay diferentes medidas, según el tamaño y la corpulencia del niño, y a las chicas se le acomoda a las mamas.
Por su parte, la cirugía que se aplica es de alta complejidad y requiere de la coordinación de un equipo formado específicamente. El objetivo de la misma es remodelar el esternón y las articulaciones condroesternales, que son las que están entre el cartílago costal y el esternón, para corregir ese hundimiento. “Existen dos técnicas para revetir el hundimiento del esternón en quirófano: la de Ravitch, una técnica 'abierta' que se basa en la resección de los cartílagos costales y una remodelación esternal actuando sobre el propio hueso", destaca la especialista, "y la de Nuss que, por el contrario, se centra en la colocación de unas barras metálicas que empujan el esternón para corregir el hundimiento. Estas se mantienen durante un tiempo hasta que, una vez han cumplido con su función, pueden retirarse. En este caso, las incisiones son menos visibles y agresivas”, detalla.
Los chicos que son sometidos a estas intervenciones pueden reincorporarse a las pocas semanas a sus actividades cotidianas, aunque la primera semana posparto es complicada por el dolor y los controles exhaustivos a los que deben someterse. Después se irán uniendo de forma progresiva a su vida diaria e incluso podrán practicar deportes, comenzando por la natación, para hacer luego una evaluación entre tres y seis meses más tarde, en la que se valore si pueden participar ya o no en otras disciplinas físicas de contacto.