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Niño pequeño tirado en el suelo en medio de una rabieta© Getty Images

Crianza

Los 5 errores más comunes al gestionar la rabieta de un niño (y una fórmula para solucionarlos)

Las rabietas son normales en el desarrollo de los niños pequeños, pero pueden acabar por hacer que sean los padres quienes pierdan el control


22 de agosto de 2024 - 8:58 CEST

Si hay algo que ponga a prueba la paciencia y la habilidad de padres y madres respecto a sus hijos son las rabietas o berrinches. Ver al niño o a la niña en medio de una explosión emocional que, a ojos de los adultos, carece de sentido y que a menudo tiene lugar en las situaciones menos apropiadas suele desubicar enormemente a los progenitores y a otros familiares que están a su cargo.

Sin embargo, hemos de ser muy conscientes de que “las rabietas, aunque a menudo se estigmatizan, son una parte natural del crecimiento emocional y el desarrollo infantil”, tal y como asegura Elvira Perejón Díaz (@educacionincondicional), neuroeducadora, formadora y divulgadora sobre cerebro, emociones y crianza. Por ello, comprender lo que sucede en el cerebro del niño durante estos episodios, nos dice la experta, puede ayudar a los adultos a manejar las rabietas de manera más efectiva, favoreciendo así el cuidado de la salud mental de pequeños y mayores.

Durante una rabieta, el cerebro del niño es fuego, y necesita agua para calmarse; ese agua debe llegar en forma de oxitocina, la hormona del vínculo, el amor y la conexión

Elvira Perejón Díaz

¿Por qué los niños tienen rabietas?

Lo primero que subraya la neuroeducadora es que las rabietas no son intencionales, sino el resultado de un cerebro sobrecargado emocionalmente. Lo que ocurre es que, durante un berrinche de este tipo, “el cerebro del niño se inunda con hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol y este proceso fisiológico puede llevar a comportamientos disruptivos como gritar, patalear o morder”.

La explicación neurocientífica a este proceso es que “la corteza prefrontal, que es responsable del autocontrol y la regulación emocional, no está completamente desarrollada en los niños pequeños y no lo hará completamente hasta la etapa adulta, más allá de los 25 años”, como detalla Perejón Díaz. “Por eso, al igual que nunca le pediríamos a un bebé de 2 meses que caminara, no le podemos pedir a un niño en pleno desborde emocional que se controle solo”.

Los errores más habituales de los padres a la hora de gestionar una rabieta de sus hijos

Por mucho que se trate de un proceso lógico del desarrollo del niño, sigue tratándose de una situación altamente estresante también para los padres en la mayoría de las ocasiones, por lo que es muy fácil cometer errores a la hora de ayudar al pequeño a gestionar la rabieta. Elvira Perejón enumera los más habituales:

  1. Recurrir a castigos, chantajes o premios. “Usar frases como si no te calmas, te quedas sin postre o si dejas de llorar, te compro un helado”. Se trata de uno de los principales errores y, a pesar de eso, es también de los más difíciles de erradicar, por muy consciente que se sea de que no es adecuado. “Amenazar o chantajear no es efectivo, ni emocionalmente saludable, ni durante una rabieta ni en ninguna circunstancia. No es efectivo a largo plazo y solo generará miedo, desconfianza y un apego no seguro”.
  2. Retirar la atención y decir frases como ‘hasta que no te calmes, no te hago caso’. “El niño necesita comprensión incondicional y apoyo emocional para regular sus emociones”.
  3. Dejarlo solo y suponer que el niño se calmará solo sin intervención. “Los niños necesitan la presencia de un adulto para co-regular sus emociones  y la ausencia de intervención puede aumentar la sensación de desamparo y confusión del niño”.
  4. Pensar que la rabieta es intencional. “Pensar que el niño está actuando para desafiar a los adultos es un fallo. Los niños no tienen la capacidad de controlar sus emociones en el mismo grado que los adultos, y sus comportamientos durante una rabieta son el resultado de una respuesta emocional abrumadora, no de una intención maliciosa”.
  5. Perder la calma o impedir el llanto. Es muy fácil que los padres pierdan la calma y eso les lleve a impedir el llanto de su hijo. Sin embargo, “invalidar al niño y frenar la expresión de sus emociones no ayuda. El llanto es una forma natural de procesar emociones intensas. En lugar de reprimir el llanto, es importante permitir que el niño exprese sus sentimientos de manera saludable y libre”, recomienda la especialista.
Madre intenta vestir a su hija, que está en medio de una rabieta© Getty Images

¿Cómo ayudar al niño a gestionar una rabieta?

Son muchas las causas que pueden inducir a error a los padres: falta de conocimiento, cansancio, estrés, carga mental… “Además muchas familias no han puesto el foco en trabajar en su propio autoconocimiento y autocuidado”, señala Perejón. “Las heridas emocionales no resueltas de la infancia pueden influir en cómo manejan las rabietas de sus hijos, ya que influyen en el acompañamiento emocional, el estilo educativo con el que te criaron”.

Amenazar o chantajear no es efectivo, ni emocionalmente saludable, ni durante una rabieta ni en ninguna circunstancia; no es efectivo a largo plazo y solo generará miedo, desconfianza y un apego no seguro

Elvira Perejón Díaz

Sea por el motivo que fuere, lo cierto es que “durante una rabieta, el cerebro del niño es fuego, y necesita agua para calmarse; ese agua debe llegar en forma de oxitocina, la hormona del vínculo, el amor y la conexión”. Para ello, la neuroeducadora especialista en crianza recomienda poner en marcha la llamada fórmula CALMA (Conexión, Autocontrol, Límites, Moldear desde el ejemplo, Amor):

  • Conexión y comprensión: ofrece alternativas cuando sea posible. A medida que el niño crece, enséñale técnicas de autorregulación, como la respiración profunda o el uso de palabras para expresar sus sentimientos. La música puede ser una herramienta poderosa para calmar al niño durante una rabieta o crear un rincón de la calma ayudarán al niño a darle habilidades para su conciencia y regulación emocional.
  • Autocontrol: mantén la calma y respira. Tu actitud influye en la situación.
  • Límites claros: establece normas claras manteniendo la firmeza, esto proporciona seguridad y previsibilidad, reduciendo la frecuencia de las rabietas.
  • Modela desde el ejemplo: muestra comportamientos adecuados y valida las emociones del niño.
  • Ama incondicionalmente: tu amor no cambia con el comportamiento. Educa, acompaña, alienta y valida los procesos emocionales del niño.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.