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 Niño pequeño rechazando un plato de verdura© Adobe Stock

Alimentación

El trastorno del niño mal comedor o TERIA: así lo identificas

Hay niños que desde el inicio de la alimentación complementaria aceptan todos los nuevos sabores, sin embargo, otros son mucho más selectivos hasta el punto de desarrollar un problema. ¿En qué casos se produce? ¿Cómo resolverlo?


20 de agosto de 2024 - 12:31 CEST

Los niños que comen mal, por una restricción considerable en la ingesta de alimentos, pueden llegar a desarrollar un trastorno. Es lo que se conoce popularmente como trastorno del niño mal comedor y, en términos médicos, trastorno de evitación o restricción de la ingestión de alimentos (TERIA). Hay un grupo de pequeños que tienen más posibilidades de presentarlo por sus características personales. ¿Cómo puede influir en su desarrollo y de qué manera abordarlo?

Las características del TERIA

El TERIA suele presentarse entre los dos y los seis años de edad, aunque puede aparecer también a otras edades. Estas son sus características:

Tal como explica Joana Torán, nutricionista del Hospital HM Nens, de Barcelona, "son niños que no suelen tener mucha sensación de hambre, no muestran ningún interés por la comida o tienen fobia a los alimentos que no les gustan y, ante ellos, reaccionan de manera muy intensa. Su aversión puede deberse a la textura, el color, el sabor, la marca, etc. o a haber sufrido alguna experiencia traumática como una gastroenteritis, un ahogo o un vómito”.

Niño rechazando un bol de comida© Adobe Stock

Niños con necesidades especiales y TERIA

Uno de los grupos de riesgo para desarrollar un trastorno de evitación o restricción de los alimentos es el de niños con necesidades especiales. Es así por las conductas rígidas, restrictivas y obsesivas que pueden llegar a presentar. Por ello, afecta sobre todo a niños con trastorno del espectro del autismo (TEA), trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y discapacidad intelectual. Según datos de la Asociación Española de Pediatría, el 80% de la población infantil con alguna de las anteriores características puede llegar a desencadenar un TERIA. 

En el caso de los niños con TEA, hasta el 18% lo presentan, mientras que en el TDAH la cifra se eleva al 20% y entre los pequeños que sufren ansiedad generalizada es del 60%. “No existe una base neurobiológica que justifique el desarrollo del TERIA, sino que se considera más bien que las conductas ritualizadas, restrictivas y obsesivas que se ven en trastornos como el TEA y los TOC, cuando afectan a la conducta alimentaria, provocan la aparición de la sintomatología propia de este trastorno”, aclara el Dr. Miguel Ángel Hernández, neuropediatra del citado hospital.

Además de las complicaciones en el día a día que supone que el niño sea tan restrictivo con la comida, este trastorno puede tener implicaciones en su desarrollo, frenando su crecimiento y provocando cambios significativos de peso, además de carencias nutricionales.

Son niños que no tienen mucha sensación de hambre, no presentan ningún interés por la comida o tienen fobia a los alimentos que nos les gustan

Joana Torán, nutricionista

Cómo abordar el TERIA en niños

Cada caso de TERIA es único y por eso debe tratarse de manera individualizada. Lo que sí es necesario en cualquier paciente es que haya un equipo multidisciplinar que se haga cargo del mismo. Así, deben intervenir pediatras, neuropediatras, psicoterapeutas, endocrinólogos, gastroenterólogos, nutricionistas y enfermeras. Y todo ello sin olvidar a la familia, que tiene un papel esencial.

“Los niños que padecen TERIA llegan a desesperar a las familias porque sufren al ver que no comen y temen por la salud de su hijo, por lo que necesitan adquirir las pautas de comportamiento adecuadas para romper las rutinas adquiridas en la mesa de casa y, a veces, no es fácil", destaca Silvia Fernández, responsable del Servicio de Psicología del Hospital HM Nens. Son dinámicas que pueden llegar a crear un mal clima familiar, por lo que hay que ponerles solución. Además, suele impactar sobre otras áreas como la vida social, ya que la familia evita acudir a eventos donde el niño tenga que comer, o este mismo rechaza, por ejemplo, ir al comedor escolar o de campamento. Por este motivo, la implicación de los centros escolares es esencial.

El abordaje médico suele ser nutricional, para establecer el peso, la pauta de crecimiento y el estado nutricional y conductual del que se parte y al que se quiere llegar. Además de la terapia familiar, con el niño se realiza una terapia conductual, basada en juegos, de forma que se atreva a ir probando los distintos alimentos, con la recompensa correspondiente. El objetivo es que el pequeño se implique en las comidas y sienta que tiene poder de decisión y autonomía, a la vez que rebajar la ansiedad que le produce enfrentarse al momento de la comida.