La deshidratación es una situación metabólica de variable gravedad ocasionada por la escasez o la disminución del agua que entra a formar parte del organismo. Aunque puede presentarse a cualquier edad, son las edades extremas de la vida en las que esta situación es más frecuente y representa mayor gravedad.
En el lactante, debido al gran volumen del agua extracelular es una de las causas más frecuentes de urgencia médica, siendo en los meses cálidos del año donde más se presenta, pues es en estas épocas, cuando más casos de diarreas estivales y gastroenteritis hacen perder cantidades elevadas de agua y electrolitos al organismo.
¿Por qué se produce la deshidratación en bebés?
Las dos causas más frecuentes de deshidratación en el lactante y el niño se resumen en dos grandes grupos: las que se producen por falta o escasez en el aporte de agua en la dieta o las que se producen por un aumento de la perdida de agua a través del sudor, de la orina y, sobre todo, del aparato digestivo por vómitos y por diarrea.
Las primeras son poco frecuentes en el niño y el lactante y se suelen producir por un desequilibrio entre el agua y los solutos de la leche en polvo (preparación de los biberones con más polvo de leche, en relación al agua de dilución). Entre las segundas, las alteraciones del aparato digestivo que hacen perder agua y electrolitos son las más frecuentes, por vómitos y sobre todo por diarreas.
Otra forma de clasificación de la deshidratación es atendiendo a su intensidad. Esta se valora en relación a la pérdida aguda de peso. Así, si el niño ha perdido un 5% de su peso inicial se clasifica como de primer grado. Si ha perdido un 10%, será de segundo grado y, si ha perdido un 15% de su peso inicial, será de tercer grado.
Cómo saber si el bebé está deshidratado
La causa más frecuente de deshidratación en el lactante son las gastroenteritis agudas. La pérdida aumentada de agua y electrolitos (Sodio, Potasio y Cloro) a través del aparato digestivo, ya sea por trastornos dietéticos o infecciosos, puede ser muy abundante y dar lugar a deshidratación de forma rápida e intensa.
Las madres debéis estar prevenidas y observar si el niño tiene mucha sed, las micciones son escasas o si tiene vómitos o deposiciones muy abundantes.
-Los síntomas de la deshidratación
Estos síntomas pueden ser diferentes, en dependencia del tipo y de la intensidad, pero siempre existen signos clínicos comunes que se presentan en casi todas ellas.
- Pérdida de peso. Síntoma poco llamativo, pero evidente e importante y que además indica el grado de gravedad del proceso.
- Mucosas secas. La boca y los labios están secos y a veces se agrietan.
- Ojos hundidos. Más que ojeras. Mirada ausente y asustada.
- Fontanela hundida. En niños que todavía tienen la fontanela abierta.
- Pliegue cutáneo. La piel pierde el turgor, y el pliegue al pellizcarla no se recupera, o lo hace lentamente.
- Oliguria. Orina escasa. Los riñones disminuyen la producción de orina.
- Sed. Suele ser muy intensa. Más objetivable en niños mayores.
- Hipertermia. Es un signo no constante. Aparece con mayor frecuencia en las deshidrataciones intensas por falta de aporte líquido.
¿Cómo prevenir la deshidratación?
- No le abriguéis en exceso. El calor le hace sudar y perder más agua.
- Debéis mantener la proporción de polvo/agua para preparar los biberones. Nunca aumentar la cantidad de leche en polvo sin hacerlo también con el agua. Seguir el consejo de vuestro pediatra.
- En ambientes muy cálidos se debe ofrecer al niño agua de forma regular. Si es un lactante, se puede diluir un poco más el biberón añadiendo, una vez preparado, de 10-15 cc de agua, por toma.
- En las enfermedades febriles, es importante ofrecer mayor cantidad de líquidos y de agua.
- Si se presentan vómitos o diarrea y son abundantes y persistentes, poneros en contacto lo antes posible con vuestro pediatra.