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Niño tumbado en la arena de la playa© Getty Images

Salud

¡Atención! Estos son los accidentes más frecuentes de los niños en verano

En las vacaciones estivales, hay una serie de riesgos que hemos de conocer tanto para evitarlos como para saber cómo actuar en caso de que ocurran


7 de agosto de 2024 - 10:44 CEST

El verano es época de descanso y disfrute, de pasar tiempo en familia y con amigos… pero al estar más tiempo fuera del colegio, también aumenta el riesgo de accidentes domésticos y los relacionados con el agua. Es importante conocer cuáles son los accidentes más habituales con niños en verano para poder así saber cómo actuar.

Fuera de casa, los más comunes son los ahogamientos y las lipotimias por golpes de calor, a los que hay que sumar las picaduras de insectos (mosquitos tigre, garrapatas, abejas…), que pueden ser de mayor o menor gravedad en función del insecto y del niño al que ha picado (si este es alérgico o no, por ejemplo). Sobre ello hemos hablado con Carla Quintana, directora médica de Maternify, que destaca los siguientes entre los accidentes más frecuentes protagonizados por menores de edad en verano:

1. Ahogamientos

Los ahogamientos en playas y piscinas son una de las primeras causas de muerte accidental en niños entre 1 y 4 años, tal y como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un par de segundos que perdamos al pequeño de vista puede ser nefasto, por lo que para evitar un susto de tal calibre, es fundamental que un adulto esté pendiente todo el tiempo de él.

Cuando un niño se está ahogando, lo primero es, indudablemente, sacar al niño del agua lo más rápido posible. En caso de que respire, hay que quitarle la ropa mojada, tumbarlo de lado, taparlo con una toalla o cualquier otro material que tengamos a mano y llamar a un servicio de emergencias.

Si no respira, inicia las maniobras de resucitación cardiopulmonar. La maniobra para abrir la vía aérea consiste en, tumbado boca arriba inclinarle la cabeza ligeramente hacia atrás y colocarle una mano en la frente y otra en la barbilla. En este punto, es preciso practicar el boca a boca: 5 insuflaciones boca-boca (niños) o boca-boca / nariz (bebés) y repetir cuantas veces sea preciso hasta que el niño vuelva a respirar. Por supuesto, habría que llamar también de inmediato a emergencias.

2. Picadura de abeja y avispa

La picadura de una abeja o de una avispa no tiene por qué causar mayores consecuencias, más allá del picor y de la hinchazón en la zona. Eso sí, hay que tener cuidado a la hora de extraer el aguijón (en el caso de las abejas, este se queda dentro tras la picadura); lo que hemos de tener muy claro es que no debemos usar pinzar, pues podríamos exprimir la vesícula venenosa e inyectar el veneno. Es preferible sacarlo raspando con una tarjeta o con algún otro objeto similar.

Cualquier persona que presente una reacción sistémica tras una picadura de abeja o avispa debe acudir al especialista para realizar el estudio alergológico

Carla Quintana

Cuando sí puede llegar a ser una cuestión de gravedad es cuando el menor es alérgico a la picadura de estos insectos. En estos casos, el sistema inmunitario del niño “actuará de forma desproporcionada a las proteínas contenidas en el veneno del insecto, esforzándose al máximo en combatirlas”, explica la directora médica. “Esto causa una reacción alérgica, donde el organismo libera unas sustancias químicas, como la histamina, que pueden causar los siguientes síntomas: respiración sibilante, dificultades para respirar, tos o congestión nasal, ronquera, opresión de garganta, dolor de estómago, vómitos, diarrea, ojos hinchados y llorosos, urticaria, granitos rojos, inflamación, picores y bajada de tensión”.

La reacción más grave de todas sería la anafilaxia, que podremos identificar si el pequeño tiene “dificultades para respirar, vómitos repetidos, pérdida de la conciencia u opresión de garganta”, o también si vemos que presenta “dos o más síntomas leves, como urticaria sumada a vómitos o tos con dolor abdominal”.  

El problema es que no hay manera de saber si un niño (o un adulto) es alérgico a la picadura de una abeja o una avispa antes de que le pique, si bien “estas reacciones suelen ocurrir cuando el niño recibe su segunda picadura o incluso más adelante”. Por ello, Quintana recomienda que, cuando se produzca la picadura, ante la más mínima sospecha de alergia, se llame al 112. Además, “cualquier persona que presente una reacción sistémica tras una picadura de abeja o avispa debe acudir al especialista para realizar el estudio alergológico”. 

Ahogamiento de una niña en el mar© Getty Images

3. Lipotimia por exceso de calor

Es fácil identificarla cuando el niño se desploma, aunque hay otros síntomas, como que esté alicaído o tenga sensación de mareo, palidez, sudoración fría, debilidad, visión borrosa, pitidos en los oídos, náuseas o vómitos. “Si el niño no ha perdido la conciencia, puede sentarse con la cabeza entre las rodillas y si está inconsciente, hay que tumbarle con las piernas en alto. Mantén el lugar ventilado y fresco y afloja la ropa para que no le apriete. Esperaremos 1 minuto a que recupere la conciencia y se espabile. Poco a poco le sentaremos sin ofrecerle comida o bebida”.

Es esencial buscar atención médica si el menor tiene dolor en el pecho o palpitaciones, se ha dado un golpe fuerte en la cabeza, ha presentado convulsiones, ha sucedido mientras realizaba ejercicio físico, ha durado más de 1 minuto, tiene dificultad para respirar o no se recupera rápidamente.

4. Picadura de medusa

Cuando se viaja a lugares de playa, que una medusa pique a un niño es de lo más habitual. Puede que no la hayamos visto, pero si nuestro hijo se está bañando tranquilamente en el mar y, de repente, siente dolor o ardor y vemos que tiene inflamada y enrojecida una extremidad o cualquier otra parte de su cuerpo que estaba bajo el agua, lo más probable es que se trate de la picadura de una medusa. 

Lo primero aquí es buscar al socorrista, que sabrá cómo atenderlo; a continuación, hay que “retirar los restos de los tentáculos con una toalla, nunca sin protección”. Una vez retirados, es preciso aclarar la zona, pero nunca con agua dulce, sino con agua de mar o bien con suero salino fisiológico. “Por último, aplicaremos compresas con amoniaco rebajado o pomadas corticoides”.

5. Quemaduras solares

Las quemaduras solares están, en verano, a la orden del día. Aunque la mayoría de las familias presta mucha atención a este tema y aplican a los niños protector solar con la máxima protección, no es extraño que se quemen por exposición al sol, bien porque no se ha extendido de manera adecuada la crema por determinadas zonas o bien por descuido, porque el niño haya estado más tiempo de la cuenta al sol. 

Sea por el motivo que fuere, “ante una quemadura, pondremos compresas frías en la zona y administraremos ibuprofeno junto a un hidratante tópico, gel de aloe vera, crema de hidrocortisona o un calmante tópico del dolor en piel quemada por el sol. Evitar volver a tomar el sol y beber mucha agua”. Y acudir al médico si aparecen ampollas o fiebre.