Aunque resulten totalmente agotadoras para los padres, las peleas entre hermanos son normales en un doble sentido: se producen de forma habitual en cada hogar donde haya niños, y se integran en el desarrollo evolutivo del ser humano. Es decir, son parte de su crecimiento y maduración natural.
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Alejandrá Melús es experta en Atención Temprana, estimulación e inteligencia emocional y maestra de Educación Especial. Asesora a familias en www.atenciontempranayestimulacion.com. A ella hemos recurrido para que nos cuente cómo solventar esas discusiones entre hermanos que pueden enrarecer el clima familiar.
¿Debemos intervenir en las peleas entre hermanos?
Contemplas cómo tus hijos se pelean por un juguete, se increpan y se enrocan en una discusión que va subiendo de intensidad. ¿Qué hacer? "En un inicio, no es aconsejable intervenir entre ellos cada vez que se produce una situación de este tipo, sino que es preferible tratar de observar y permanecer en una posición externa respecto al conflicto, para así no interferir ni posicionarse a favor de uno u otro", recomienda la experta. No obstante, si en mitad de la discusión van a pegarse o se faltan al respeto, lo adecuado es "evitar, por todos los medios, que haya un contacto físico negativo donde puedan hacerse daño o golpearse".
Aunque son agotadoras, las peleas entre hermanos son una excelente oportunidad para educarlos en el buen trato, en el diálogo y en la asertividad.
El ejemplo para resolver la situación que transmitan los padres es determinante. "Nuestro papel como adultos, debe ser el de escuchar a ambas partes, proteger y ofrecer un modelo adecuado para relacionarse entre sí, sin posicionarnos a favor de ninguno de ellos y siempre tratando de no impresionarnos en exceso respecto a lo que está sucediendo, es decir, no dejarnos llevar por las emociones y comprender que son, ante todo, niños, que no comprenden ni gestionan el conflicto del mismo modo que los adultos", señala.
Por este motivo, no tiene sentido interrogarles acerca de quién empezó la discusión. No se trata ni de buscar culpables ni de señalar a ninguno, pero sí es bueno escuchar a ambas partes, "sin juzgar, preguntándoles cómo podrían solucionarlo la próxima vez, cuando ya estén calmados, y así ir integrando herramientas para próximas ocasiones".
¿Debe haber consecuencias tras la pelea?
Ya sabemos que las discusiones entre hermanos son parte ineludible de su desarrollo, no hay relación entre hermanos sin ellas. ¿Tiene sentido aplicar luego consecuencias o lo que para otros progenitores serían 'castigos'?
Esta es la recomendación de Alejandra Melús: "Las consecuencias que debe haber en cualquier caso serían las propias naturales que ofrece la situación. Por ejemplo, si un hermano ha pegado al otro, podremos preguntarle cómo se sentiría si él hubiera sido golpeado, para tratar de hacerle reflexionar al respecto, con nuestra ayuda y sin tratar de hacerle sentir mal, sino invitándole a empatizar con su hermano, para que comprenda la situación y busque una solución.
El que ha sido golpeado también debe aprender a expresar cómo se siente y poner límites desde el respeto y la calma". Es importante ofrecerle modelos y alternativas de conducta tras una pelea, por ejemplo, explicándoles cómo solventar el problema con palabras, en lugar de pegándose, o expresando sus emociones: "estoy cansado", "quiero estar solo", "ahora no me apetece jugar".
Deben saber que cuentan con la ayuda de los padres si la necesitan para resolver el conflicto.
De esta manera, una situación que desgasta y es negativa en un primer momento, puede pasar a ser "una oportunidad de aprendizaje para integrar un buen modo de relacionarse con otros", comenta la especialista.
Mantener la calma, pese a todo
De nada sirve que intentemos educar a los hijos en la calma y en el respeto si cuando hay una situación de enfado entre ellos somos los padres los que perdemos la compostura. A veces, por el cansancio o el estrés puede escaparse un grito o se dicen cosas inadecuadas. "Que seamos el adulto no implica que lo hagamos siempre bien, perfecto y no necesitemos aprender o mejorar. Si esto sucede, es fantástico practicar la humildad, aprender a pedir perdón a nuestros hijos, explicarles que en ningún caso queríamos perder los nervios y que estamos tratando de hacerlo cada día mejor". Es un aprendizaje doble porque "el hecho de disculparnos ante ellos no nos resta autoridad ni respeto, sino que nos muestra más cercanos, afianza el vínculo afectivo entre nosotros y les ofrece un ejemplo maravilloso de modestia y empatía", revela la especialista.
Pero, además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los progenitores está aprendiendo sobre la marcha a enfrentarse a estas situaciones de peleas entre sus hijos de un modo muy distinto a como las vivió desde el otro lado, ya que los estilos de crianza han variado de forma sustancial en las últimas décadas. "Debemos aprender a gestionar y acompañar la situación de una manera en la que seguramente no fuimos acompañados y sostenidos nosotros como niños, pero sí queremos hacerlo ahora con nuestros hijos e hijas como adultos. Por lo que el proceso se convierte en una doble transformación del patrón, ya que debemos desprender el modo que tenemos integrado como automático e inconsciente, para actuar desde el modelo que estamos aprendiendo ahora mismo a llevar a cabo", señala.
Crear un ambiente 'antipeleas'
Aunque son casi inevitables, hay algunas formas de intentar minimizar el número y la intensidad de las peleas entre hermanos, especialmente cuando se pasa mucho tiempo juntos. Estos son los consejos de Alejandra Melús:
- Mantener ciertas claves y valores en familia: tales como el respeto, no gritarse, escuchar al otro mientras nos habla, ser pacientes, empáticos o comprensivos.
- Tiempo compartido: Pasar tiempo todos juntos, por ejemplo, con juegos de mesa, donde se sientan escuchados y podamos poner en práctica las herramientas de respeto en familia.
- Rebajar las expectativas como padres: "Comprendiendo que en momentos en los que pasamos más tiempo juntos es esperable y previsible que surjan más discusiones, conflictos y enfrentamientos".
- Negociar juntos: "Realizar reuniones familiares en las que cada uno proponga sus necesidades (por ejemplo, hay quien necesita un rato a solas cada día, quien quiere bajar sí o sí a la piscina cada mañana, quien considera fundamental acostarse pronto, y quizás si cada uno expresa sus necesidades, se puede hacer un horario donde se respeten todas ellas y sea más sencilla la convivencia)". Se trata de incorporar la negociación como parte del proceso de escucha y hablar mucho con calma, paciencia y empatía.