Ver a un recién nacido llorar e intentar calmarlo sin éxito es una experiencia muy dura para cualquier padre, especialmente si es primerizo. En muchas ocasiones ese llanto está provocado por los gases, por el temido 'cólico del lactante'.
"Es normal estar preocupados porque asociamos llanto a dolor, alarma, miedo y es la respuesta natural que tenemos los cuidadores", comenta la Dra. Cristel Perdigón, pediatra especializada en lactancia, sueño y Atención Primaria y colaboradora con Clínica Pediátrica Molini-Mataix, en Castellón.
La regla de los 3 para identificar el 'cólico del lactante'
Por cólico del lactante se entiende los episodios de llanto inconsolable que suelen presentar los recién nacidos y lactantes "desde la segunda-tercera semana de vida hasta, aproximadamente, los tres meses de vida. Son muy temidos porque suelen durar a veces más de tres horas y ocurren más de tres veces por semana", detalla la experta. Por eso se habla de la regla de los 3.
¿Cuál es su origen? "Clásicamente se han asociado a 'gases' o a dolor de origen digestivo, pero esta no es la única causa de su aparición. El cólico es la respuesta necesaria de esa criatura que nos reclama, ya que no es capaz de resolver por sí misma muchas de sus sensaciones físicas (externas e internas)", explica.
Los recién nacidos no comprenden el mundo que les rodea, pues son muy inmaduros a nivel sensorial, de forma que llorar es su forma de reclamar ayuda.
Algunas de esas necesidades que el bebé trata de comunicar son:
- Cansancio y sueño.
- Movimiento y contacto (tiene necesidad de protección).
- Higiene (sentirse húmedo por la orina o las heces del pañal, lo que le incomoda mucho).
- Hambre o sobrealimentación ("si acaban comiendo mucho volumen o demasiado rápido para su pequeño estómago, luego están molestos mientras intentan digerir").
- Inmadurez digestiva ("que hace que noten el movimiento intestinal como doloroso", y esto ocurre especialmente en algunos bebés).
Cuando es simplemente un llanto con el que mostrar cansancio o que están sobrepasados, la familia suele acabar encontrando un modo de calmarlos hasta descubrir qué es lo que realmente necesita el niño. "Algo que suele pasar con frecuencia es que tras ambientes con mucho ajetreo cotidiano, visitas, ruido, el momento en el que llega el silencio (hacia la tarde-noche) ese bebé se siente incómodo y empieza a procesar lo que ha ocurrido durante el día y nos lo hace saber (sobreestimulación)", añade.
Pero al margen de esto, ese malestar puede estar ocasionado por un dolor abdominal o de origen digestivo ("tanto por gases, sobrealimentación, reflujo, intolerancia...").
Cómo prevenir esas crisis
No hay fórmulas mágicas ni remedios para todos, comenta la Dra. Cristel Perdigón. Además, "muchas veces estas crisis son a las mismas horas y generan caos en la familia porque suelen ocurrir a las horas en la que las personas adultas estamos más cansadas, tolerando peor esa demanda y llanto". Pero sí que con la anticipación, especialmente cuando se observa un patrón diario en el pequeño, se puede lograr un gran beneficio. Estas son las recomendaciones de la experta:
- Dar un paseo a última hora, evitando el bullicio.
- Portear al bebé en mochila, fular o bandolera. "Se ha comprobado que las familias que practican el porteo más horas a lo largo del día (y no solo durante las crisis) sufren menos episodios de cólicos", apunta.
- Crear un clima calmado antes de la hora en que el bebé suele iniciar los episodios de llanto.
- Evitar visitar de amigos o familiares a deshoras.
- Desarrollar una rutina familiar relajante (cantarle al bebé, darle un baño corto, un masaje corporal, poner música suave y luces más tenues...).
Además, la pediatra destaca cómo "una microbiota materna y del bebé equilibrada es protectora de la mayoría de trastornos funcionales de la primera infancia. De hecho, cuando nada de lo anterior funciona, y a veces de forma complementaria, se podría valorar el uso de probióticos".
¿Y cuándo se ha desencadenado la crisis?
Al margen de la prevención, ¿qué hacer cuando el bebé está en plena crisis de llanto? "Hemos de intentar recrear el clima 'intraútero', pero fuera del útero materno. Asegurarnos de que las necesidades básicas que hemos comentado estén cubiertas (hambre, sueño, higiene, temperatura, pero también succión afectiva con el chupete o la teta...) y posteriormente aliviarle con posturas en ranita (flexión, encima de nosotros), y verticales (porteando o con nosotros encima de la pelota de pilates con balanceo suave), y masaje corporal a la vez que les hablamos y cantamos", detalla la colaboradora de Clínica pediátrica Molini-Mataix (www.clinicamolinimataix.es).
Algo muy importante es que el cuidador no se sature y pierda los nervios. Lo ideal es que vayan turnándose entre varios cuidadores mientras el bebé permanezca llorando. Pero si esto fuera imposible y el cuidador siente que está sobrepasado, debe dejar al bebé en la cuna de forma segura y tomarse unos segundos para respirar y calmarse. Por desgracia, el síndrome del niño zarandeado está ahí y puede darse en situaciones como esta.
En qué momento sospechar que hay un problema más serio
Cuando la situación sea muy continuada y los padres no sepan cómo actuar es bueno consultar con el pediatra. En todo caso, la Dra. Perdigón cita los siguientes signos de alarma:
- Cuando vemos que esa irritabilidad no está limitada a un tramo del día (aunque puedan ser horas) sino que es día y noche sin descanso y sin consuelo.
- Cuando nuestra criatura regurgita con mucha frecuencia y después, en lugar de estar tranquilo, sigue irritable
- Cuando está varios días sin hacer deposiciones (sobre todo si es lactancia con fórmula) y siempre requiere de mucho esfuerzo para conseguirlo. Lo más habitual también es que sea pseudoestreñimiento o disquecia, pero se recomienda consultar para asegurarlo.
- Cuando no está creciendo bien, sobre todo de peso.
- Cuando además rechaza “alimentarse” de forma continuada (tanto si se alimenta al pecho como al biberón).
- Cuando en las heces se encuentra: mucho moco, hilos de sangre, cambio brusco en el patrón habitual o esas heces generan muchísima irritación en la piel genital.