Hay distintas circunstancias que pueden hacer que la cabecita del recién nacido no sea tan redonda y perfecta a como habías pensado que sería o habías visto en otros bebés. En la mayoría de los casos, son cuestiones sin importancia que se resuelven por sí solas en poco tiempo, pero conviene conocerlas.
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La Dra. Ana Laura Fernández Perrone, pediatra especializada en Neurología infantil del Instituto de Neurociencias Vithas del Hospital Universitario Vithas Madrid La Milagrosa, nos habla de estas situaciones y todo lo que hay que saber acerca de ellas.
La influencia del parto en el aspecto de la cabeza del bebé
Hay algunos problemas serios de salud que pueden condicionar el aspecto de la cabecita del bebé, pero en estos casos, se detectan durante el embarazo mediante ecografía y los padres y el equipo médico ya están alertados. Cuando hablamos de niños sanos, la deformidad de la cabeza tras el nacimiento puede tener distintas causas, como detalla la experta: "En algunos casos se debe a que el bebé se posiciona muy pronto en la pelvis materna, en otras ocasiones se debe a partos prolongados y canales de parto estrechos y en otros casos puede deberse a una malformación anatómica". Además, en muchos bebés, en el posparto inmediato se notan crestas "a lo largo de las áreas donde las placas óseas del cráneo se han superpuesto".
Si hablamos de 'lesiones' en la cabeza del bebé a consecuencia del parto, las dos más frecuentes son el caput succedáneum y el cefalohematoma.
- Caput succedáneum: es una acumulación de sangre subcutánea que se puede observar en el cuero cabelludo del bebé, que presenta hinchazón en esa zona. La piel puede mostrar un tono de color violáceo (equimosis) y hematomas. Si se ha producido en el contexto de un parto instrumental, por ejemplo, al usar ventosas, "puede ser más prominente", y además puede acompañarse de erosiones y heridas o raspaduras a nivel superficial. Aparece durante el parto y se suele resolver en unos pocos días.
- Cefalohematoma: se trata de una hemorragia traumática que se localiza por debajo de la membrana que cubre los huesos del cráneo. Puede acompañarse de una fractura también y "se hace aparente horas o días después del parto".
"Ambas situaciones requieren observación médica, pero se resuelven, en general, sin intervención en las semanas siguientes al parto", señala la especialista. De igual forma si tras un parto instrumental la cabeza del bebé muestra una inflamación, esta suele desaparecer entre las primeras semanas y los dos primeros meses posparto.
Signos de alarma ante los que estar atentos
Hay algunos signos de alarma en el recién nacido ante los que hay que consultar con el médico en todo caso, no solo en relación al aspecto de la cabeza. Son los siguientes, como destaca la Dra. Ana Laura Fernández Perrone:
- Llanto, irritabilidad o espasmos que no mejoran con abrazos y consuelo.
- Somnolencia: al bebé no se le puede despertar lo suficiente para amamantarlo y muestra una succión débil.
- No orina en las primeras 24 horas y no defeca en las primeras 48 horas.
- Su temperatura rectal es superior a 38ºC o inferior a 36,5ºC.
- La frecuencia respiratoria es rápida, superior a 60 por minuto.
- Tiene una coloración azul que no desaparece.
- Al respirar, sus costillas se retraen o se hunden.
- Hace sibilancias (pitidos), gruñidos o silbidos al respirar.
- El cordón umbilical sangra, drena o tiene mal olor.
- Los ojos, el pecho o las extremidades están amarillas.
¿Qué pasa con las fontanelas?
Las fontanelas del recién nacido suelen dar mucho respeto a los padres, sobre todo cuando son primerizos, pero hay que tener en cuenta lo que subraya la especialista de Vithas Madrid La Milagrosa: "La fontanela anterior (más grande, próxima a la frente) y la fontanela posterior (más pequeña y a veces imperceptible) son dos áreas en la cabeza del bebé que parecen carecer de protección ósea. Son espacios normales en el cráneo de un recién nacido que permiten que el cerebro del bebé crezca rápidamente a lo largo del próximo año".
A pesar de que las fontanelas no tienen esa capa ósea de protección, el bebé está bien protegido al tacto normal del día a día, por lo que se pueden tocar sin problema, por ejemplo, durante el baño para asear su cabecita o para acariciarla. Igualmente, no hay que preocuparse si se observan pulsaciones en la fontanela anterior: "Este movimiento es bastante normal y simplemente refleja el pulso visible de la sangre que corresponde a los latidos del corazón del bebé", explica la Dra. Fernández Perrone.
Un caso distinto, en el que sí hay que prestar mucha atención, es cuando la fontanela está hundida y además el niño no se está alimentando bien y no moja los pañales, ya que "puede sugerir deshidratación". También una fontanela abombada "asociada a somnolencia, irritabilidad o rechazo de alimentación implica que los padres deban acudir con urgencia al médico" , advierte.