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Digital Cover padres© Getty Images

Entrevista

Francisco Villar, doctor en Psicología: ‘Los directivos de las tecnológicas llevan a sus hijos a colegios libres de pantallas’

Acaba de publicar ‘Sin pantallas siento y pienso mejor’, dirigido a adolescentes, para que entiendan ellos (no solo sus padres) por qué deben reducir el tiempo de uso de dispositivos electrónicos


3 de julio de 2024 - 13:08 CEST

“Es la primera vez en la historia que la educación está perjudicando el neurodesarrollo de sus alumnos” por miedo a un supuesto analfabetismo digital, nos dice con contundencia el psicólogo infantojuvenil Francisco Villar, doctor en Psicología y experto en prevención de conducta suicida y en terapia familiar. De este modo, en la misma línea que referentes en Educación como Catherin L’Ecuyer, que advertía en Hola.com hace unos meses que se está experimentando con toda una generación de niños y adolescentes, Villar subraya la importancia de limitar lo máximo posible el uso de las pantallas de nuestros hijos tanto en su día a día fuera del centro escolar como dentro. Lógicamente, en lo que al aula se refiere, ni los menores ni los padres tienen capacidad de decisión, pero sí la tienen fuera. Por eso ha escrito un libro, Sin pantallas siento y pienso mejor (Ed. Montena), dirigido a adolescentes, para que entiendan los porqués y para que puedan tomar decisiones adecuadas al respecto. La cuestión es cómo convencerlos de que no pasen mucho tiempo delante de un móvil. Se lo hemos preguntado al propio autor y él nos da las respuestas:

Tu libro va dirigido a niños y a adolescentes a partir de 9 años: ¿cómo convencerles de dejar de utilizar algo que tanta gratificación les proporciona?

Sin duda este es uno de los objetivos del libro, compartir la conciencia creciente de los adultos con ellos, haciéndoles partícipes de su entorno y de las decisiones que les afectan, ofreciéndoles argumentos sustentados en datos, de manera que racionalmente no se puedan negar. Pero de ningún modo es una aproximación ingenua a ese propósito, soy plenamente consciente de quién tenemos delante, por eso el objetivo del libro va más allá de convencerles. No queremos entrar en una especie de juego de seducción con nuestros hijos por dos motivos. El primero, es imposible ser más atractivo que las infinitas propuestas que les llegan a través de una pantalla. Si una rata al accionar una palanca provoca una estimulación del circuito neuronal de recompensa, esa rata ha perdido todo incentivo para hacer nada más, no se mueven de allí ni para comer. Nuestros hijos no son ratas, pero si esas ratas tuvieran una madre cerca, le arrancaría de un zarpazo el electrodo, y esa es la segunda razón, los padres somos los promotores de que nuestros hijos hagan lo que es sano para ellos y, afortunadamente, ellos se divierten con casi todo. Por ejemplo, en el libro se abunda en las bondades de vivir la propia vida en lugar de consumirla mirando algunas formas de vida de otros. 

Estar en un parque tres horas es sano para su desarrollo visual, para su vinculación con los otros, para su actividad física, para la consolidación de sus aprendizajes, incluidos los académicos, para mejorar el descanso nocturno... Si cambiamos esas tres horas de calle por tres horas de pantallas, pues tenemos una afectación de todas las áreas mencionadas. No necesitamos convencerlos de salir a la calle, el mejor incentivo para salir a la calle es una casa aburrida, si en la casa hay pantallas.. todo se complica, porque la gratificación inmediata de las pantallas, para muchos niños y gracias a muchos ingenieros y psicólogos, es mucho más potente que la que se deriva del juego en la calle, y eso a pesar de que las experiencias son mucho menos nutritivas. 

Si no se trata de convencerles ¿de qué se trata? De explicarles los motivos, de no plantar un “porque lo digo yo”, de poder leer conjuntamente los motivos por los que, como adulto, vas a tomar la decisión de retrasar su acceso hasta que sean mayores. El objetivo principal de este libro es que sea una herramienta de cambio, entendiendo que estamos en la segunda fase; mi primer libro en relación a las pantallas, igual que el de muchos otros autores, iba dirigido a los padres para incrementar su conciencia. Este libro es la herramienta para compartir esa conciencia con nuestros hijos, sentirnos más fuertes y acompañados para ejecutar el cambio. 

© Editorial Montena

¿Es posible darles a ellos la posibilidad de elegir acerca del uso de las pantallas o los padres debemos marcar límites? En caso de ser así, ¿cuáles?

Si fuera real aquel mantra que propagan las tecnológicas de que la tecnología es neutra, podría ser. Pero las tecnologías no son neutras, ni las pantallas son objetos inanimados que no son malos per se. Son las ventanas a través de las cuales la industria tecnológica consigue atrapar nuestra atención. Y no lo hacen de forma pasiva, lo hacen muy activamente, enviando continuamente alertas o anzuelos para pescar nuestra atención, pero personalizados; no usan los mismos anzuelos para todo el mundo, usan anzuelos prediseñados para cada uno de nosotros, a cada uno en su debilidad. El teléfono te llama a consultarlo sin llamarte, pero también llamándote. Una vez hecha la consulta, nuevos mecanismos diseñados específicamente mantienen nuestra atención secuestrada mucho más allá de nuestra previa planificación y, en no pocas ocasiones, para nuestra vergüenza cuando consultamos los tiempos de uso diarios o medios. 

Está en duda que los adultos estemos teniendo éxito a la hora de hacer un uso responsable de las pantallas, si los diseños han demostrado ser tan potentes que doblegan el prefrontal de un adulto, pretender que un niño o un adolescente cargue con esa responsabilidad es, cuanto menos, una falta de respeto al proceso de desarrollo de niños y adolescentes. En todos los casos, una imprudencia por parte de los adultos, aunque sea por ingenuidad o desconocimiento. 

¿Qué deben saber los adolescentes acerca de la manera en la que las pantallas afectan a su desarrollo?

Nuestra obligación es que lo conozcan todo, la afectación en su visión, la afectación en su regulación emocional, en su pérdida de habilidades, la interferencia a la hora de hacer amigos de verdad, deberían estar informados de que no todas las cosas que nos gustan nos sientan bien, que, lamentablemente, no todas las cosas que nos dicen que nos sientan bien son buenas para nosotros, especialmente cuando nos lo dicen aquellos que se enriquecen con su comercialización. Lo segundo que tienen que saber es que no lo sabíamos, que, aunque algunos ya hacen más de 10 años que nos alertan, para la población general es una información a la que estamos accediendo hace relativamente poco. Tienen que saber que muchos de los autores que están colaborando en la difusión de este conocimiento, entre los que me incluyo, si volviéramos atrás, no hubiéramos hecho muchas cosas que hicimos con nuestros propios hijos en relación a las pantallas

Por su parte, muchos de ellos, como buenos adolescentes, harán con esa información lo mismo que nosotros hicimos cuando se nos obligó a llevar casco en las motos. Mostrarán su desacuerdo con la obligación, defenderán que ellos controlan, que a ellos no les va a pasar. Pero al menos, nosotros habremos ofrecido una explicación razonada que justifica sin fisuras nuestra decisión, que no es otra que la defensa de sus oportunidades, que nadie comercialice con ellas, que nadie se las arrebate, que no los estafen cambiándoles experiencias reales por fuegos artificiales falsos.  

Si no hacemos esto ahora, dentro de diez años tendremos que enfrentar una conversación mucho más difícil. Aquella en que nuestra hija de 24 años nos pregunte ¿Por qué en 2024, con todo lo que sabías, me diste un smartphone? Hoy es más fácil explicar la decisión de no darlo que la contraria. 

En el libro das respuesta a la pregunta de “por qué los trabajadores de las tecnológicas educan a sus hijos sin móvil”. ¿Crees que es la forma más gráfica de hacerles entender lo perjudiciales que son estos dispositivos?

Sería bonito que lo fuera, pero también sería sorprendente, porque no ha parecido funcionar con el adulto. Sabemos que con el dinero que sacan de las horas que nuestros menores están delante de una pantalla, ellos pagan para los suyos vidas libres de pantallas. Tenemos la primera oportunidad de que nuestros hijos, en un ámbito al menos, vivan como los hijos de los ricos, sabemos que es gratis y la estamos desaprovechando… No sé, a mi desde luego si es un argumento que me moviliza, veremos qué pasa con ellos, para muchos padres no ha parecido ser suficiente.  

Se están alzando cada vez más voces en contra del uso de pantallas en las aulas; ¿es mejor volver a la educación ‘analógica’ o es necesario desarrollar en los escolares competencias digitales?

Esta pregunta se responde con la anterior. Los directivos de las tecnológicas llevan a sus hijos a colegios libres de pantallas. Todos los miedos que nos han inculcado respecto a la posible incapacidad digital no es más que otra falacia, otra mentira. El miedo a un supuesto analfabetismo digital nos está llevando a un analfabetismo real. El centro de la educación son los niños y su desarrollo, y parece que lo analógico tiene mayor capacidad de fomentar el desarrollo de su cerebro que lo digital. He sido testigo de declaraciones muy impactantes y valientes, por preocupantes, como que es la primera vez en la historia que la educación está perjudicando el neurodesarrollo de sus alumnos. Los datos PISA son lamentables, la disminución de la capacidad lectora de nuestros menores solo es menos lamentable que la respuesta social, que ha sido reducir la complejidad y la extensión de los textos. Hace unos días se hizo eco la noticia de que la media de la puntuación de matemáticas de los alumnos de la selectividad en Cataluña era un suspenso (4,8) y que eran los peores resultados en los últimos 20 años. Michel Desmurget, en su último libro, Más libros y menos pantallas, ofrece innumerables estudios y referencias de la interferencia de las pantallas en los aprendizajes formales, pero también en su traducción en una disminución del Coeficiente intelectual

Te daré dos respuestas, la que me piden los datos es que sí, que hay que eliminar las pantallas de las escuelas, y no volver a incorporar una supuesta innovación de la forma que se ha hecho, es decir, no hacer experimentos con niños sanos, no incorporar cambios tan significativos sin haber comprobado antes que funcionan y que sus consecuencias son asumibles cuando las comparamos con sus beneficios.  

La que no me piden los datos, pero voy a hacer, es describir el colegio que debió haber sido. En primaria ningún tipo de pantalla individual, bajo ningún pretexto. Si tienen que ver un documental en la pantalla del aula será decisión del profesor, pero la pantalla será la del aula. En secundaria, ninguna pantalla individual en propiedad. Un aula de informática en cada centro, con los ordenadores dispuestos de forma que estén todos contra la pared, todos ordenadores fijos, sin baterías. El profesor se perderá la cara del alumno durante esa hora de clase, pero verá todo lo que hay en la pantalla de los alumnos en todo momento, el mejor control parental es el innecesario. En ese espacio se aplicará aquello que ahora llaman “currículo digital”, y seguramente eso les obligará a definirlo de una vez por todas. Nunca enviarán deberes a casa en otro formato que no sea manuscrito, para no obligar a las familias a tener que comprar una tableta o un ordenador portátil a sus hijos pero, y muy especialmente, para no privar a los menores del mejor recurso para el aprendizaje formal en profundidad, el mundo analógico, experiencia en la vida real y, como no, el papel.  

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¿Son adecuados para el estudio los libros de texto digitales?

El papel se ha demostrado superior al libro digital en todos los estudios que se han realizado, ha demostrado una clara superioridad en comprensión lectora y aprendizaje en todas las edades, no como eso que se escucha de “yo lo imprimo porque soy de otra generación”, no, todas las generaciones extraen más beneficios del libro en papel que del libro digital. También la vida cotidiana nos ha mostrado la misma realidad; recuerdo que hace más de 20 años que se dictaminó la muerte del libro en papel. Nunca se produjo tal muerte, sigue vivo y bien vivo, el libro digital nunca pasó del 20%. Algunos piensan que eso es porque los lectores habían aprendido a leer en otros formatos que cuando llegue la nueva generación ya estarán acostumbrados a leer en digital. No les faltaba razón, si seguimos así, el libro de papel caerá, pero no en favor del libro digital, sino por puro retroceso de la lectura como tal.

La respuesta breve es: no, el estudio con libros digitales no es adecuado. El libro digital es mejor que la ausencia de libros, pero siempre inferior que el texto en papel. 

¿Cómo hacer frente al ‘ciberbullying’?

Eliminándolo, erradicándolo. Solo hay una forma de hacer ciberbullying, y todas las otras formas de acoso online, incluido el sexual. Sin una pantalla en una mano, ningún niño ni adolescente puede ser víctima, del mismo modo que tampoco podrían ser acosadores. Con una legislación valiente aplicada hoy, mañana se despertarían aliviados miles de niños en nuestro país ¿No es eso suficiente?

¿Cómo debería ser el uso responsable de los dispositivos digitales por parte de los adolescentes?

El uso responsable de los dispositivos digitales es como un unicornio, todos nos hacemos una idea de lo que puede ser pero nadie lo ha visto, en el fondo todos sabemos que no existe. La industria nos dice: pon a tu hijo delante de una pantalla únicamente 20 minutos para hacer un uso responsable ¿Qué mal le puede hacer? Si tienes miedo, no te preocupes, además del buen uso, también tenemos controles parentales. Lo que la industria sabe pero no dice: nuestros diseños y algoritmos ya se encargarán de transformar esos 20 minutos en ocho horas.