Los beneficios de la música son innumerables a todas las edades, desde que nacemos y en las últimas etapas de la vida se ha comprobado cómo personas con demencias graves son capaces de revivir recuerdos y etapas a través de ella. Es decir, es una herramienta sensorial muy potente.
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Pero no solo se queda en un plano sensitivo y artístico, pues se relaciona con muchos más ámbitos. “Deberíamos entender la música no solo como la enseñanza de elementos musicales, sino también como algo artístico que nos invita a pensar y a transmitir nuestro mundo interior”, afirma Mar Medina Payo, profesora de Educación Primaria especialista en música y colaboradora de Colorbaby.
¿Desde cuándo empezar?
Es difícil que en un ambiente educativo o casero estimulante no se recurra a la música cuando hay bebés o niños pequeños. La educación musical ya comienza ahí, desde ese mismo momento en sus primeros meses de vida, cuando se favorece el canto, el movimiento, los ritmos y la expresión sensorial a través de distintas melodías.
Desde ese momento, la educación musical va creciendo con el niño en paralelo a cómo este va desarrollando sus habilidades motrices. Sin embargo, si hablamos en concreto del estudio de un instrumento musical, conviene esperar hasta los cinco o los seis años, cuando la motricidad fina está mucho más desarrollada. El peligro de hacerlo antes es entorpecer el aprendizaje y generar frustración en él. Pueden jugar con un xilófono, con un tambor, soplar en una flauta… Será como magia, una demostración de acción-reacción donde ellos son los protagonistas absolutos, donde logran que un elemento inanimado cobre vida. Pero el aprendizaje reglado y más serio es conveniente posponerlo al menos hasta esa franja de edad.
Además, hay que tener en cuenta otra circunstancia que resalta la experta: “Para un pequeño, lo más divertido es tocar un instrumento. Pero es mejor no centrarse en uno solo y así descubrir todas las posibilidades y los beneficios de la música”.
¿Hay un instrumento más adecuado para cada niño?
A la hora de elegir instrumento conviene tener presente que la música no es un apartado estanco en la vida del niño, sino que debe ir en consonancia con su personalidad. No es un trabajo en paralelo, sino de la mano. Es la forma de que crezcan sintiendo la música parte de ellos y no algo extraño impuesto desde fuera, ya sea por un deseo de los padres, por presión social…
"No podemos identificar la personalidad de un niño alrededor de un instrumento, aunque sí podemos favorecer su desarrollo psicomotor con ciertos instrumentos”, destaca Mar Medina Payo.
En este sentido, es recomendable que los niños con un desarrollo psicomotor más lento comiencen con instrumentos de una sola línea melódica, como puede ser el violín o la flauta. A medida que esas destrezas motrices se vayan perfeccionando, ya podrían comenzar con otros instrumentos que exijan la coordinación en paralelo de ambas manos, como el piano o la guitarra.
Cómo despertar en los niños el interés por la música
Hay niños que desde muy pequeños se sienten muy atraídos por melodías, instrumentos, canciones, bailes… mientras que otros parecen menos interesados. No es cuestión de forzar, pero, como en otros aspectos educativos, la constancia y el ejemplo de los mayores de referencia, de los padres, es importante en ese punto.
Si el niño está acostumbrado a que de fondo se escuche música en su hogar, en lugar de la televisión, posiblemente está más abierto a un interés por ritmos y melodías. De igual forma, si a su alcance, desde muy pequeño, tiene elementos musicales para explorar, se va sembrando el germen de un interés que se puede ir cultivando cuando son algo más mayores con conciertos adaptados a su edad (los hay desde que son bebés).
No hay que olvidar que la música no es solo emoción sino que modela la forma en que esas emociones salen fuera. Los beneficios de la educación musical son incontestables (mejora de la memoria, de la capacidad intelectual, de la imaginación, de las habilidades sociales…) pero, como explica la colaboradora de Colorbaby, “no nos podemos quedar solo con algunos de ellos, sino que tenemos que pensar que el conjunto de una buena educación musical será lo que fomente estos beneficios”.
La exposición a diferentes estilos musicales enriquece mucho las habilidades de la persona y la hace crecer en aspectos menos ‘visibles’, como el procesamiento lógico, la comprensión matemática y la memoria, tanto auditiva como visual.