Los dolores de crecimiento, conocidos a nivel médico como “dolor óseo recurrente benigno”, son una situación clínica autolimitada, pasajera, condicionada por la edad, caracterizada por la aparición de dolores nocturnos en extremidades inferiores, de variable intensidad y de presentación irregular y esporádica.
Diremos desde el principio que se trata de una sintomatología de pronóstico benigno, que no tiene complicaciones y que se denomina de tal manera porque estos dolores solo se presentan en los niños que están en edad de crecer y que están creciendo, pero no porque el crecer provoque dolor, pues el crecimiento en sí mismo no es un fenómeno doloroso.
¿Cuáles son las causas que provocan los dolores de crecimiento?
El origen de los dolores es desconocido. Por ello, se discuten múltiples posibles causas del problema, entre las cuales las que tienen más peso son las siguientes:
- Factores anatómicos: defectos ortopédicos, anatómicos o funcionales y posturales transitorios, de los pies y las extremidades inferiores.
- Factores neurológicos: la posibilidad de una neuralgia de nervios periféricos en familias donde la migraña, la cefalea, y el dolor recurrente, etc. son más frecuentes.
- Factores psicológicos: predisposición personal y familiar para la tolerancia al dolor y como respuesta al estrés o a otras alteraciones psicosociales en la vida del niño.
- Fatiga: la fatiga muscular y la acumulación de productos del catabolismo del tejido muscular, serían causa frecuente y verosímil del dolor muscular nocturno.
Estas son las características principales de los síntomas asociados a los dolores de crecimiento
Reconocer los síntomas de los dolores de crecimento es clave para descartar que tengan que ver con otra enfermedad o patología de mayor gravedad. Las principales características de estos síntomas son:
- Aparece en un 10-25 % de todos los niños en edad escolar.
- Edad de presentación entre los 3 y 12 años.
- Dolor vespertino o nocturno que despierta al niño, de intensidad moderada, y de naturaleza imprecisa y cambiante, siempre bilateral, en extremidades inferiores y que afecta sobre todo a muslos y pantorrillas.
- Duración aproximada de 30 minutos.
- Ceden rápidamente con masaje o analgésicos habituales.
- Ausencia de síntomas a la mañana siguiente con ausencia de dolor diurno.
- Presentación intermitente con intervalos que van de días a semanas.
Así es como el pediatra diagnostica los dolores de crecimiento
El médico debe realizar el diagnóstico de esta situación “por exclusión” a través de una historia clínica muy completa, exploración física y, en ocasiones, determinaciones analíticas o pruebas de imagen, para despistar enfermedades más trascendentes con variables grados de gravedad: las miositis, las neuropatías periféricas, la osteomielitis, la tromboflebitis, la artritis reumatoide, los tumores óseos, los calambres musculares y el síndrome de piernas inquietas son, entre otros muchos, algunas de las patologías que hay que tener en cuenta a la hora de realizar el diagnóstico.
El niño con dolores de crecimiento, cuando se le pregunta, casi nunca refiere y señala un punto concreto doloroso con el dedo, sino que lo describe con poca precisión, señalando difusamente con la mano, el muslo o la pantorrilla.
¿Hay tratamiento para los dolores de crecimiento?
La educación de la familia y del paciente es fundamental, insistiendo en la naturaleza benigna y transitoria de estos dolores porque, aunque es una patología benigna y transitoria, esta situación puede dar lugar a ausentismo escolar, tendencia a disminución de la actividad física y a la costumbre de quejarse de fatiga permanente. No hay tratamiento como tal, si bien sí que hay alternativas para paliar el dolor:
- Los estiramientos musculares como medida preventiva pueden ser eficaces.
- El uso de masajes y la aplicación de paños tibios también pueden ser beneficiosos.
- La terapia con analgésicos simples tipo paracetamol o ibuprofeno suele ser muy oportuna y eficaz.