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La pediatra Mar López Sureda con un bebé© marlopez_pediatra

Crianza

Már López Sureda, pediatra: ‘El niño debe saber que, si no quiere dar un beso, no tiene que hacerlo’

Las cifras de abuso infantil son mucho más elevadas de lo que cabría imaginar, por lo que es imprescindible educar e informar a los niños para que sepan identificarlo


19 de junio de 2024 - 13:51 CEST

La pediatra Mar López Sureda es muy conocida en redes sociales por los consejos prácticos que, sobre salud y crianza, da a las familias. Pero también está especializada en casos de maltrato y abuso sexual infantil y es consciente que la educación en prevención a los niños es esencial para protegerlos. Por eso, se propuso ha escrito un libro, El monstruo de los abrazos (Beascoa), en el que explica de manera muy sencilla y divertida a los pequeños lectores la importancia de saber decir que no, de no dar un beso o un abrazo si no quiere hacerlo. Y es tan importante como que está demostrado que “educar en prevención de abuso sexual reduce en un 50% los casos de abuso”, como nos dice Mar López. El libro, eso sí, es de lo más ameno y dulce y consigue enganchar a los niños a sus páginas. Hemos charlado con ella sobre cómo podemos los padres educar a nuestros hijos, desde edades muy tempranas, al respecto.

¿Cómo surgió la idea de escribir un libro dirigido a niños y niñas para evitar el abuso infantil?

Para mí este tema es muy importante porque soy pediatra especializada en maltrato infantil y abuso sexual infantil. Me parecía súper importante que mi hija estuviera bien informada, pero era muy pequeña y no entendía los libros y los cuentos que había sobre este tema, pues eran para mayores, como a partir de seis años. Los niños más pequeños no los entendían bien y me parecía que era necesario que hubiera un cuento que fuera muy fácil de leer, con poca letra, mucho dibujo, que fuera una historia un poco divertida o bonita, que no fuera solo información, sino que “entrara” más fácilmente. Y al final, por las noches, contándole a mi hija un cuento que me inventé, este cuento del monstruo de los abrazos, que es un monstruo que se llama Achuchones, que quiere un abrazo y a su amiga a veces no le apetece, y le fui dando forma a este cuento. A mi hija le servía mucho para entender todo bien y, después, también creamos la canción de ‘Solo mío’ para poder terminar de fijar bien estos conceptos, porque los niños, con cuentos y con canciones, aprenden muchísimo. Y nos pareció importante que tuvieran esos dos recursos.

¿Por qué es importante explicar a los niños desde que son pequeños qué es y qué implica el consentimiento?

Es muy importante porque es una forma de prevención del abuso sexual infantil, es una forma de defensa. El niño tiene que tener muy claro que nadie puede tocarle sin su permiso, que si él no quiere dar un beso, un abrazo, no tiene que hacerlo, no tiene que darlo si a él no le apetece. Realmente los niños normalmente ya nacen teniendo eso muy claro y somos los adultos los que acabamos haciendo que se confundan. De hecho, somos nosotros, nuestra generación, que ha sido educada así, la que está confusa con si me apetece dar un beso, un abrazo o no, si voy a quedar mal... Al final somos nosotros los que no estamos conectados con “¿qué es lo que a mí me apetece?”, “¿qué es lo que yo quiero hacer?”, “¿qué es lo que a mí me sale de forma natural?”. Y al final a los niños les pasa lo contrario, que ellos sí que están conectados con eso y somos nosotros los que les acabamos confundiendo. Si ellos tienen eso muy claro, cuando sean adolescentes y a lo mejor otro niño o niña de su edad que se acerque demasiado o que le bese o que jueguen a la botella, ellos tendrán muy claro cuándo eso les apetece y cuándo no.

¿Cómo educarles al respecto?

Primero, dando ejemplo. Si nosotros tenemos muy claros cuáles son nuestros límites, los niños también lo tendrán claro después, poniendo límites en casa, con ellos y con los demás. Al final, cuando una persona sabe poner límites, normalmente también sabe ponerlos sobre sobre su cuerpo. Segundo, no forzando el tema, sino intentar hablar con ellos, bajar a su altura, validar sus emociones, empatizar, buscar una solución juntos. Pero, en general, sobre todo, no forzando con nada de su cuerpo: si a ellos no les apetece darnos hoy un abrazo, un beso, nosotros podemos dedir “¡ay, me encantaría que me dieras un abrazo, me das un abrazo?”, pero dejar que ellos decidan libremente; si no quiere, no hacerles chantaje, no decirles “¿es que no me quieres?”. Tampoco obligar a besar ni abrazar, obviamente, a nadie que no conozcan, pero tampoco a la familia extensa, ni a nosotros, ni a la familia, ni a sus amigos. Venga, dale un abrazo a tu amiguito antes de irte.

También, nombrando las partes de su cuerpo por su nombre real. Si un niño sabe que en casa decimos “vulva” y “pene”, igual que si dijéramos “oreja”, “nariz”, “pelo”, “ojos”, lo entienden como algo natural. En casa nos cuesta hablar de este tema y también responder a sus preguntas cuando las van haciendo (“de dónde vienen los niños”, etc.). Pues responder de forma adaptada a su edad, pero verdadera, no contarles una cosa de una semillita, una cigüeña que no tiene nada que ver y que después se van a sentir engañados por nosotros y además van a sentir que con nosotros no pueden hablar de este tema porque nos cuesta. Esto tiene que ser en casa un tema que no sea tabú, que podamos hablar; al principio a lo mejor te cuesta un poco y también tienes que aceptar y entender que como a ti no te han educado así, pues a lo mejor te cuesta un poco, pero cuando ya empiezas a hacerlo, se va. Yo siempre le digo a la gente “te prometo que eso deja de ocurrirte cuando empiezas a hacerlo y tú mismo empiezas a verlo como algo natural y tus hijos también”.

Por último, contando a nuestros hijos cosas nuestras que a lo mejor nos hacen sentir vulnerables. “Nos hemos peleado con un amigo” o lo que sea para favorecer la intimidad en casa, que haya una buena comunicación.

El monstruo de los abrazos, de Mar López Sureda© Beascoa

¿Y a los adultos? Porque en ocasiones es más difícil hacerle entender a los abuelos, a los tíos y a conocidos que nuestro hijo no quiere dar besos o abrazos que a los propios niños…

Esto es una preocupación muy importante en las familias. “Qué hago si el abuelo le quiere dar un beso y el niño no quiere, el abuelo no lo va a entender y yo me siento en un compromiso” y al final lo que les digo es que tienen que centrarse en lo que ellos quieren. El abuelo ha educado a sus hijos de la forma en la que ellos han considerado adecuada, y ahora nos toca a nosotros decidir eso. Y esta decisión es solo nuestra. Al final no nos tiene que nuestra familia no nos tiene que influir en eso.

Todo el mundo lleva una mochila, pero cuando nosotros decidimos que lo mejor para el niño es esto, hay que tirar para adelante con eso. Entonces, primero tomar una decisión, tener claro cómo quieres criar a tu hijo y, después, como lo tienes claro, informar a la familia: “oye, es que nosotros no obligamos a dar besos y abrazos, dejamos que él decida”. Punto. En cuanto tú lo tienes claro, la gente no te hace ni una pregunta, no lo pone en duda cuando ve que tú lo tienes claro. Yo creo que lo más fácil es comunicarlo cuando tú lo tienes claro y también clara.

Los padres, por lo general, nos volcamos en poner límites a nuestros hijos (aunque sea de manera respetuosa); ¿cómo enseñarles a ellos a poner límites a los demás?

Cuando tú pones límites a tus hijos, estás dando ejemplo y ellos aprenden a poner límites a los demás. Es tan fácil como eso. También cuando, por ejemplo, tu hijo está jugando con el hijo de tu amiga y hay un conflicto, no decir “no pasa nada”, sino “vamos a hablarlo: ¿a ti qué no te ha gustado?” -No me ha gustado que me empujes”. Y el otro dirá “es que yo he empujado porque me ha gritado”. Cuando ha ocurrido una cosa entre niños, lo ponemos sobre la mesa, decimos lo que lo que a cada uno no le ha gustado, y al otro niño le queda muy claro: “a este no le gusta que le griten y a mí no me gusta que me empujen” y se continúa. Hay que hablarlo y solucionarlo y no pasarlo por alto porque a lo mejor genera un conflicto con el adulto. El adulto debería aprender a solucionar los conflictos así.

El objetivo del libro es que los niños reconozcan un posible maltrato o abuso, un tema que es muy difícil de abordar con niños pequeños; ¿por dónde recomiendas empezar a hablar de ello a los padres? ¿Qué consejos les darías?

Cuando nosotros hablamos en casa con naturalidad de de sexo, de las partes, del cuerpo, de sexualidad, de genitales, al final transmitimos eso a nuestros hijos y ellos lo viven como algo normal, natural. Y también el hecho de tener una buena comunicación con nosotros, cuando van creciendo y van estando preparados -alrededor de los cinco años suele ser, pero depende de cada niño- explicar que a lo mejor algunas personas adultas pueden intentar ver o tocar sus genitales o pedirles a ellos que se los toquen, que eso es un abuso, que tienen que decir que no y pedir ayuda. Eso es algo que ya podemos explicarles en cuanto tienen una edad adecuada, cuando empiezan a entender un poco, antes no.

Cuando son más pequeñitos, ¿cómo lo hacemos? Lo que explico en el cuento: “siempre te piden permiso, nunca te hacen daño”. Pedir permiso significa que si tú dices que no, no lo van a hacer. En el cole de mi hija, por ejemplo, lo tenían muy claro si la niña no quiere que le cambien el pañal, no se lo cambian, se lo vuelven a preguntar en un rato y le explican que está muy lleno, que le está pesando y que va a estar mejor si se limpia. Es importante respetar eso y explicarle también, cuando son más pequeños, quién le va a cambiar el pañal o, si vamos al médico y van a ver sus genitales, explicarselo: “te van a ver los genitales o te van a bajar la piel de prepucio, pero no te van a hacer daño porque tu piel no baja bien, simplemente van a revisar que no baja y ya está. No te van a hacer daño, yo voy a estar contigo”. Eso es muy importante también al final para que ellos puedan distinguir cuándo es normal que ocurra algo así y cuándo no.

Hablas también en el cuento de los chantajes; ¿puede dificultarles entender lo que esto significa cuando se trata de su cuerpo si les hacemos con frecuencia otro tipo de chantajes vanales, a los que no damos importancia, como, por ejemplo, cuando les damos una chuche a cambio de que ‘se porten bien’?

Claro, es que no hay que hacer ningún tipo de chantaje a los niños, porque tampoco lo haríamos con un adulto. No hay que chantajear a los niños. Yo creo que se trata de poner un problema sobre la mesa y buscar posibles soluciones. No es que “te portes bien”, porque no existe “portarse bien” o “portarse mal”; es hablar con el niño en una situación determinada y explicarle “mira, ahora yo que sé si va a venir tal persona, necesito que haya silencio porque tengo que contarle una cosa que es de trabajo; ¿qué te parece si buscamos un juego juntos para juegues mientras yo hablo con esta persona?”

Cuando tú le preparas al niño, le explicas lo que va a ocurrir, le das alternativas, opciones para que él pueda elegir cómo se siente más cómodo y entienda la situación y después le das un plan b, el niño entiende lo que va a pasar, sabe cómo puede actuar. Vamos, cuando tú aprendes a enfocarlo de otra manera, no necesitas hacer chantaje al niño con nada, ni con el caramelo de “portarse bien”, ni con el cuerpo, obviamente.

Las cifras oficiales sobre abuso sexual en la infancia son alarmantes, pero a la vez parece que es algo que no ocurre, que es muy lejano; ¿realmente es así, una realidad encubierta mucho más presente de la que cabría imaginar?

Se cree que solo el 15% de los abusos son comunicados y solo con esos datos sabemos que hasta un 25% de los niños en España han sufrido algún tipo de abuso sexual en su infancia. ¡Fíjate qué datos! Si todo el mundo lo hubiera comunicado, la cifra hubiera llegado a abarcar más gente, a uno de cada dos o así. Es muchísimo. Esto ocurre y yo lo veo. Lo he visto mucho en urgencias, en el centro de salud, pero claro, las familias a lo mejor no lo comunican, de forma que a lo mejor tú no te enteras qué ha ocurrido, qué ocurre.

Los niños que tienen más probabilidad de sufrirlo son los que no han tenido una educación en prevención del abuso; educar en prevención de abuso sexual reduce en un 50% los casos de abuso, es decir, si tú le das la información a dos niños, uno no lo va a ser. O sea, le das la información a diez niños que iban a ser abusados y cinco no lo van a hacer.