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Hablar de sexualidad con los hijos: hay una forma para cada edad

Mantener conversaciones sobre sexualidad donde prime la confianza es importante para que los hijos crezcan con un buen referente en cuanto a información: el que le llega de su familia. Pero no es fácil. ¿Qué pautas hay que seguir?


12 de junio de 2024 - 14:28 CEST

Según un estudio de We-Vibe, más del 39% de los padres confiesa que la idea de hablar de sexo con sus hijos les resulta incómoda. Un 33% de los progenitores sí se atreve, pero  las conversaciones suelen girar en torno a las enfermedades de transmisión sexual y a los métodos anticonceptivos.  Le sigue el consentimiento, que subraya la importancia de comprender los límites y el respeto. Y más atrás, cuestiones relativas a la intimidad o la pornografía.

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En este trabajo se puso también de manifiesto cómo la mayoría de los padres (un 40%) prefiere esperar a que sus hijos tengan entre 12 y 14 años para abordar este tema. Un 22% aguarda a que cumplan entre 15 y 17, otro 20% lo intenta entre los 9 y los 11 años y finalmente un 10% considera que la edad ideal es antes de los 8 años. En el otro extremo están los que esperan a la mayoría de edad para tratar la sexualidad con sus hijos.

Sea como fuera, es importante que la información que se ofrezca esté adaptada a cada edad. Estos son los consejos que aportan los especialistas de We-Vibe.

Entre los 3 y los 7 años: comprendiendo el cuerpo humano

A esta edad, los niños comienzan a tener nociones de lo que significa su cuerpo. Si se aborda el tema de la sexualidad, ha de ser de acuerdo con el nivel de desarrollo, madurez y comodidad de cada niño.

Estas serían las pautas:

  • Preséntale la sexualidad de forma suave y positiva.
  • Utiliza  un lenguaje apropiado para su edad y mantén conversaciones sencillas. 
  • Aprovecha las ocasiones cotidianas para hablar del cuerpo y sus funciones.
  • Enseña los nombres correctos de las partes del cuerpo.
  • Habla de intimidad y consentimiento.
  • Valora la opinión de tu hijo y responde a sus preguntas con sinceridad.

Además, recomiendan “utilizar términos sencillos que tu hijo entienda, evitando palabras complejas o técnicas que puedan confundirle”.

Entre los 8 y los 12 años: comienzan los cambios

Con la pubertad, los cambios corporales se empiezan a generalizar y los niños se preguntan qué está pasando. Tener a su lado a sus padres para poder apoyarse en ellos es importante.

En esta edad, las conversaciones sobre sexualidad deberían seguir estor principios, según los especialistas:

  •  Habla sobre la pubertad y los cambios corporales que le esperan. 
  • Habla de la importancia de la higiene personal y de cómo cuidar su cuerpo.
  • Háblale sobre el consentimiento y las relaciones sanas.
  • Explícale que el sexo es normal (y que probablemente formará parte de sus vidas en el futuro).
  • Aborda la representación poco realista de la sexualidad que puede presentarse en la pornografía.

 La edad media del primer acceso a la pornografía digital en niños son los 10 años,  por lo que estamos ante un momento clave para desmitificar sus representaciones y proporcionarles una imagen más realista de la sexualidad y de las relaciones interpersonales.

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Entre los 12 y los 15 años: en plena revolución adolescente

Es posiblemente una de las etapas más convulsas de los chicos, pero eso no tiene que implicar una ‘retirada’ de los padres. Las fuentes de información de los menores a esta edad no suelen ser las más seguras ni fidedignas. ¿Cómo hablar de sexualidad con ellos en este momento?

  • Haz hincapié en la importancia de la intimidad y los límites personales.
  • Habla de las prácticas sexuales seguras y de los métodos anticonceptivos.
  • Háblale de las posibles consecuencias emocionales y físicas de la actividad sexual.
  • Anímale a hacer preguntas y a buscar información en fuentes fiables.
  • Reitera la importancia del consentimiento y cómo se diferencia del deseo.
  • Habla más sobre la pubertad y su impacto en el cuerpo.
  • Si habláis de masturbación, puedes transimitirle que forma parte del desarrollo sexual.

“La vergüenza puede ser una emoción muy poderosa al hablar de estos temas, tanto para los adultos como para los adolescentes. Esto puede hacer que los adultos se pongan nerviosos al hablar de estos temas, y que los adolescentes rehúyan este tipo de conversaciones con sus madres, padres o tutores”, advierte Ana Lombardía, experta en bienestar sexual de We-Vibe. Por ello, “una educación indirecta sobre el tema también podría ser eficaz. Esto puede ser:  comentar con ellos escenas sexuales de series y películas,  dejarles escuchar ‘accidentalmente’ una conversación adulta sobre sexualidad en la que podamos ofrecerles un buen modelo, poner a su alcance libros o cómics sobre educación sexual, hablarles casualmente de un centro de salud que ofrezca un servicio de planificación familiar, etc.“, recomienda.

De 16 a 18 años: a punto de la mayoría de edad

Los hijos se acercan a la edad adulta al final de la adolescencia. Y es importante que la presencia y el apoyo de los padres esté ahí, “para que podamos ser una fuente de ayuda a la que acudir en caso de que tengan un problema (una ruptura, una situación de maltrato, necesitar la píldora del día después, etc.)”, señala la especialista. “Es importante  que sepan que pueden acudir a nosotros siempre que lo necesiten, aunque hayan ‘metido la pata’,  se avergüencen de la situación o tengan miedo”, añade.

Para hablar de sexualidad a esta edad, su recomendación es:

  • Promueve la autonomía y el respeto corporales.
  • Habla de la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género.
  • Proporciona una educación sexual integral.
  • Mantén conversaciones sobre los aspectos emocionales y físicos de la intimidad sexual.
  • Discute las posibles consecuencias de la actividad sexual.
  • Anímales a que se informen sobre salud y bienestar sexual.
  • Incorpora debates sobre valores y creencias personales.
  • Recuérdales que el placer sexual es una parte normal y saludable de la vida adulta.
  • Habla de los abusos que pueden surgir; dirige el discurso no sólo a cómo protegerse uno mismo, sino también a enseñarles a no agredir a los demás.