Tras décadas siendo un referente en periodismo y tras más de una decena de libros, la mayoría novelas, Nieves Herrero se adentra en el mundo de la literatura infantil y lo hace por el motivo más especial de todos: su nieto, Nico, que tiene 3 años. Él es el protagonista del cuento, titulado Nico y los animales (Ed. B de Block), del que tanto él como cualquier otro niño de su edad puede extraer importantes enseñanzas. Hablamos con ella y nos cuenta qué es lo que le impulsó a escribirlo, al tiempo que nos revela qué sintió cuando supo que iba a tener un nieto y cómo se le abrió el alma cuando Nico la llamó por primera vez “abuela”.
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¿Cómo se te ocurrió dedicarle este cuento a tu nieto?
De pequeña me contaban muchos cuentos y he leído mucho cuento infantil, hasta de adolescente, cuando me compraban las obras completas de los hermanos Grimm, y pasábamos, sin solución de continuidad, directamente del cuento a Los tres mosqueteros, con el que nos daba la sensación de que éramos mayores. Mi padre ya te hacía mayor con el libro de Los tres mosqueteros. Era como una tradición, y ahora con mi niño, estoy constantemente contándole cuentos. Llegó un punto en el que me asociaba con los cuentos; cada abuelo tenía una función y la mía era esa. Me veía, se iba su a su habitación, cogía un cuentecito y venía y me lo traía. Sabía que lo mío era contar cuentos.
También cuando se iba a dormir, yo le contaba cuentos que me inventaba. Un día le dije “te voy a contar un cuento de Nico” y se lo fui contando con cosas sobre los animales. Veía que ponía mucha atención y pensé “oye, ¿por qué no?, ¿por qué no le hago un homenaje? A mí me hubiera gustado tener un cuento mío de pequeña, así que dije en mi editorial que me encantaría hacer un cuento basado en Nico. Les hizo gracia y me pasaron con la sección infantil; lo hice en diciembre, pero el proceso es muy largo porque luego hay que ilustrarlo -las ilustraciones, que son de Ignacio Hernández, son súper bonitas-.
Nico aún es pequeño, solo tiene 3 años, pero ¿cómo reaccionó cuando le contaste que habías escrito un libro en el que él era el protagonista y cuando lo leyó? ¿O, precisamente por su edad, lo ha visto como lo más normal del mundo?
Yo creo que piensa que todos los niños tienen un cuento. Los niños le dan a todo mucha naturalidad. Su abuela escribe y lo ve normal; o sea, no es algo que vea como “qué maravilla”. No, no; lo ve absolutamente normal.
Nico es tu primer nieto (estás a punto de convertirte en abuela por segunda vez); ¿qué sentiste al ver a tu hija mayor convertida en madre?
Fue un impacto. Me quedé muy impactada porque piensa que fue en pandemia. Ella, recién casada, se quedó aislada. En ese tiempo nos nos hacíamos videollamadas y, cuando ya pudimos salir, me dijo que estaba embarazada. Me quedé en shock; mi respuesta fue “¿tan pronto?”. Era por puro egoísmo porque yo decía “¿pero voy a ser abuela tan pronto?”. No me había preparado psicológicamente. Para mí el nacimiento de Nico fue un impacto.
Les decía “no me llaméis abuela, ¿eh?, yo soy Nieves”, un poco a lo Rafael. “Que me llame por el nombre, por favor, que al niño ni se le ocurra”. Y hubo un día en el que el niño ya había empezado a hablar y me dijo “abu”; fue como si el alma se abriera, se rasgara, y pensé pero “¡qué bonito!, ¡qué bonito!” Y entonces ya dije “¡sí, sí, soy la abuelita!” (yo, que no quería que me llamaran “abuela”). Me entregué al minuto cero.
¿Cómo vives tú el ser abuela? ¿Has pasado de ser madre exigente a abuela consentidora?
No. A mí me gusta decirle a Nico “no” más de una vez: “no, Nico, ahora no” o “vamos a terminar lo que estamos haciendo”. Todo esto se lo he oído a mi amigo Javier Urra. Yo no quiero que haya pequeños dictadores en casa y como sé que la clave de los pequeños dictadores es el consentimiento y me decía Javier cuál es la importancia de escuchar un “no”, pues yo muchas veces soy “doña No”: “no, Nico, porque ahora es momento de comer” o “Nico, mira, ahora vamos a pintar, en un ratito haces tal cosa”… Intento que no sea un pequeño dictador, sino que sea un niño feliz.
El mundo de la infancia me preocupa un montón. Estamos abusando de las pantallas y el niño tiene que jugar, el niño tiene que aburrirse, tiene que estar inventando, tiene que estar pintando, haciendo construcciones, pensando con sus muñecos... No tienen que estar completamente activados 100%. Todo esto te lo digo porque, como no hago nada más que leer a Javier Urra, veo que no estamos haciendo bien los deberes; los nuevos papás, los nuevos abuelos, tienen que dedicarles tiempo, tienen que ponerse a jugar e ir al suelo. Si es que un niño con una cajita de cartón ya se está divirtiendo, si el día de Reyes a veces se se divierten más con las cajas que con el propio juguete. Es cuestión de tiempo, de dedicarles tiempo.
Qué importante es dedicarles tiempo. Sin embargo y a pesar que la generación actual de padres y madres es de las más formadas de la historia en lo que la crianza de los hijos se refiere, estamos viendo las dificultades a las que se enfrentan muchas familias precisamente por la falta de tiempo y en cómo se acaba recurriendo al abuso de las pantallas para tener a los niños tranquilos. ¿En qué estamos fallando?
Yo creo que en la rapidez a la que estamos acostumbrados. Incluso lo vemos en la televisión: nos aburrimos rápidamente de una entrevista porque estamos acostumbrando al ojo de las personas a que nada dure en el tiempo. Yo me acuerdo de aquellos programas a fondos de Joaquín Soler Serrano, del propio Jesús Hermida, los ‘De cerca’, o programas de Jesús Quintero; hoy son impensables porque estamos acostumbrados a meter 50 imágenes, a meter vídeos, colas, la misma cola repetida... He llegado a ver hasta un punto que se mueve abajo de la pantalla con tal de que la gente no se aburra. Y yo creo que es maravilloso el tener tiempo.
Por ejemplo, cuando estoy en una consulta de médico, todo el mundo con los móviles y yo me cojo una libreta y estoy pensando; a veces, simplemente observando porque a mí me gusta observar a la gente, me encanta imaginarme su vida, escuchar cómo hablan. Creo que es muy buena la observación. De hecho, este cuento de lo que habla es de la observación: observa el animalito que tienes al lado de casa, a la hormiga (el libro comienza con las hormigas) y ver cómo se asocian, cómo trabajan, ver los bichos de bola, las lagartijas...
Yo he observado mucho a los animales de pequeñita. Soy la pequeña de cuatro hermanos y, mientras ellos jugaban o estaban hablando con sus amigos, yo estaba en la arena, observando constantemente todos los bichos que había por ahí. La observación es interesante y los mayores científicos lo que han hecho ha sido observar la naturaleza; por eso hago un canto la observación de los animales cotidianos. Me encantaría que los niños miraran, observaran, disfrutaran, simplemente mirando.
Tienes una larga trayectoria profesional, eres un referente en periodismo y has escrito varios libros; ¿cómo ha sido dar el salto a escribir un cuento infantil? ¿Ha sido difícil adaptarte al lenguaje de los niños?
Sí, me ha costado porque en periodismo estamos acostumbrados a sintetizar y, en la novela, todo lo contrario, tienes que contar hasta lo que está pensando, lo que está viendo… hay que describir mucho. En cambio, aquí tienes que prescindir de casi toda la información, tienes que insinuarlo, y entonces he tachado hasta aburrir. He tachado muchísimo porque me decían “es que es muy largo”, “tienes que quitar información”… Y me he dado cuenta de que eso que decía Picasso de que hay que volver a mirar las cosas con ojos de niño, que hay que desaprender lo aprendido, me ha pasado.
Aunque como el cuento lo escribí hace mucho y tarda mucho en salir, yo estoy ya con una novela, en noviembre saco nuevo libro. Este es el año de las novedades: nace mi segunda nieta, escribo un cuento a mi nieto y voy a meterme por primera vez en un thriller, ambientado en los años 50. Lo estoy rematando y me lo estoy pasando bomba.
¿Ha aprendido mucho Nico sobre los animales gracias a las historias que cuentas en el libro?
Uy, sí. “¡Si se cree que es el el Robin Hood de los animales! Él ahora está “¡cuidado!, ¡una hormiga!”. O, por ejemplo, está muy impactado con las lagartijas: cuento en el libro que ellas, para defenderse, pueden desprenderse de la cola e incluso había niños que cortaban la cola para que le volviera a crecer. Por lo menos sé que estos niños a los que les estoy hablando, que saben que la cola no es igual, que tarda en crecer y que hacemos un flaco favor a la lagartija porque la pueden comer otros animales o la pueden hacer mucho daño.
Creo que sí que aprenden de cada animalito algo importante. Yo creo que el libro es pedagógico; sin intentar dar clase de nada, tiene su pedagogía. Ya sabes que los niños que aman a los animales al final son seres extraordinarios; están poniendo los cimientos para ser personas interesantes, personas empáticas.