Se suele atribuir la etapa que va desde que los niños tienen unos 6 años y hasta que llega la pubertad a estabilidad y tranquilidad en la crianza. Nuestros hijos han alcanzado una cierta madurez intelectual y emocional, de modo que las rabietas y ciertos problemas de comportamiento quedan, por lo general, atrás (hasta que las hormonas empiezan a hacer acto de presencia de cara al gran cambio que supone la adolescencia). ¿Realmente es así? ¿Estamos los padres y las madres tranquilos una vez superada la primera infancia? “Yo creo que cada edad tiene un momentazo fuerte. Mi hija mayor, Ari, tiene 6 años y siento que es una preadolescente casi”, comenta Ariadne Artiles, una de las modelos españolas de mayor prestigio internacional, en una charla sobre maternidad organizada por la marca de cosmética infantil Suavinex este lunes en Madrid.
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En este sentido, compartió con los asistentes al evento una anécdota que le hizo tomar consciencia de la personalidad de su hija Ari (tiene otras dos niñas, María y Julieta, gemelas de 3 años). “El otro día fuimos de compras a por ropa ya de un poco más mayor y, de repente, el vestido que yo había elegido -que era de canalé y a mí me parecía más infantil- en un top y ella hizo un movimiento raro y yo me asusté porque Ari no es solo la Ari que yo veo en casa; es una Ari que está ahí y que, seguramente, voy a empezar a conocer ahora”.
Se trata de un proceso natural de crecimiento personal, en el que efectivamente hay más tranquilidad emocional, no hay tantas rabietas, pero empieza a manifestarse su personalidad cada vez con más fuerza. Un camino en el que también ella, como el resto de niñas y niños de su edad, van buscando su hueco, su independencia.
De hecho, Ariadne Artiles ha expresado también cómo le ha dado cierta tristeza el hecho de que su hija mayor desee una habitación propia, en la que no tenga que compartir espacio con sus hermanas pequeñas. “Nos estamos cambiando de casa y no hay cosa más bonita que las camas múltiples; como las tres se llevan poco, lo veo ideal y, ahora, Ari dice que quiere su propia habitación. En medio de un proyecto de casa, que de repente quiera ser independiente es una faena”.
En medio de estos nuevos descubrimientos, la modelo y empresaria señala, con satisfacción, que se trata de un cambio diario que ella está “viviendo y disfrutando” junto a sus hijas. “Estoy entre los terribles 3 y los terribles 6”, dice en relación a la edad de las tres niñas. “Juntas forman un equipazo de delincuentes importante”, asegura en tono de broma y entre risas. “Pasamos de las peleas al amor infinito” entre ellas.
Cómo cuidar la autoestima de las niñas
Artiles también ha hablado de la importancia de nuestras palabras y de nuestros actos para ir conformando la autoestima de los hijos y, en concreto, de las niñas. Preguntada acerca de cómo es posible que niñas de 6 ó 7 años muestren ya preocupación por su aspecto físico y que puedan incluso llegar a verse, por ejemplo, más tripa de la cuenta, la empresaria ha hecho hincapié en la importancia, en este sentido, de no hablar de dietas delante de ellas. “En casa jamás hablamos de dietas. Ellas saben que hay que cuidarse, pero no físicamente en cuanto al aspecto”, sino desde el punto de vista de lo saludable, para no estar enfermos. “Ellas empiezan a ver la alimentación de otra manera; se plantean nutrirse para estar fuertes y correr más, ver mejor… Por eso intento que coman mucha fruta y mucha verdura. Es que el azúcar da cáncer también; si comes mucho azúcar y te pasas… esto existe”. No es, por tanto, solo una cuestión de belleza, sino de salud.
“Nosotras tenemos que intentar no mostrarlo. Si estamos haciendo una dieta, tenemos que intentar no hablarlo en casa. Sé que es difícil, pero desde mi punto de vista, es importante que entienda la alimentación como una forma de ser una mujer fuerte, de tener energía… conceptos que a nosotros nunca nos enseñaron”.
Ariadne ha mostrado también su preocupación por cómo puede afectar a las niñas la obsesión por el aspecto físico, algo en lo que cree que cómo las ve o las mira su propia madre. “Nuestras hijas se reflejan en nosotras”. Ha puesto como ejemplo el caso de una conocida suya cuya hija tiene anorexia; ha explicado que, mientras la madre es muy delgada, el padre es más gordito y a ella siempre le ha preocupado que su hija pudiera pasarlo mal por el físico. Pues bien, el psiquiatra le llegó a decir que ella, en cierto modo y sin querer, había provocado ese trastorno en la niña. “Cuando me lo contó, vi lo importante que es cómo pensamos y valoramos a nuestros hijos”.