Sabemos que fumar implica graves riesgos para la salud. Tanto es así, que solo en España mueren 50.000 personas al año a causa del tabaco, según la Asociación Española Contra el Cáncer. ¿Y si el que fuma es un adolescente? ¿Hay más riesgos añadidos por su corta edad? La mayoría de los fumadores comienzan a consumir tabaco en la adolescencia, hecho que facilita el desarrollo de la dependencia a la nicotina. “Empezar a fumar en edades tempranas parece condicionar una mayor adicción al tabaco, lo que a su vez suele ser un factor que dificulta dejar de fumar. Además, el inicio del tabaquismo en la adolescencia puede ser un factor de riesgo para padecer otros trastornos adictivos y trastornos del ánimo en la vida adulta”, nos informa, con motivo del Día Mundial del Tabaco, este viernes 31 de mayo, la Dra. Isabel Nerín, especialista en Neumología y directora de la Unidad de Tabaquismo de la Universidad de Zaragoza.
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Consecuencias de empezar a fumar en la adolescencia
- Afectación en el desarrollo neurológico. Además de la probabilidad de generar una mayor adicción al tabaco y de ser un factor de riesgo de cara a otros trastornos de salud mental, la Dra. Nerín señala que estudios recientes reflejan que fumar en la adolescencia puede afectar al desarrollo neurológico del chico o de la chica, “ya que la nicotina llega a determinadas áreas cerebrales implicadas en funciones cognitivas y emocionales”. Es, por tanto, un factor a tener muy en cuenta, puesto que el cerebro del adolescente aún no ha terminado de madurar.
- En lo que a la salud física se refiere, “fumar es un factor de riesgo para muchas enfermedades siempre y a cualquier edad”, como recalca la neumóloga. La cuestión, en este aspecto, es que el efecto perjudicial del tabaco sobre el organismo es acumulativo. “Por eso, a más años fumando, mayor riesgo de desarrollar alguna de las muchas enfermedades causadas por el tabaco”. De ahí también que las personas fumadoras que más se benefician de dejarlo son las personas más jóvenes. “Dejar de fumar antes de los 35 años supone equipararse al riesgo de un no fumador para desarrollar enfermedad causada por el tabaco”.
- Fertilidad. El tabaco disminuye la fertilidad tanto en hombres como en mujeres, independientemente de la edad, si bien es un hecho que, para las mujeres, supone un riesgo adicional durante el embarazo para su bebé, “tanto si fuma como si está expuesta al humo ambiental, es decir al aire contaminado por humo de tabaco”.
¿Cómo saber si un adolescente es ‘fumador social’ o si ya ha generado adicción al tabaco?
“El término fumador social realmente no existe y mucho menos si nos referimos a la etapa de la adolescencia”, afirma la directora de la Unidad de Tabaquismo de la Universidad de Zaragoza. “Fumar es una adicción y, como tal, es una conducta que se va construyendo asociando determinadas acciones (estímulo-respuesta) además de otros condicionantes. Como en otras adicciones, existen grados (baja o alta dependencia), que dependen del número de cigarrillos consumidos y de la necesidad de consumirlos (medido generalmente por el tiempo que pasa desde que la persona se despierta hasta fumarse el primer cigarrillo del día)”.
La doctora nos explica que, en todo caso, podría considerarse como fumadores sociales únicamente a personas adultas que fuman ocasionalmente y que, destaca, conforman un porcentaje mínimo (menos del 2% en las encuestas de salud). “Son personas que no han desarrollado dependencia a la nicotina y que nunca han tenido un patrón de consumo diario”. Por lo general, no compran tabaco, fuman ocasionalmente y suelen hacerlo en actos sociales. “En el caso de los adolescentes, estos fumadores ocasionales corren un alto riesgo de pasar a consumidores diarios y de desarrollar dependencia a la nicotina en poco tiempo”.
¿Cómo evitar que los adolescentes tengan interés por fumar y que vean el tabaco como un medio de integración social?
En lo que respecta a la prevención del consumo de tabaco en menores de edad, la Dra. Nerín nos habla de dos tipos de factores sobre los que hay que trabajar: microsociales y macrosociales.
- Factores microsociales. Lo primero que hay que tener en cuenta es el entorno del menor y, en concreto, su entorno familiar. “Los hijos de padres o madres fumadores tienen un mayor riesgo de convertirse en fumadores porque incorporan la imagen del cigarrillo al patrón de normalidad desde la infancia”. Como era de suponer, también hay que añadir a la ecuación la influencia de las amistades, pero “también características individuales, como una menor autoestima, pues son factores de riesgo para empezar con más facilidad a fumar”.
- Factores macrosociales. “Entre los factores macrosociales, destacan el precio del producto, la permisividad social y la publicidad indirecta, que actualmente se centra en las redes sociales”. Respecto a la aceptación social, lo más adecuado es, para sorpresa de muchos, “la promoción de los espacios libres de humo en todos los lugares públicos, haya o no menores, ya que la presencia de tabaco normaliza el consumo y fomenta la imagen de integración y, por tanto, genera interés por precisamente lo que se quiere evitar: que las personas más jóvenes empiecen a fumar, sabiendo que si desarrollan dependencia a la nicotina, permanecerán durante años en el consumo”.