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ni a mira por la ventana© GettyImages

Psicología

El camino hacia la recuperación de niños que han sufrido maltrato o abusos

Para poder alcanzar el bienestar emocional tras un evento de este tipo, la ayuda psicológica desempeña un papel crucial


30 de mayo de 2024 - 19:07 CEST

Los datos son alarmantes: casi 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años sufre algún tipo de maltrato físico o psicológico en el mundo, según la OMS (Organización Mundial de la Salud). En España, son 1 de cada 5 los niños y niñas que han sufrido maltrato en su casa, en función de datos públicos de Save de Children; es decir, el 25 por ciento de los menores de edad. Se trata de cifras sobrecogedoras que alertan de la necesidad urgente de poner la atención que se merece sobre este tema. Es imprescindible buscar medidas de prevención, así como atender de manera adecuada a estos menores para que puedan recomponerse emocionalmente lo antes posible. Y aquí el papel del psicólogo es clave.

“Lo primero que necesita una niña o un niño cuando han sido víctimas de malos tratos o de abusos es tener un entorno seguro y de protección. La terapia, la intervención, tiene que asegurar que se está creando un vínculo de seguridad, un apego, donde el niño poco a poco pueda tener la confianza para poder contar qué es lo que ha sucedido”, explica Victoria Noguerol, psicóloga clínica, directora del Centro de Psicología Noguerol y miembro del Colegio de la Psicología de Madrid.

Detalla que en la mayoría de los casos, la culpa y la vergüenza impide a estos niños dar a conocer lo que ha sucedido, y más aún cuando ha habido amenazas o chantajes para que esto no se cuente y se mantenga el secreto. “Por eso ese espacio de seguridad, ese vínculo, es imprescindible para poder hacer una evaluación rigurosa, científica, para saber exactamente cuál ha sido el impacto cognitivo emocional, conductual... ya que les afecta a todo esto”.

De manera paralela, el psicólogo que atiende al niño o adolescente víctima de maltrato o de abuso busca asegurarse de que “el menor está siendo protegido, es decir, que no está en un entorno de riesgo” en el que se puedan volver a repetir los malos tratos o el abuso. Una vez que se ha asegurado su protección, es cuando es posible comenzar a trabajar ya en terapia.

¿Cómo saber que un menor es víctima de malos tratos o de abusos si no lo cuenta?

Para poder atender a un menor que ha sufrido o sufre algún tipo de maltrato o de abuso, es evidente que hay que saber que es víctima de esa situación. Cuando hay heridas físicas, estas dan testimonio del sufrimiento, pero ¿y cuando no ocurre así? ¿Cómo saber que un niño o un adolescente está siendo maltratado si no cuenta nada y no lo vemos? “Como ellos no pueden hablar porque están sometidos al secreto, lo hace el cuerpo, la conducta, las emociones, los sentimientos…”, nos dice Victoria Noguerol. Dentro de ese de ese estrés postraumático, que es lo que han vivido, una experiencia impactante de la que no pueden escapar.

La psicóloga relata que la sintomatología puede manifestarse de manera conductual, con más rabietas o estando muy inhibidos; también de manera fisiológica y desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) o un trastorno del sueño; a nivel cognitivo, aparecen muchísimas dificultades para el aprendizaje (dificultad de concentración, de atención, de memoria…). “Es un impacto en el cerebro muy potente, toda el área prefrontal del cerebro queda alterada por ese estrés”, advierte Noguerol.

En esa situación, es muy difícil que el niño se pueda concentrar. “Con frecuencia nos encontramos con que hablas con la profesora y te dice que la niña es buenísima, que no tienen ningún problema con ella, lo único que a menudo está en su mundo”. Ese dato acerca de que la niña o el niño está en su mundo es muy relevante, pues “significa que no se puede concentrar, que no puede atender, porque tiene un pensamiento recurrente que no se le va de la cabeza, puede que por la noche hubo una bronca tremenda en casa, había muchos gritos y estaba atemorizada”. De ahí la importancia de que los profesores conozcan los síntomas, subraya la psicóloga.

Niña atemorizada© GettyImages

El camino hacia la recuperación

Una vez que se ha detectado que existe o ha existido ese maltrato y que el profesional de la salud mental se ha asegurado de que el menor ya está en un entorno seguro, viene el trabajo propiamente dicho para ayudarle a alcanzar el bienestar emocional. ¿Es posible verdaderamente la recuperación en un caso de maltrato o de abuso infantil? “Absolutamente sí”, responde Noguerol con contundencia. “Depende de la severidad, de la intensidad, de la cronicidad y de las respuestas que estén dando; por ejemplo, si un niño viene a terapia pero luego se lo vuelve a llevar su padre en las visitas de los fines de semana y vuelve a abusar de él, lo complica”. No siendo así, cuando sí se tienen bajo control todas las variables de protección, de seguridad, de coordinación con la familia, sí es posible la recuperación, según afirma la psicóloga clínica. “Una cosa es que nos quede la cicatriz, pero otra es que eso nos impida llevar las riendas de mi vida, que es el objetivo de la terapia”.

El primer paso, ya con las bases de protección y de seguridad claras, es hacer la evaluación: “ya podemos hacer un traje a medida y saber cuál es la terapia, cuál es la intervención que necesitan, que va a variar muchísimo en función de diferentes variables, como el tipo de abuso que han tenido, la edad, el apoyo que tengan familiar o extra familiar o el grado de sintomatología”.

El diseño de terapia se realiza, “obviamente, con las técnicas más validadas científicamente, como es la terapia cognitivo conductual y el EMDR, que es una técnica muy adecuada para trabajar el estrés postraumático, que es lo que en muchos casos está conectado con la sintomatología que tienen las víctimas de los malos tratos”.

Sea cual sea el traje a medida de la terapia que se diseñará para el menor afectado, desde el primer momento es muy importante la coordinación con la familia -si está disponible y es capaz de proporcionar protección al menor- y con el colegio. “Esa coordinación va a hacer que, con los mismos mensajes y las mismas estrategias, la intervención sea más rápida, más efectiva”. Aquí ayuda mucho la terapia de grupo tanto con el niño como, de manera paralela, con su núcleo familiar. “El grupo de padres o el grupo de madres da una importante cantidad de recursos, porque muchas veces las familias se sienten muy perdidas también y con cierta indefensión”.