Hay muchas fórmulas para aprovechar el verano escolar. Una de las preferidas por los padres es invertir parte de ese tiempo en el aprendizaje de otro idioma o en su perfeccionamiento. “En este tiempo, los niños tienen más tiempo libre y menos presiones académicas, lo que les permite sumergirse por completo en la experiencia de aprendizaje del idioma. Esta inmersión lingüística es fundamental para desarrollar habilidades comunicativas auténticas y una comprensión profunda del idioma objetivo”, comenta Ed Etuk, director de Summer Camp en San Patricio La Moraleja (Madrid).
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Puede ser mediante campamentos urbanos, con o sin pernocta, saliendo fuera a otro país, o también con clases esporádicas. Cada opción tiene sus ventajas y posiblemente haya una más adecuada para cada niño en función de sus características y de sus necesidades. Analizamos lo que aporta cada una.
¿Desde qué edad pueden aprender otro idioma en verano?
“La plasticidad del cerebro de los niños les permite absorber nuevos idiomas de manera natural y efectiva. Al exponerse temprano a un entorno de inmersión lingüística, los niños tienen la oportunidad de desarrollar una base sólida en el idioma y de adquirir una pronunciación auténtica desde el principio”, comenta Ed Etuk.
Hay campamentos bilingües desde edades muy tempranas y hasta bien entrada la adolescencia, que combinan la práctica del idioma con otras actividades lúdicas y recreativas apropiadas a cada grupo y a la competencia lingüística de los participantes. “Al ver su progreso y experimentar la satisfacción de comunicarse en un idioma diferente, los niños se sienten inspirados para seguir aprendiendo y practicando incluso después de que el campamento haya terminado”, subraya.
En el caso de que vayan a aprender el idioma en el extranjero, en algún curso específico en otro país, una buena edad para marcharse es entre los 12 y los 18 años, como indica Fernando Ávila, director de Operaciones de Azur Education. “Estas edades corresponen a la etapa de instituto, en la que los estudiantes tienen una mayor capacidad de adaptación y aprendizaje de nuevos idiomas”, señala.
En régimen de día, en internado o fuera de España
Al salir fuera, el estudiante se aloja con familias o en residencias. ¿Cuál es la ventaja de cada opción? “Las familias anfitrionas nativas proporcionan una inmersión cultural completa y una experiencia más personalizada y acogedora. Las residencias ofrecen un ambiente más social y dinámico, ideal para estudiantes que buscan interactuar con compañeros de diferentes culturas”, comenta Fernando Ávila.
Si se quedan en España, hay campamentos diurnos y también en régimen de internado. “Los de día son perfectos para niños más pequeños o aquellos que pueden sentirse más cómodos durmiendo en su propio hogar. Por su parte, en régimen de internado es una opción más adecuada para niños mayores que están listos para separarse de sus padres y vivir de manera independiente durante un período de tiempo”, apunta Ed Etuk. Y añade: “En última instancia, la elección entre un campamento de día o en régimen de internado dependerá de otros factores como la edad, la madurez y las preferencias individuales del niño, así como de las necesidades logísticas y familiares”.
Lo que sí hay que saber, como comenta, es que al acercarse al idioma en un entorno lúdico y estimulante, “el aprendizaje se integra de manera natural”. Así, “los niños tienen la oportunidad de practicar el idioma en situaciones reales y de desarrollar una comprensión más profunda de la cultura asociada al idioma”.
¿Cuál es el tiempo mínimo recomendado?
Aunque depende mucho de la edad y de la intensidad del programa, no se recomienda pasar menos de dos semanas en estos cursos de idiomas de verano. Es un periodo mínimo para que puedan imbuirse en esa segunda lengua y adaptarse bien al entorno.
Cuando viajan al extranjero, la estancia no suele durar menos de tres semanas y hay otras bastante más prolongadas. “Estudiar en el extranjero tiene múltiples beneficios psicológicos. Los estudiantes desarrollan una mayor independencia, confianza en sí mismos y habilidades de resolución de problemas. La inmersión en una nueva cultura y entorno promueve la empatía, la tolerancia y la capacidad de adaptación. Además, vivir y estudiar en otro país refuerza la autoestima y la capacidad de afrontar retos, preparándolos mejor para el futuro”, detalla el representante de Azur Education.
Pero ¿cómo saber si el menor está preparado para marcharse? Su recomendación es tener en cuenta su nivel de madurez, su independencia y sus habilidades sociales. “También es crucial considerar su disposición y entusiasmo por vivir una nueva experiencia. Observar cómo se desenvuelven en situaciones nuevas y su interés en aprender y conocer otras culturas puede ser un buen indicativo de su preparación”, aclara Fernando Ávila.