La contaminación acústica es un problema de salud destacable del que ni siquiera somos conscientes en la mayoría de los casos. En primer lugar, puede ocasionar pérdida auditiva, además favorecer la presencia de estrés y el aumento de la presión arterial. Y peor aún es el ruido nocturno constante, “ya que las consecuencias de no tener un sueño de calidad de forma continuada pueden ser muy relevantes en términos de salud”, asegura la doctora Mª Ángeles Bonmatí, miembro del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española de Sueño (SES) e investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES).
Explica que, durante el sueño y a pesar de estar ligeramente “desconectados” del entorno, seguimos percibiendo los sonidos ambientales y reaccionando fisiológicamente ante ellos. El efecto del ruido sobre el sueño depende de diferentes factores, como el número de veces que se produzca el sonido en el entorno, así como su duración o su intensidad. Otro factor importante es la fase del sueño en la que el individuo se encuentre mientras se produce el ruido y la sensibilidad de cada persona. “Es importante destacar que, en ocasiones, puede que ni seamos conscientes de que lo que está perjudicando nuestro sueño es el ruido”.
Y si es dañino incluso para los adultos, ¿cómo afecta el exceso de ruido a los niños? “Aunque hay estudios que sugieren que los niños son menos propensos que los adultos a despertarse o a tener dificultades para conciliar el sueño a casusa del ruido, este grupo de edad se considera vulnerable debido a la etapa del desarrollo en que se encuentra y a sus patrones de sueño, distintos a los de un adulto”, advierte Bonmatí. “Los niños tienen horarios más tempranos y mayores requerimientos de sueño, por lo que es más probable que sus periodos de sueño coincidan con momentos de más ruido en el entorno”.
Consecuencias del exceso de ruido nocturno en niños
Al igual que en los adultos, la consecuencia más directa y más evidente en niños y adolescentes de la exposición constante al ruido, sea este diurno o nocturno, es la pérdida auditiva. A este, hay que unir otros efectos tanto a corto como a largo plazo que no siempre las familias asocian a la contaminación acústica nocturna, a pesar de que es causa evidente, como es la alteración del estado de ánimo (con mayor irritabilidad y mayor tendencia a la impulsividad), mayor somnolencia durante el día y un menor rendimiento, según nos detalla la experta de la Sociedad Española del Sueño.
“A largo plazo, los efectos sobre la salud de un niño de dormir menos de lo que necesita o hacerlo con peor calidad pueden ser relevantes, precisamente por el momento de su desarrollo en el que se encuentran, aumentando el riesgo de padecer alteraciones del desarrollo, enfermedades metabólicas o psiquiátricas, entre otras”, añade. “Por otro lado, la exposición continuada al ruido nocturno puede conducir a problemas de insomnio, agravando aún más el problema”.
Otra de las consecuencias a largo plazo que afectan tanto a menores como a adultos tiene que ver precisamente con dormir menos de lo que necesitamos o con hacerlo con peor calidad: “nos exponemos a un mayor riesgo de padecer alteraciones metabólicas, cardiovasculares, psiquiátricas y neurológicas, entre otras”. Efectos que, según la doctora, están muy avalados por la investigación médica.
¿Qué podemos hacer para evitar o minimizar el exceso de ruido nocturno en niños?
Teniendo en cuenta que el exceso de ruido nocturno tiene importantes consecuencias en la salud y en la calidad de vida de los niños, como hemos visto, y que la contaminación acústica provoca cada año más de 1.000 muertes prematuras y 4.000 hospitalizaciones derivadas, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (y que son relativos a la población en general, no solo a la infantil), es fundamental tomar medidas para evitar ese exceso de ruido por las noches, mientras nuestros hijos duermen.
“En el ámbito privado se pueden tener en cuenta los horarios de sueño de los pequeños de la casa y reducir al máximo las actividades que involucren ruido a esas horas. Por ejemplo, bajar al máximo el volumen del televisor/música ambiente o utilizar auriculares; o dejar para otro momento actividades ruidosas como ordenar la cocina o tareas de limpieza”, recomienda la Dra. Bonmatí. “Si la vivienda se encuentra en un entorno especialmente ruidoso, puede ser recomendable, si es posible, la instalación de ventanas que aíslen del ruido”.
En cualquier caso, las medidas individuales, a nivel familiar, deberían ir acompañas por “medidas efectivas (por parte de las autoridades) para reducir los niveles de ruido en el entorno y que la sociedad en su conjunto tome conciencia del problema, respetando los horarios de sueño”.