La primera y la segunda entrega de los libros infantiles De mayor quiero ser... feliz , de Anna Morató (Ed. Beascoa), son todo un clásico al que recurren cientos de padres y educadores para transmitir valores y dar a los niños herramientas para desenvolverse en la vida tanto presente como futura. Con metáforas sencillas y muy visuales, los más pequeños de la casa (a partir de 4 o 5 años de edad) pueden ir entendiendo el verdadero significado de emociones y valores como la empatía, el agradecimiento, la autoestima, el lenguaje positivo… Todo ello, clave para ser feliz. Porque sí, es posible alcanzar la felicidad, como la propia Morató nos dice con motivo de la publicación del tercer libro de la colección, De mayor quiero ser... feliz 3 (también disponible en audiolibro y también editado por Beascoa). Eso sí, para ello, hemos de poner de nuestra parte y saber afrontar las complicaciones que nos presentará la vida y sobre las que no tenemos opción de elegir. Si tenemos herramientas para hacerlo y le damos estas herramientas a nuestros hijos, será mucho más probable que consigan ser felices. Ella nos explica cómo.
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¿Por qué es importante que los niños aprendan desde una edad temprana que la felicidad deben buscarla en su interior, que es de lo que trata en el libro, y no en nada que venga de fuera?
En el fondo, estamos siendo bombardeados desde hace ya unos años con este concepto de buscar la felicidad fuera, pero creo que en la generación de ahora ese bombardeo es aún mayor con el tema de redes. Ahí hay todo un mundo virtual que les puede llevar a pensar que la felicidad es un concepto mucho más material, mucho más visual o incluso de conseguir likes o un tema de validación fuera. Al final ese tipo de búsqueda no te lleva a ningún sitio y, por supuesto, no te lleva a la felicidad. Que vayan entendiendo desde pequeñitos qué es lo que significa realmente que la felicidad esté dentro de ellos, creo que es un es bueno para ellos.
¿Por dónde podemos empezar los padres para ayudarles a explicar esto? Porque en el fondo es algo que a veces es complicado incluso para los adultos llevarlo a cabo.
Sí, así es. Al final todas estas, estos conceptos de mundo interior y todo lo que hay dentro de él son invisibles, son intangibles. Y por eso, con estos cuentos, con las metáforas visuales, intento que lo puedan ver plasmado en el dibujo, que lo vean, que lo entiendan, pero creo que es una labor que tenemos que hacer justamente para contrarrestar, para que ellos entiendan que todo eso que ven en el mundo exterior es una cosa y que puedan ver también ese mundo interior. Creo que los cuentos puede ser una una buena herramienta.
Uno de los cuentos del nuevo libro, trata sobre el lenguaje positivo. ¿Cómo ayuda este lenguaje positivo a los niños a sentar las bases para para la felicidad?
Yo creo muchísimo en el poder de las palabras. Al final, las palabras que elegimos nos pueden ayudar a nosotros mismos, y también esas mismas palabras pueden pueden dañar a los demás o les pueden ayudar; tanto las que las palabras que decidimos tanto para nosotros como los demás, influyen. El poder decidir qué digo y, en función de si yo decido un “voy a intentarlo otra vez” o “esto es muy difícil, me rindo”, solo en la decisión de decir unas palabras u otras, tú mismo te estás animando o te estás desalentando. Hay multitud de situaciones en las que es natural que se te escape un “¡uf, esto es imposible, esto es difícil”, pero que luego sepamos que la siguiente frase por lo menos sea “pero, bueno, yo puedo”. Y eso es importante, el no quedarnos en esas palabras de queja o de decir de que difícil o todo eso es humano, y luego hay que ir a lo a lo positivo.
De cara a que ellos vayan teniendo ese diálogo interno con lenguaje positivo, ¿influyen cómo les hablamos o incluso en cómo ellos nos oyen hablar a nosotros sobre nosotros mismos?
Totalmente. Ser padre, ser madre, es de los trabajos más difíciles y es una gran responsabilidad. Y de hecho, en mi cuento del segundo libro de De mayor quiero ser... feliz (titulado El tesoro más preciado) hablo del diamante que todos llevamos dentro. Una de las preocupación de los padres es que nadie ensucie el diamante a su hijo, que cuando vaya al cole no se metan con él, pero no somos conscientes que a veces con la forma en que les hablamos nosotros en casa también les podemos ensuciar el diamante. Por eso tenemos que ser conscientes de las palabras que, como adultos, también decidimos decirles porque es normal que los niños se equivoquen, es normal que se enfaden... Hay toda una serie de situaciones que, si aprendemos a intentar resolverlas de forma asertiva, va a llevar a que su diamante brille o no, y eso no es fácil.
Y eso también va muy ligado al tema de que, cuanto más cuidemos de nosotros mismos, cuanto más nos preocupemos de nuestro diamante, nos será “más fácil” ser asertivo con ellos. El que no sepamos hablarles con ese lenguaje positivo -que no es decirles que todo está bien, que siempre me gusta aclararlo-, sino hablarles con respeto, con asertividad, intentando, buscando soluciones… va en función de cómo hemos sido educados. Si no hemos sido educados así, hacer ese cambio no es fácil. De ahí lo que decía de cómo estamos nosotros mismos: si no estamos bien, será más difícil asumir esa gran responsabilidad. Hay que mirar hacia adentro de nosotros como adultos y también intentar sanar y arreglar para para hacer esa gran labor.
Otro de los aspectos de lo que tratas en el libro es el de la autoestima, otro pilar básico para la felicidad. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a que vayan construyendo una sana autoestima?
Como al final todos estos conceptos están muy ligados, ese lenguaje positivo es esencial. Cuando nos vengan con un problema, en vez de darle al botón de pánico con ellos, darle al botón de la solución; medir mucho las palabras, darnos cuenta de que, muchas veces, cuando hay un comportamiento que hay que mejorar, no se trata de mejorar al niño, no hay que arreglar a nadie. No es que sea nadie malo; puede tener un mal comportamiento, que es muy distinto a que el niño sea malo -a lo mejor antiguamente se creía que era malo-. En lo que hay que poner el foco es en ese comportamiento, que puede mejorar; si tenemos empatía y si utilizamos lenguaje positivo, si tenemos confianza, todo ese tipo de cosas con ese tipo de valores y herramientas, podremos mejorar ese comportamiento.
Hablas también del agradecimiento; ¿cuál es su papel de cara a conseguir la felicidad?
El agradecimiento para mí personalmente es casi mágico. Con todos estos conceptos, a veces parece que buscamos grandes soluciones y al final cosas muy básicas nos pueden ayudar a sentirnos mejor. Y el agradecimiento, el agradecer por la mañana, agradecer por las noches o, por ejemplo, vamos de excursión, y hacer la reflexión: “¡ay, qué día más bonito!, ¡qué bien nos lo hemos pasado!”, decir en voz alta todas las cosas buenas que nos pasan durante el día es una forma de agradecerlo y es una forma en que nos demos cuenta de que, obviamente, durante un día siempre hay cosas buenas y otras malas, pero si tú en un momento del día paras a decir “hoy me ha pasado esto y ha sido bueno, hoy hemos disfrutado de lo otro”, al final estás poniendo el foco en lo bueno que te ha pasado en el día. Y ese hábito, si nos lo ven a nosotros verbalizarlo, ellos también lo irán cogiendo.
Lo que todo padre y madre desea para sus hijos es que sean felices, pero ¿es realmente posible alcanzar esa felicidad’ ¿Podemos, de verdad, ayudarles a conseguirla?
Me encanta que me hagas esta pregunta porque es verdad que hoy en día se habla de la felicidad como un estado, al igual que de la positividad, en la que se habla de positividad tóxica. Yo personalmente sí creo que uno puede ser feliz y que hay mucho en nuestra mano para hacerlo. Y esto lo pongo en el prólogo del libro: hay una parte aleatoria que no controlamos, pero luego hay una parte que sí que controlamos. Si nos quejamos de lo aleatorio, pero no nos ocupamos de la parte no aleatoria, no estamos poniendo de nuestra parte. Además, ser feliz no es incompatible con tener problemas.
Creo que si trabajamos nuestro mundo interior, todos estos valores, estas herramientas, hay una parte no aleatoria en la que sí que tenemos más poder de lo que creemos, y que nuestros hijos e hijas vayan aprendiendo eso, es darles herramientas para que tengan más papeletas, por decirlo, de tener no una felicidad abstracta, mágica, como la que se ve en las redes sociales, sino una felicidad más real, de estar bien con uno mismo. Para mí eso es lo que es la felicidad.
Al final todo esto tiene que ver con con la educación emocional, y podemos decir que esta es casi la primera generación de niños en la que los padres y los educadores le damos importancia a este aspecto. Pero ¿cómo darles la educación emocional adecuada cuando a la mayoría de los padres de hoy en día nadie les ha enseñado a educación emocional?
Hay un trabajo que hay que hacer. Esto es como cuando, de repente, el jefe viene y te dice “oye, hay que prepararse para tal cosa”, pues nos preparamos, ¿no? Pues hay que prepararse para esto, para el trabajo de crianza. Hoy en día pues hay muchísima información, muchísimos libros, muchísimos cursos... para encontrar, como adultos, cómo hacer esa gestión emocional, pedir ayuda si hace falta, aprender a procesarlo… y es importante que lo aprendamos porque nosotros seremos ejemplo para ellos. Y para saber gestionar tus emociones, el saber procesarlas, entender que las emociones son tuyas, que hay que escucharlas, sentirlas, y también saber cómo sacarlas sin hacer daño a los demás ni a uno mismo -que es algo que tiene mucha dificultad y más si nosotros no hemos sido educados en el ejemplo-, hay que dedicarle tiempo. Igual que nos parece normal que alguien coja un entrenador personal porque se quiere ir a correr una carrera o que se apunta a un máster porque quiere progresar en el trabajo, hay un trabajo interior nuestro al que hay que dedicarle tiempo y esfuerzo.
¿Debería impartirse educación emocional en las aulas?
Por suerte, cada vez hay más profesores que buscan libros y herramientas y lo trabajan, aunque no esté en el currículum, porque ven el beneficio de trabajarlo en las aulas. Así que yo estoy súper agradecida porque es verdad que en todo ese campo cada vez es más el tiempo que se le dedica, pero para mí es que debería ser una asignatura como cualquier otra. Igual que las matemáticas de 1º a 6.º van evolucionando y van ganando en dificultad, lo mismo con el tema de gestión emocional y todo este tipo de cosas, que en 1º de Primaria van a aprender unas cosas, pero luego a medida que van creciendo y hay otro tipo de convivencia, se vayan trabajando y profundizando más en estos temas.
Empezaste a escribir cuentos cuando te quedaste embarazada de tu primera hija, con el objetivo de darle herramientas y de prepararla para el día de mañana; ahora que tus hijos son más mayores, ¿empiezas a ver el resultado de todo el trabajo que has hecho con ellos estos años?
Sí, la mayor ya tiene 12 y, sí, esto es un trabajo de fondo. Y además ahora estamos a la vuelta de la esquina de la etapa más complicada y yo espero que todo lo que haya sembrado, nos coja en la adolescencia con el trabajo hecho. A ver, es lo que digo yo, no son soluciones mágicas y en mi casa también hay frustración y todo este tipo de cosas porque no se trata de que no haya estas emociones, de que no haya problemas, sino de cómo afrontarlos. Y sí que vas viendo que, poco a poco, lo van entendiendo, lo van incorporando. Espero que, a medida que vayan creciendo, en los momentos más complicados, tengan todas esas herramientas para afrontarlo.