Skip to main contentSkip to footer
jugar al aire libre© AdobeStock

Niños

¿Por qué los niños se aburren en la naturaleza? Tenemos la respuesta y la solución

Estar en contacto con la naturaleza es esencial para el bienestar de los niños, pero cada vez pasan menos tiempo en ella. Un nuevo libro descubre cómo les repercute y qué hacer para que disfruten de los espacios al aire libre.


14 de mayo de 2024 - 13:57 CEST

Con  ¡Sal a jugar!   (Ed. Larousse), Clara Pons-Mesman pone sobre la mesa la escasez de momentos al aire libre de los que disfrutan los más pequeños. Es una guía donde repasa los beneficios asociados al contacto con la naturaleza y donde avanza proponiendo 50 actividades y juegos para ser disfrutados fuera de casa.

Como una alternativa para desconectar de las pantallas, la autora ofrece ideas sencillas y divertidas para niños de dos a 12 años. Hemos hablado con ella.

Comienzas el libro recordando tu infancia que, como la de muchos adultos, fue mucho más autónoma y libre en el juego exterior que la que disfrutan ahora las nuevas generaciones. ¿Cómo impacta en la salud física y mental de los niños esta realidad?

Hoy en día los niños pasan mucho más tiempo en interiores y las tasas de sedentarismo son significativamente más elevadas que en décadas pasadas. Además, gran parte de este tiempo en interiores lo dedican, las criaturas, al uso de dispositivos tecnológicos, ya sea viendo la televisión o jugando a videojuegos.  Este tiempo frente a las pantallas limita las oportunidades de juego y creatividad. 

Y jugar es esencial para la infancia. Es un maravilloso mecanismo para aprender, para descubrir el mundo, para desarrollar los sentidos, para la creatividad, para procesar vivencias a través del juego, etc. Es importante que las criaturas puedan jugar mucho más y si es al aire libre, todavía mejor.

Por contra, los beneficios de jugar fuera son muchos, no solo en el ámbito de la socialización o la imaginación, sino también en el puramente físico, pues se ha visto que mejora el sistema inmunitario...

Sí, totalmente de acuerdo. Jugar al aire libre tiene múltiples beneficios para los niños en todos los aspectos de su desarrollo. Por ejemplo, cuando los niños juegan ahí fuera son mucho más activos, lo cual fortalece su sistema muscular y óseo. Además, la exposición a una mayor biodiversidad también mejora su sistema inmunológico, pudiendo ayudar a prevenir enfermedades y alergias.

El contacto con la naturaleza también tiene un impacto positivo en su bienestar emocional. No solo reduce los niveles de estrés y mejora la capacidad de atención de los niños, sino que también contribuye a que los niños duerman más y mejor. La verdad es que la evidencia científica es contundente. Jugar al aire libre, y especialmente en entornos naturales, tiene innumerables beneficios. Todas estas experiencias no solo promueven el desarrollo físico y emocional de los niños, sino que también contribuyen al desarrollo integral de las criaturas.

Comentas que “la desconexión con la naturaleza de muchos niños es tal que cuando están en ella no saben qué hacer”. ¿Cómo podemos arreglar esto?

Un aspecto fundamental es que los niños realmente tengan un tiempo largo de juego. Muchas veces disponen solo de media hora, por ejemplo, en el recreo de la escuela, o bien juegan media hora en el parque a la salida de la escuela. Ese tiempo es insuficiente para que las criaturas conecten con el juego, con las ganas de investigar, de construir algo… y puedan desarrollar esa aventura plenamente. Así que un primer aspecto es procurar tiempos largos de juego, ya sea en la naturaleza o en cualquier otro lugar. 

En segundo lugar, podemos buscar espacios naturales cerca de casa e ir con frecuencia. Es una forma de empezar a establecer lazos con la naturaleza y, además, la que nos es más próxima. Eso fomenta la conexión y además facilita poder ir a ella con regularidad.

Por último, y de ahí también un poco el sentido del libro ¡Sal a jugar!, es poder llevar algún material o propuesta de juego. A veces, cuando las criaturas no saben qué hacer, tener ese pequeño ‘gancho’ ayuda mucho, contribuye a romper el hielo. Seguramente estarán un rato con ello y después jugarán con lo que más les atraiga o vibre en ese momento, que es lo ideal.

Jugar al aire libre© AdobeStock

En tu obra ofreces ideas y actividades para hacer al aire libre que antes aprendíamos de forma espontánea, de generación en generación. ¿Necesitan ahora los niños que les enseñemos las bondades del juego en la naturaleza?

Hoy en día hay muchos niños que juegan muy poco y viven bastante desconectados del mundo natural.  Acostumbrados a niveles muy altos de estimulación, de las pantallas, la naturaleza puede parecer aburrida.  Esta es pausada, en tonos más neutros, no tan estridentes… Y sí, a algunas criaturas les puede parecer aburrida.

Creo que si tuvieran tiempos largos de juego al aire libre o en la naturaleza acabarían siendo creativos y encontrando qué hacer. Poder compartir pequeñas ideas para hacer ahí fuera, ofrecer materiales y propuestas de juego, puede ser muy interesante para empezar a jugar en la naturaleza. Además, de esta forma los pequeños irán integrando multitud de recursos que más adelante podrán usar sin necesidad de que les propongamos nada.

A la hora de salir con niños se puede frecuentar el mismo lugar o bien optar por ir cambiando, ¿cuál es tu recomendación?

Yo creo que ambas posturas son perfectas, aunque siempre recomiendo poder localizar un lugar de juego cercano a casa porque facilitará que jugar al aire libre sea una realidad diaria. Jugar en el mismo espacio, además, hace que se puedan ir retomando historias o aventuras que quedaron a medias, que podamos ir descubriendo a fondo ese lugar, etc. Pero introducir variedad de vez en cuando y descubrir nuevos parajes es maravilloso también, así que veo idóneas ambas opciones. Pero, como decía, tener localizado algún lugar cerca de casa es vital para salir a menudo al aire libre.

Libro ¡Sal a jugar!© Larousse

Cuando los niños se van acercando a la adolescencia es más difícil que quieran estar en contacto con la naturaleza, ¿cómo convencerlos?

Al llegar a la adolescencia, el interés de los menores por sus iguales crece muchísimo, así que  es interesante poder encontrar grupos de amigos con los que compartir y disfrutar de la naturaleza.  También enfocar las salidas teniendo en cuenta sus intereses. Por ejemplo, algo que funciona muy bien con ellos son las actividades de supervivencia en la naturaleza. Aprender a hacer fuego de forma natural, construir hornos de barro, cabañas elaboradas… son propuestas que les gustan muchísimo y, si es con un grupo de iguales, todavía mejor.

Otras propuestas muy interesantes, si les gustan las actividades deportivas, son el trail, el senderismo, la bicicleta de montaña…

¿Qué materiales recomiendas llevar para favorecer el juego al aire libre?

Yo siempre recomiendo tener preparados, o al menos pensados, algunos materiales sencillos para maximizar el juego. Por ejemplo,  para jugar en la calle uno de los materiales que siempre sugiero llevar son unas tizas.  ¡Son tan versátiles! Permiten dibujar, crear nuevos juegos, pintar tanto en seco como con las tizas mojadas e incluso escribir.

Para salir a la naturaleza, a mí siempre me gusta llevar algún ovillo de lana. Es increíble lo que puede dar de sí algo tan sencillo. Por ejemplo, si estamos en el bosque, con lanas y palos que encontremos en el suelo, podremos crear muñecos, barquitos… La lana también nos servirá para decorar esos palos, para colgar alguna cosa que necesitemos, etc. También podemos llevar a la naturaleza materiales de exploración como lupas, microscopios de bolsillo, etc.

¿Cómo acompañar a los hijos en el juego al aire libre y gestionar los riesgos en los que pueden incurrir?

Primero de todo habría que preguntarnos cuáles son los riesgos al aire libre y si realmente lo son. En los espacios exteriores suelen darse juegos desafiantes, que no significa que sean peligrosos. Nos referimos a actividades que suponen un reto a nivel físico, como trepar un árbol o saltar de una roca a otra. Y esos juegos son interesantes porque ayudan a los niños a conocer sus capacidades, calibrar sus fuerzas, ser diligentes… Si se hacen un rasguño, eso les enseñará a poner más atención la siguiente vez. En ese sentido, el riesgo es positivo para las criaturas.

Sin embargo, es importante diferenciar estos juegos de los que representan un verdadero peligro para los niños. En esos casos deberemos establecer límites, adaptados a la edad del niño, y buscar alternativas más seguras siempre que sea posible.

¿Y cómo acompañar estos juegos?  Dejándoles ir asumiendo retos desde el principio.  Si lo hacen desde pequeños, sin que los adultos vayamos interfiriendo, aquello que consideramos arriesgado no lo será tanto, porque los niños habrán ido conquistando distintos hitos progresivamente, desde los más sencillos a otros más difíciles, y habrán aprendido a hacerlo con cuidado. Si permitimos este tipo de juegos, les estamos dando la oportunidad de divertirse y explorar al aire libre mientras van desarrollando importantes habilidades para su desarrollo físico y emocional.