A Bithia Domínguez nadie le contó que la maternidad iba a ser algo tan caótico, pero a la vez tan fascinante. Por eso, ella misma relata su experiencia como un altavoz para todas las mujeres que se asoman a este mundo.
Con casi medio millón de seguidores en Instagram (@missmalabares), acaba de publicar el libro La madre que los parió (Ed. La Esfera de los Libros), donde repasa con con un estilo cercano todos los desafíos, los claros y los oscuros que se asumen al ser madre. Hemos hablado con ella.
Comienzas el libro confesando que una de las partes más difíciles de la maternidad para ti ha sido gestionar tus propias emociones. ¿Lo has conseguido?
Esto personalmente es todo un reto para mí, porque la maternidad te abre un mundo de emociones y sentimientos desconocidos hasta el día en el que te ponen un bebé en los brazos, y sabes que a partir de ese instante, esa personita depende de ti, no solo en sus necesidades más básicas, sino también en su crecimiento como persona, y esto creo que es lo verdaderamente complejo. Debes enseñar cosas que, tal vez, ni tú misma sepas gestionar, o que tal vez nadie te haya enseñado, y en ello va el gran capítulo de “las emociones”.
La maternidad es un “universo lleno de luces y sombras”, comentas, ¿cuáles son las luces más brillantes y las sombras más oscuras con las que te has encontrado?
Sin duda, es ese amor incondicional que descubres que existe. Cuando crees que has podido amar sin medida a otras personas, te das cuenta de que ningún otro sentimiento es comparable al que se tiene por un hijo. Para mí no hay amor más puro. Fíjate que creo que es el único que realmente puede llegar a ser eterno. Otra cosa que es pura luz es ese empuje que te da la maternidad, esa motivación y capacidad de superación constante, ese anhelo de ser mejor persona, de avanzar, de no rendirte. Y en cuanto a las sombras, pues ese peaje que se paga por andar en esta aventura, que no es otra que la perdida de autonomía durante una etapa, la soledad que se puede llegar a experimentar por no tener detrás de un soporte o sostén adecuado, la frustración que se puede sentir por momentos y las renuncias que haces. Porque, aunque tal vez no nos guste reconocerlo, renunciamos a cosas.
Tienes tres hijos y has dejado la abogacía para poder criarlos, aunque sigues haciendo malabares para ello, como señala tu cuenta de Instagram. ¿Qué es lo más difícil?
A día de hoy, intentar mantener un equilibrio entre lo personal y lo profesional. Me resulta sumamente complejo. No podemos estar en todo, siempre habrá una pata de la mesa que cojea, y muchas veces esto es lo difícil. Sobre todo hoy día, en el que la conciliación es inexistente, y “a la familia” no se la mima mucho, que digamos.
Uno de los problemas más recurrentes de las madres de ahora es la culpa, el sentimiento de no llegar a todo. Sin embargo, tú subrayas que cada una es “la madre que nuestros hijos necesitan que seamos“. ¿Cómo librarse de ese peso que nos hace sentir mal?
Esto es sumamente difícil, pero debemos aprender a hacerlo. Es básico aprender a delimitar nuestro ámbito como mujeres, no solo como madres. Antes de ser madres, fuimos mujeres, independientes, con unas ambiciones, expectativas e ilusiones en nuestra vida. Tenemos que mantener un equilibrio entre ambas facetas, que salvaguarden ambas versiones de nosotras mismas. Está claro que esto muy complicado. Yo ando en esa batalla constantemente. Despojarnos de la culpa como sentimiento que viene a invalidarnos, esa enemiga que aparece en nuestra cabeza para aguarnos la fiesta, para hacernos flaquear, sin aportar nada positivo, es fundamental que sepamos detectarla. Creo sinceramente que toda madre que se plantee si lo hace bien o no, ya es de por sí una buena madre. El simple hecho de llegar a cuestionártelo ya denota que es algo que te preocupa y a lo que pones atención.
Muchas mujeres se sienten mal los primeros años de la crianza pensando que nunca volverán a ser ellas mismas ni a retomar sus aficiones. ¿Cuál es tu experiencia en ese sentido?
Los primeros años de la crianza son increíblemente importantes para el desarrollo de nuestros hijos, es una etapa crucial y, como tal, lo es también en cuanto al nivel de demanda y de tiempo que les tenemos que dedicar. Aquí creo es importante establecer unas expectativas reales, con un horizonte temporal concreto, porque, como todo en esta vida, el tiempo pasa, y ellos van creciendo, llegando el día en el que no nos necesiten tanto, y podamos ir retomando poco a poco parcelas de nuestra vida, que hemos dejado como “en pause”. A mí me costó llegar a este convencimiento. No creas. De hecho lo cuento en el libro. Pero todo llega, todo vuelve. No debemos olvidarlo.
Cuando llegan los hijos “la pareja se convierte en familia”, ¿cómo gestionar ese cambio tan trascendente?
¡Uf! Esto es algo que muchas veces no nos paramos a pensar, o no somos conscientes del cambio tan grande que va a suponer dejar de ser simplemente pareja para convertirse, además, en ‘el padre y la madre de’. Es una auténtica revolución. Asumir un nuevo rol, aprender a encajar ese nuevo papel, descubrir una parte de tu pareja que desconocías hasta la fecha, es en definitiva una transformación increíble. Creo que no hay secreto o tip para alcanzar el éxito en este punto, más que ser sumamente empático, ponernos en los zapatos del otro, tener paciencia para ir de la mano en esa metamorfosis, y hablar, sobre todo hablar. La comunicación es la llave para que todo fluya. No dar por sentado que la pareja sabe cuáles son tus necesidades, tus miedos, tus expectativas…
Cuentas en el libro que fuiste a terapia y cómo te ayudó porque ahora “mientras educamos y criamos a nuestros hijos, tenemos que sanar nuestro propio pasado”. ¿Somos madres diferentes a las nuestras, en este sentido?
Efectivamente. Busqué ayuda, porque con las herramientas que yo tenía en mis manos, ya no era suficiente. Me di cuenta, de que a veces, por mucho que creamos poder, no siempre se puede. En contra de ese positivismo tan tóxico que hoy día nos inunda. Y me sirvió de gran ayuda. Sobre todo leer mucho, y aprender a identificar posibles problemas. Enfocarte en avanzar te hace ser libre para empezar a caminar sin tanto peso en la mochila. Esa que todos llevamos irremediablemente a nuestras espaldas. Y respecto a las madres de antes, pues ahora todo resuena con más fuerza, vamos avanzado, descubriendo cosas, que antes eran inimaginables, por el contexto social y cultural que se vivía. Se criaba como se podía, con los medios y herramientas que se tenía.
También hablas de esa carga mental que acecha a muchas madres. ¿Cuál es la solución para librarse de ella?
Creo que es compartirla. Suena muy simple y algo, a priori, como muy evidente, ¿no?, pero lo cierto es que lleva su proceso. Estamos inmersos en una revolución social, y ello pasa también por la corresponsabilidad activa de los padres. No solo la mujer ha salido de casa para trabajar también fuera de ella, sino que ahora, y precisamente para que este esquema funcione, el hombre debe trabajar no solo fuera, sino también asumir el trabajo dentro de casa . Y cuando esto sea un hecho, no un simple eslogan, entonces la carga estará repartida.
Terminas el libro diciendo “a pesar de la locura, del caos, del desgaste, de las mil batallas en las que luchamos día a día, merece la pena”. ¿Qué consejos darías a una mujer que se enfrente ahora a su primera maternidad?
Que te lleves por su propio instinto. Cree en ti, eres capaz. Nadie mejor que una madre sabe las necesidades de su bebé. Y que cuando creas que flaqueas, simplemente mires atrás y contempla todo cuanto has andado y a donde has llegado.