Mucho se habla de la disciplina positiva, pero ¿qué es exactamente? ¿Qué aporta diferente a los niños? No son pocos los padres que aseguran que no funciona y que, con otros tipos de crianza, se ven los resultados enseguida. La disciplina positiva es una crianza a largo plazo, como nos explica Diana Jiménez, psicóloga y educadora certificada en Disciplina Positiva y fundadora de InfanciaenPositivo.com. Es, por tanto, una inversión para el futuro de nuestros hijos que les brindará las herramientas más valiosas para la vida. ¿Pero cómo llevarla a cabo? Jiménez acaba de publicar un libro, Disciplina positiva. Cómo educar niños seguros, responsables y capaces (Grijalbo), en el que da, de manera pormenorizada y con una sencillez magistral, pautas de cómo aplicarla en el día a día en casa. Hemos hablado con ella y, tal y como nos explica, la clave es conocer al niño, entender la etapa evolutiva en la que se encuentra y saber cuál es su temperamento. Esto dará respuestas, incluso, acerca de su comportamiento.
¿Qué es la disciplina positiva y qué es lo más básico que deben tener en cuenta los padres?
Es una filosofía de vida, ayuda a mejorar las relaciones entre las personas. No solo se centra en la infancia, puesto que ayuda al autoconocimiento, crecimiento personal y relación con los otros; pone el foco en uno mismo para ayudarnos a cambiar la mirada hacia la infancia.
¿Qué es lo que aporta a los hijos?
Permite a los niños sentir que son capaces, que pueden desarrollar una sana autoestima, confianza en ellos mismos y el compromiso de mejora, respeto, empatía, etc. por los que les rodean.
¿Qué papel desempeña el lenguaje en la disciplina positiva? Es decir, ¿por qué hemos de tener en cuenta no solo qué decimos a los niños, sino también ‘cómo’?
Porque la manera en la que nos dirigimos a los demás es importante. Porque no solo debemos tener en cuanta “el qué”, sino “el cómo”. En muchas ocasiones nuestros gestos contradicen nuestras palabras o queremos decir algo cuando realmente mostramos otra cosa. Esto no solo confunde a los niños, sino que no les da una idea clara de qué se espera de ellos y qué podrían aportar. A veces nos limitamos a decirles lo que tienen que hacer o dejar de hacer sin libertad de movimiento para practicar la toma de decisiones adecuada.
Desde que Jane Nelsen y Lynn Lott definieran y publicaran el primer manual de disciplina positiva, ¿ha evolucionado esta forma de crianza? ¿Ha habido aportaciones nuevas o se ha producido algún cambio significativo en las premisas que ellas establecieron?
Es una disciplina en constante evolución. Ellas recogieron los aprendizajes y enseñanzas de Dreikurs y Adler. Las bases de esta disciplina están siendo avaladas por la neurociencia. Cada vez sabemos más sobre cómo funciona el cerebro y su relación con la conducta o comportamiento humano. Como en todo, hay matices y lo que sabemos hoy día es que la Disciplina Positiva nos brinda un escenario propicio para la crianza. Quizá habría que revisar la parte de la tecnología, que va poco a poco dándonos nuevas pistas de cómo debemos actuar para hacer un buen uso y en los comienzos de Jane Nelsen y Lynn Lott esta no era una parte esencial en la crianza. Sin embargo, se va actualizando a pasos agigantados.
Dices en tu libro que ahora empieza a haber estudios formales que comparan las escuelas que emplean la disciplina positiva con sus alumnos con aquellas que siguen otros programas; ¿qué diferencias destacables se pueden señalar?
Hace tiempo de esos estudios y, por suerte, se siguen manteniendo y desarrollando otros nuevos. Los centros con “laboratorio” de Disciplina Positiva están ayudando a implementar esta metodología, así como afianzar los estudios previos. Las diferencias son grandes; sin embargo, aún hay mucho camino por hacer. Un centro que tiene implementada la Disciplina Positiva es un centro que tiene en cuenta la opinión de sus alumnos, estos sienten que pertenecen y pueden contribuir. El peso ya no recae tanto en el profesor que debe poner “orden” constante, sino que esa responsabilidad es compartida por los miembros de la comunidad. Si yo sé que lo que hago es importante para el resto, tendré muy en cuenta cuál será mi manera de actuar, pensar y comportarme. El bien común y el bien individual se encuentran y se ponen sobre la mesa. Trabajar desde la cooperación y el deseo de formar parte para tener un buen desempeño y sentimiento de comunidad.
En la práctica del día a día de unos padres que quieren educar a sus hijos siguiendo la disciplina positiva, que implica enseñar, tal y como indicas, ayudar a los niños a autorregularse emocionalmente y enseñarles habilidades sociales; ¿cómo pueden hacer esto unos padres que ellos mismos no saben autorregularse? ¿O cuya timidez es tal que aún siendo adultos carecen de habilidades sociales?
No hay crecimiento sin formación y compromiso de puesta en práctica. Para ser buenos padres hoy día, tenemos que estar formados e informados. No podemos quedarnos obsoletos, fuera de la ecuación con frases tipo “esto se hizo así toda la vida y no hemos salido tan mal”... No vamos a revisar ahora qué es salir mal o no.
¿Qué significa que la disciplina positiva sea un tipo de crianza a largo plazo?
Que todo lo que hagamos hoy no se verá reflejado de manera inmediata, porque nuestros hijos están cambiando. No es una acción concreta que quede detenida en el tiempo. Son las bases de lo que querremos recoger en el futuro. Sin embargo, para que eso ocurra, debemos empezar cuanto antes. La Disciplina Positiva se centra en el largo plazo y así destierra la urgencia o la creencia de fórmulas mágicas que resuelven todo de un día para otro. Cuando comienzas a educar con Disciplina Positiva puedes comprobar los cambios, te das cuenta que se puede disfrutar de la crianza, pero sobre todo, sabes que lo que estás haciendo es crear un terreno sólido, seguro, en el que desarrollar las habilidades necesarias para el futuro.
¿Necesitamos los padres de hoy en día ‘estudiar’ para criar a nuestros hijos? ¿No es la crianza algo innato al ser humano?
Necesitamos estudiar, estar formados, preparados. Igual que lo hacemos en otras áreas de nuestra vida. Cualquier profesional lo sabe: si no te reciclas, si no te formas, te quedas obsoleto. Los tiempos han cambiado para todos y en todos los ámbitos. La sociedad de hoy nada tiene que ver con la de nuestros abuelos y los puestos de trabajo a los que se accede también han cambiado mucho. Si nos quedamos atrás, no realizaremos bien nuestra labor.
También es importante decir que en la crianza hay mucho de emoción, de intuición, y esta es buena y nos puede ayudar mucho, pero sin descuidar la parte más teórica que luego desarrollaremos en la práctica.
¿Por qué hay tanta reticencia para formarnos como padres? ¿A caso no nos hemos dado cuenta que para todo nos preparamos primero y luego obtenemos el título? y, sin embargo, para una labor tan difícil, seria, importante y con tantas repercusiones, primero nos dan el título “padres” para luego comenzar la práctica y pretendemos hacerlo sin formación.
En tu libro das respuesta a una de las grandes dudas de los padres y es por qué un niño se porta mal: porque se siente mal. ¿Cómo saber qué es lo que hace sentir mal a un niño para que acabe ese sentimiento reflejándose en su comportamiento?
Hay muchas pistas para averiguar por qué un niño se “porta mal”, pero la más importante es que los padres conozcamos la etapa evolutiva de nuestros hijos y su temperamento y veamos más allá de su comportamiento. Todas las personas, cuando nos sentimos mal, nos portamos mal. ¿Qué quiere decir esto? Que nuestra interpretación de la realidad, nuestra manera de ver el mundo, influye en las decisiones que tomamos. Esas decisiones son vistas como “mala conducta” en el caso de los niños porque pasamos por alto todo aquello que puede estar influyendo en esa decisión.
Lo que ves, la mala conducta, es la respuesta del niño a un problema que no ves, la creencia errónea o equivocada que le llevó a tomar esa decisión.
¿Influye también el temperamento en el comportamiento?
Así es. El temperamento viene determinado genéticamente, nos habla de cómo solemos reaccionar a los estímulos, de cuál es nuestro grado de reacción a según qué cosas. Hablamos de 9 formas de temperamento: nivel de actividad, la regularidad, sensibilidad, adaptación, estado de ánimo, la intensidad, la persistencia…
Cuando uno conoce estas características del temperamento... entiende muchas cosas. Si resulta que yo soy de temperamento rápido, no me gusta “perder el tiempo” y me ha tocado un hijo de temperamento lento, de esos que les gusta parar y oler las flores, hacerse preguntas sobre todo lo que observan, dar un paso sobre otro paso anterior sin prisa... me va a desesperar. O si me toca ese niño con temperamento de baja adaptabilidad, todo lo que se salga de lo programada... le supondrá un mundo ajustarse a situaciones nuevas y, a nosotros como padres, también si no entendemos lo que está ocurriendo.
¿Qué le dirías a un padre o a una madre que se está esforzando por criar a sus hijos con disciplina positiva pero que se siente desbordado, que siente que en su familia no funciona?
Que antes de mejorar, todo va a empeorar. Cuando estamos inmersos en la crianza los días se nos pueden hacer cuesta arriba. Pasan rápido, eso ya lo sabemos, pero con la sensación agridulce de que algo no está bien. Confía, no tengas urgencia, céntrate en lo importante y no descuides la conexión. Esos días en los que parece que nada funciona: para y busca la conexión con tu hijo. Mírale a los ojos y dile “cariño, esto también pasará” (y antes de ello, sería genial si pudieras mirarte al espejo, sonreírte, decirte esa misma frase y felicitarte por el gran trabajo que estás haciendo).