Mucha ropa infantil se queda prácticamente nueva porque los bebés y los niños crecen a un ritmo tan vertiginoso que a menudo les queda pequeña enseguida. Con los zapatos puede suceder igual, con un cambio repentino de número o de números. Pero ¿es asimilable la situación? ¿Es igual recibir prendas de vestir de otro niño o de un hermano que ponerse un zapato ya usado?
Lejan Martínez es podólogo pediátrico y fundador de Lejancitos, una marca de calzado infantil respetuoso. En su cuenta @lejan.podologo (en Instagram) suele hacer revisiones de todo tipo de calzado para indicar las mejores recomendaciones. A él le hemos preguntado cuándo se pueden ‘heredar’ zapatos de otros niños.
Las reglas a tener en cuenta
Para el experto, hay tres reglas fundamentales a considerar cuando estamos ante un zapato ya usado que llega a un niño. ¿Cuándo sabemos que está en buen estado para ese segundo uso?
“Lo primero es ver el estado general del zapato. Si tiene mucho trote, lo descartaría”, señala. El segundo punto que resalta es la plantilla: “Hay que ver que sea uniforme (a nivel de grosor); si vemos que hay una zona de la plantilla más chafada que otra... mala señal”.
Esa plantilla podría reemplazarse por otra, siempre que el zapato cumpliera el tercer punto clave: una suela en buenas condiciones. “No tiene que tener desgaste de material. Si vemos que el dibujo de la suela está borrado o por la parte del canto le falta material, ese zapato ha adquirido la forma de caminar del niño anterior y va a influir en la pisada de quien lo herede”, advierte.
Pero ¿qué sucede si la familia está apurada económicamente y le vienen bien esos zapatos heredados? En ese caso, y teniendo en cuenta que el calzado infantil no suele ser barato, el podólogo pediátrico aporta dos ideas. Por un lado, aceptar aquellos que nunca han sido usado por equivocación de talla o por otras circunstancias, pues sería como estrenarlos. Y, por otro lado, decantarse por zapatos más asequibles y económicos, que pueden encontrarse en el mercado, “antes que por un calzado usado”.
Los zapatos infantiles que nunca se deberían heredar
Además de desechar los zapatos desgastados, ya que, como ha destacado Lejan Martínez, pueden condicionar la pisada del segundo niño, hay otra categoría que debería descartarse en su opinión: “Tampoco soy partidario de heredar calzado que no sea como caminar descalzo”. Y explica: “Como mejor funciona y se desarrolla un pie es descalzo; por lo tanto, el calzado debe imitar esa forma de caminar descalzo. En el momento que usamos punteras que apelotonan los dedos, suelas gruesas que evitan que sintamos el suelo, contrafuertes... estamos condicionando la forma natural de caminar (hablo en niños que no tienen patología)”.
Cuando un zapato puesto en una mesa firme se vuelca hacia algún lado, hay que descartarlo totalmente, pues su estructura se ha adaptado a la biomecánica del primero que lo usó. “E s normal que los niños tengan pies planos y valgos (volcados hacia dentro), y es probable que los zapatos se desgasten a favor de estas dos condiciones. Si quien hereda ese zapato también tiene esta condición, estamos acentuando ese valgo, y puede ser contraproducente”, destaca.
Aunque el pie plano y el pie valgo son comunes en niños pequeños, no todos los niños los tienen y en algunos casos puede ser síntoma de un problema. Por eso, el experto recomienda una visita a un podólogo infantil hacia los tres años de edad, “aunque no haya motivo de consulta, para poder valorarlos. Como cuando vamos al dentista a comprobar que todo va evolucionando correctamente”.
Los riesgos de los zapatos infantiles ya usados
Llevar un zapato ya usado aumenta el riesgo de caídas en el niño, ya que la suela puede estar desgastada, no tener agarre y provocar resbalones. Por otra parte, está el asunto de la pisada del menor que los hereda. Hay zapatos que incluso con muy poco uso ya pueden esar desgastados.
“Los zapatos (sobre todo si son respetuosos) van a ser desgastados por las partes que más presión reciban del primer niño que los use, y esos desgastes van a actuar como una especie de elementos ortopédicos intrínsecos en el zapato, que pueden modificar la forma de caminar del nene que los herede”, aclara.
Además, hay que tener en cuenta que “si hablamos de calzado respetuoso, es un calzado que se amolda al pie de los niños, y es muy deformable, por lo que no hacen falta muchas puestas para que se adapte a la pisada del peque que los use la primera vez. Y este es el tipo de zapato por el que abogo como podólogo (siempre hablando de niños sanos sin patología)”.
Por otro lado, destaca que cuando el bebé no camina, el mejor calzado es su propio pie. “Esto se debe a que los bebés llegan a tener hasta el doble de sensibilidad en la planta de los pies que en la palma de las manos. Si les cubrimos los pies con zapatos, estamos limitando los estímulos externos que pueden percibir a través de los pies (aunque usemos el zapato más respetuoso del mundo)”, alerta.