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ni a triste© GettyImages

Familia

Marta Prada: ‘Una separación a tiempo puede ser un salvavidas para el niño’

Acaba de publicar el libro infantil ‘Mariposas. Cuando las familias cambian’ para ayudar a entender la situación a los niños cuyos padres se están separando


11 de abril de 2024 - 17:15 CEST

La separación de los padres es una de las situaciones más difíciles de afrontar en una familia. En primer lugar, porque lo es para los propios progenitores la mayoría de las veces; y, en segundo lugar, por cómo explicar a los hijos que papá y mamá ya no van a vivir juntos y por comprobar cómo estos van a entender este asunto tan importante y cómo van a afrontarlo. Para ello, para ayudar a las parejas que se enfrentan a una separación a explicar a sus hijos pequeños lo que ocurre, Marta Prada acaba de publicar el libro infantil  Mariposas. Cuando las familias cambian   (editorial Carambuco), una preciosa historia en la que el protagonista, un niño llamado Leo, ve reflejada a su propia familia en unas orugas que ve diariamente por su ventana. Hemos hablado con Prada sobre todo lo que implica este proceso tan radical para los niños y sobre la importancia de estar atentos a cualquier cambio conductual en ellos que pueda reflejar sufrimiento y que, en ocasiones, aparece mucho tiempo después de haberse producido la separación.

¿Por qué el símil con las orugas?

En Mariposas trato de reflejar el proceso de separación de los progenitores como un cambio de vida, y es que todo en la naturaleza está en permanente cambio, e incluso nosotros estamos cambiando cada día. También las familias cambian por diferentes motivos: es por eso que quería hacer un símil que reflejase la naturalidad de los cambios. El proceso que sigue la oruga en su ciclo de vida es maravilloso para ilustrar cómo ante un cambio de esta magnitud puede venir un tiempo de oscuridad, como el que pasa la oruga en su crisálida antes de convertirse en mariposa, pero por supuesto que esa oscuridad tiene un propósito y es llevarnos a un lugar mejor y hacernos brillar con nuestros colores, siendo una mejor versión: como las mariposas.

El protagonista del cuento, Leo, llora sin descanso cuando comprueba que las orugas que veía por la ventana desde que su papá ya no vivía en casa no estaban. ¿Los niños que viven el proceso de separación de sus padres suelen ocultar su malestar y ‘estallar’ con un detonante que, a priori, pueda no tener relación alguna con la situación?

Cada niño o niña vive ese proceso de una manera diferente y a su ritmo. Hay niños que se muestran tristes en cuanto reciben la noticia, otros lo hacen pasado un tiempo, cuando de verdad entienden y viven los cambios que trae, otros se muestran apáticos e inapetentes y otros tratan de no mostrar nada y expresan su malestar a través de comportamientos disruptivos o irritabilidad, que efectivamente, puede estallar ante cualquier pretexto por absurdo que parezca. Lo importante es que nosotros, como padres y madres, sepamos ver más allá de sus comportamientos y validar sus emociones, responder a sus preguntas con sinceridad y por supuesto entender sus necesidades y colocarlos en el centro en cada decisión que tomemos en todo este proceso.

Marta Prada© Marta Prada

¿Cómo manifiestan su malestar habitualmente cuando uno de los progenitores deja de vivir en casa?

Va a depender de la edad, del carácter y de la estabilidad emocional de cada peque. También, por supuesto, va a depender de cómo afrontemos los adultos este cambio: cuanto más progresivo lo hagamos, más fácil será la adaptación para el niño. Cuando ese cambio está impregnado de tensión, discusiones y conflictos el niño, se sentirá mucho más inseguro y desprotegido. La cordialidad, el respeto y las necesidades de los niños y las niñas han de ir por delante.

En el caso de niños y niñas más pequeños, pueden presentar algunos retrocesos en su nivel de autonomía, control de esfínteres, apetito o sueño. También es posible que les notemos más irritables, o justo todo lo contrario, más inapetentes y apagados. Por otro lado, en el caso de niños y niñas un poco más mayores, hemos de prestar atención a los cambios de comportamiento; si se aíslan, si disminuyen su rendimiento escolar... Por otra parte, los padres y las madres han de saber que, a veces, estos cambios se pueden manifestar incluso muchos meses después de la separación. Tapan sus emociones por miedo hasta que no pueden más y es mucho después cuando podemos ver manifestaciones de lo que llevan tiempo cargando.

En la historia, Leo estaba acostumbrado a los gritos entre sus padres y, a pesar de lo dañino que eso pudiera resultar para todos, incluido él, lo prefería al silencio que quedó en la casa tras la marcha de su padre; ¿cómo puede afectar a los niños que vean con normalidad el hecho de que sus padres discutan continuamente e incluso que se falten el respeto?

Papá y mamá son las figuras de referencia del niño. Los niños aprenden mucho más de lo que hacemos que de lo que decimos. Aunque en casa le hablen de la importancia de tratar con respeto a sus compañeros en el colegio, si a diario vive faltas de respeto, conflictos y formas poco sanas de relacionarse, el niño acabará interiorizando ese patrón a la hora de construir relaciones. Además, las figuras que le han de proporcionar seguridad, estarán generando justo todo lo contrario: inseguridad, sufrimiento, miedo... Eso dañará su autoestima. En contra de lo que muchas personas creen, la separación no es lo que causa el trauma, sino vivir el conflicto sostenido en el tiempo: porque eso es lo que genera más miedos y sufrimiento. Una separación a tiempo puede ser un salvavidas para el niño.

¿Cómo explicar a los niños la nueva situación una vez que los padres han decidido llevar caminos separados?

Aquí hay dos cuestiones clave a tener en cuenta: cuándo y cómo.

¿Cuándo? Cuando sea una decisión firme y los dos adultos nos hayamos sentado a hablar previamente sobre cómo vamos a afrontar la separación a todos los niveles; cómo nos vamos a organizar, cómo vamos a acompañar a nuestros hijos… Y además cómo vamos a trasladar la noticia a los niños.

¿Cómo? Hay muchas circunstancias en una separación, y a veces, aunque uno de los dos quiera afrontarla de forma consciente, el otro puede no estar por la labor. Ahora bien, lo ideal sería que la noticia se la den ambos progenitores, de forma tranquila, para poder dar seguridad a nuestros hijos, y que le demos certezas sobre lo que NO va a cambiar: “vamos a seguir queriéndote, vamos a seguir cuidando de ti”, “vamos a seguir siendo una familia”, “vas a seguir en tu cole, con tus amigos”, también le transmitiremos lo que sí va a cambiar: “ahora tendremos dos casas”, “papá te llevará al cole por las mañanas”...

En cualquier caso, lo más importante es transmitir que es una decisión que hemos tomado ambos, (en la que no va a haber ni víctimas ni culpables), y que dejaremos de ser pareja pero seguiremos siendo siempre su papá y su mamá y le vamos a cuidar y a querer siempre igual. No es necesario entrar en detalles de pareja que no aporten al niño: las explicaciones han de ser sencillas, concretas y honestas. Es importante, validar las emociones que surjan, incluso validar que no surja ninguna emoción y por supuesto contestar con honestidad a sus preguntas, sin edulcorar la situación.

Las separaciones son, casi siempre, difíciles y algunas lo son en exceso; ¿cómo sacar fuerzas para plantear todo eso al niño o a la niña si ni siquiera el progenitor que se lo va a comunicar lo ha asimilado aún?

Las fuerzas las sacamos del amor ilimitado e incondicional que tenemos hacia nuestros hijos. La fortaleza humana reside en el amor. Somos su puerto de seguridad, no es necesario ni beneficioso fingir que estamos bien, pero el drama no les va a ayudar. Nos necesitan enteros para poder tener apoyo y desahogo en nosotros. Habrá momentos en el proceso que nos vean mejor y otros que nos vean más tristes, y está bien, ser honestos emocionalmente, a su vez les ayuda a normalizar sus propias emociones.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias de no explicar de manera adecuada al niño la nueva situación familiar?

Las principales consecuencias sobre todo son que se creen miedos irracionales, falsas expectativas o creencias equivocadas. Los principales errores suelen ser dejar muchas cosas en el aire que lleven a los niños a pensar que es una situación reversible; eso hará que les cueste más avanzar en el proceso, al aferrarse a la idea de que todo volverá a ser como antes. Por otro lado, debemos evitar adoptar un papel de víctimas: eso pone al niño en una encrucijada, al sentir que querer al otro progenitor es traicionarnos. Le generará sufrimiento al sentir que tiene que elegir. Y por supuesto, el error fundamental es entrar en conflicto, criticar o reprochar al otro progenitor; eso generará en el niño inseguridad, falta de confianza y miedos que le pueden llevar a ocultar información, a mentir, a no expresar cómo se siente o qué necesita con tal de no volver a presenciar discusiones y conflictos.

Una vez que ya se les ha explicado y que ellos ya están inmersos en su proceso de duelo, ¿qué pautas deberían seguir los padres para favorecer el bienestar de los hijos?

Hay que decir que cada separación es distinta, y que no todo está en nuestra mano, pues una separación es cosa de dos. En la medida en la que esté en nuestro control debemos hacer cambios muy progresivos, aunque uno de los progenitores ya no viva en la misma casa lo ideal es que al principio haya contacto diario con ambos progenitores para que el niño pueda irse adaptando poco a poco. Además, es muy interesante que el niño conserve sus rutinas, entorno, hábitos… Y que ambos progenitores velemos por esa estabilidad y orden. De la misma manera, otra cosa que podemos hacer es ver al otro progenitor como el padre o la madre de nuestros hijos, y no como nuestra ex pareja. Tener una relación cordial, comunicarnos y tomar decisiones que busquen el bienestar de nuestros hijos. Perdonar en nuestro interior a la otra persona y continuar nuestra vida viviendo en el amor hacia nosotros y hacia nuestros hijos nos ayudará a tener la perspectiva sana que necesitan nuestros hijos para crecer.

Muchas parejas que se separan pasan años viviendo en el rencor y tomando decisiones para fastidiar al otro, o para “devolvérsela” y ahí quienes más sufren son los niños. Si aprendes a vivir desde el amor vas a poder ofrecer una versión mejor a tus hijos de ti, y el cambio que tanta oscuridad puede traer al principio puede incluso convertirse en una oportunidad para renacer, como en mi cuento Mariposas.

Lo más habitual en los últimos años es que padres y madres que se han separado tengan custodia compartida de los hijos; ¿es adecuado para los niños vivir en dos casas diferentes?; ¿puede afectarles no tener un hogar ‘fijo’?

En primer lugar, quiero decir que hay que atender a las circunstancias de cada familia para ver cuál es el modelo de custodia más conveniente para ese niño o niña. No podemos generalizar este modelo de custodia como el óptimo porque cada familia tiene unas circunstancias distintas. Y en segundo lugar, en la medida en la que ambos progenitores estén dispuestos, tenemos que crear nuestras propias leyes emocionales como familia. Lo que para nuestro hijo es más sano no tiene porqué ser lo que figura en el convenio: la flexibilidad para atender a las necesidades que tenemos como familia es clave, y en este sentido que los padres se comuniquen como adultos responsables y no como niños heridos es fundamental.

No es que sea perjudicial que el niño tenga dos casas, sino la manera de acompañarlo y gestionarlo: pequeñas cuestiones como que el niño no transporte maletas, el lenguaje que utilizamos para referirnos a sus casas, cómo gestionamos las decisiones diarias de la crianza, cómo nos refiramos al otro progenitor, cómo afrontemos las despedidas o los reencuentros, la estabilidad emocional, el orden, las rutinas, la red de apoyo que tengamos, o cómo estemos nosotros emocionalmente… Eso va a ser lo que realmente puede hacer una diferencia a la hora de que el niño transite este proceso de una forma saludable o no. Juntos o separados, lo que necesitan los niños es afecto, pertenencia, estructura, orden, amor, respeto y ver a sus padres bien.

A veces la vida no es cómo nos la habíamos imaginado, y eso no significa que sea peor. La capacidad de adaptarnos a los cambios y vivir con entusiasmo y amor nuestra realidad es lo que nos trae bienestar emocional, y eso, fundamentalmente eso, es lo que necesita cualquier niño para crecer de forma sana.