Si hay algo que preocupe a los padres de todo bebé o niño pequeño sano es la alimentación. Los primeros meses, la pregunta más habitual al respecto es cómo saber si el lactante toma la suficiente leche; y cuando comienza la alimentación complementaria, si estará recibiendo todos los nutrientes que necesita para su desarrollo. Si, además, el niño o la niña no es precisamente lo que se llama ‘buen comedor’, la angustia está servida. A esto hay que unir que ya en la más tierna infancia existen ciertos trastornos relacionados con la alimentación, como la neofobia alimentaria, que pueden complicar verdaderamente la situación.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
¿Qué es la neofobia alimentaria?
Es en el momento de introducir los sólidos cuando pueden empezar a surgir ciertos problemas en la alimentación del niño o de la niña y, más especialmente, a partir del año de edad (la alimentación complementaria y ciertos sólidos empiezan a introducirse sobre a los seis meses de vida del bebé). En torno al año de vida los niños se vuelven más selectivos y es habitual que rechacen alimentos que antes sí les gustaban. Es en este momento cuando suele aparecer la neofobia alimentaria, que la Asociación Española de Pediatría (AEP) define como el “rechazo de alimentos nuevos o desconocidos que se resuelve con la exposición repetida al alimento”.
La cuestión es que la neofobia puede pasar de ser un pequeño problema con algunos alimentos a un verdadero trastorno de la conducta alimentaria del niño pequeño. Se considera así cuando el rechazo a la alimentación es lo suficientemente grave como para ocasionar un problema nutricional o socioemocional tanto en el niño pequeño (0 a 6 años de edad) como en los cuidadores, según la AEP. “Se estima que hasta un 20-30% de niños sanos y un 80% de aquellos con necesidades especiales sufren algún tipo de dificultad con la alimentación, siendo más frecuente entre los 7 y los 11 meses. Sin embargo, solo cumplirán criterios de trastorno de la alimentación en un 1-5% de pacientes (el resto serán dificultades leves o interpretaciones familiares erróneas)”, tal y como recoge la citada asociación pediátrica en el informe Alteraciones del comportamiento alimentario en el lactante y niño pequeño .
‘¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a superar la neofobia alimentaria?’
La negativa a comer es, por lo general, “un fenómeno conductual del desarrollo de la alimentación”, como se indica en el informe, y es importante detectarlo de manera precoz para evitar aparezcan otros trastornos más complejos. La cuestión es cómo. “Existen varios caminos para ayudar al niño a superar esta etapa y fijar una alimentación consciente, respetuosa y saludable”, tranquiliza Elena Toledano, experta nutricionista infantil de Smileat, empresa de productos de alimentación infantil. Para ello, la especialista da cinco pautas a seguir con el objetivo de normalizar la situación; son las siguientes:
- No forzar al niño para que coma. “Introducir alimentos por obligación aumentará la sensación de rechazo y será muy difícil generar experiencias positivas que les invite a consumirlos con normalidad”, advierte Toledano. “También es importante marcar bien la relación con el apetito y que coman cuando realmente tienen hambre”.
- Predicar con el ejemplo. La alimentación de un niño está muy influida por su entorno, de modo que “lo que se come en casa y cómo se come puede marcar su forma de relacionarse con la comida”.
- Permitir que elijan entre dos o tres alimentos. “Darles el control de elegir genera confianza e independencia, además de reducir la probabilidad de que lo rechacen. También es recomendable hacerles partícipes de su alimentación, incluyendo a los niños en la preparación y cocinado de las comidas”.
- Introducir alimentos de forma divertida. “¡Con la comida sí se juega!”, subraya la nutricionista de Smileat. Formar caras con verduras y trozos de fruta, por ejemplo, puede ser una fantástica idea de cara a evitar que el niño rechace el alimento.
- La experimentación es la clave. “Un bebé o un niño que experimenta con la comida y tiene una dieta variada en texturas, sabores y olores es más fácil que en el futuro sea un adulto que come de todo y al que no le asusta probar cosas nuevas”.