La disfunción sensorial no es una enfermedad en sí misma, sino “un trastorno del procesamiento que hace el cerebro con la información que le llega de los diferentes sentidos del cuerpo”, explica el Dr. Miguel A. Hernández, neuropediatra del Hospital HM Nens de Barcelona.
Es importante descubrir a qué otra condición está ligada y actuar sobre ella para que no limite la vida del niño ni le traiga complicaciones. ¿A qué señales hay que estar atentos? ¿Cómo se trabaja con la disfunción sensorial?
Así afecta a los sentidos del niño
La disfunción sensorial puede relacionarse con cualquiera de los cinco sentidos (vista, oído, olfato, tacto y gusto) y también con los cambios de postura y los movimientos. “Esto no quiere decir que el niño afectado no vea u oiga bien, por ejemplo, sino que su cerebro no interpreta adecuadamente la información que recibe y no emite una respuesta correcta ante un estímulo determinado”, explica el experto.
Por ejemplo, el niño puede mostrar hipersensibilidad ante algún ruido habitual, puede rechazar la textura de algún alimento, no tolerar el contacto con algunos tejidos o necesitar estar en constante movimiento. La disfunción sensorial puede manifestarse de muy diversas formas.
¿A qué trastornos está ligada la disfunción sensorial?
Los primeros síntomas de la disfunción sensorial pueden presentarse antes de los 2 años de edad. No obstante, suelen ser difíciles de identificar, por la dificultad de los pequeños de explicar lo que les pasa. “Si a esto añadimos que, en muchas ocasiones, estas disfunciones se producen en el conjunto de otros trastornos del neurodesarrollo, aún será más difícil identificar la disfunción sensorial como la causa de algunas conductas anormales en los niños afectados”, destaca el neuropediatra.
Por el momento, la causa de la disfunción sensorial no se conoce, pero sí se sabe que se relaciona con otros trastornos que afectan a la maduración de las funciones cerebrales. “El trastorno más frecuente en el que vemos las características propias de la disfunción es el trastorno del espectro autista (TEA), aunque también pueden aparecer en el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y, en ocasiones, se asocian también a algunas lesiones cerebrales y a antecedentes de prematuridad”, aclara.
Síntomas de alarma de la disfunción sensorial en niños
Los síntomas de la disfunción sensorial son muy variados y a veces difíciles de identificar en relación a la misma.
Los más habituales son, según detalla el especialista del Hospital HM Nens de Barcelona:
- Hipersensibilidad a sonidos u olores.
- Rechazo a la textura o al sabor de alimentos.
- Negarse a vestir determinadas ropas o calzado.
- Aversión a ensuciarse las manos o al contacto físico con otras personas…
Por otra parte, cuando la alteración en el procesamiento de la información procede de músculos y articulaciones o del oído interno, “puede provocar dificultad para manipular objetos pequeños, torpeza motriz, actividad excesiva (hiperactividad), evitación de determinadas actividades motoras (escaleras, columpios, balancines, tiovivos…) y movimientos o juegos extraños y repetitivos (denominados esterotipias)”.
¿Cómo se trata la disfunción sensorial en niños?
Los síntomas de la disfunción sensorial pueden perdurar durante años, ya que dependen de cómo vaya evolucionando el trastorno de base. No obstante, identificándolos de forma precoz y con una terapia adecuada pueden mejorar.
“La disfunción sensorial es sólo un conjunto de síntomas que aparecen en el seno de patologías complejas del neurodesarrollo, como el autismo. Por ello, los especialistas pediátricos deben diagnosticar el proceso original, identificar la causa si es posible, e iniciar un tratamiento completo y precoz que aborde todas las consecuencias del trastorno de base, ya que de nada serviría realizar técnicas de integración sensorial si no se abordan también terapias logopédicas, psicopedagógicas, habilidades sociales, etc”, recuerda el especialista.
Al margen de la valoración inicial para saber a qué trastorno responde, la disfunción sensorial necesita de un fisioterapeuta o de un terapeuta ocupacional, que utilizarán técnicas de integración sensorial para que el niño mejore.
“Estas técnicas utilizan la aplicación de estímulos sensoriales de diversos tipos (sonidos, luces, presión…). El terapeuta observa la conducta del paciente y la va modificando para que el niño se acostumbre a aceptar y responder adecuadamente a los estímulos. También se utilizan ejercicios posturales y de movimiento, para que el niño se acostumbre a procesar y reaccionar adecuadamente a la información propioceptiva. Es conveniente que el terapeuta entrene a los padres, para que estos ejercicios puedan ser llevados a cabo también en casa”, destaca el Dr. Miguel A. Hernández.
¿Qué sucede cuando no se trata la disfunción sensorial? En estos casos puede haber un trastorno del conducta en el niño. “Esta conducta va a provocar problemas de comportamiento y relación en el colegio, en casa y en otros ambientes que, si no son abordados adecuadamente, van a reforzar, empeorar y cronificar las consecuencias del trastorno”, advierte el especialista.
No obstante, si el tratamiento es constante y a largo plazo, el niño puede mejorar en esa respuesta a los estímulos, para integrarlos mejor en su día a día y así evitar respuestas poco adaptativas como las crisis de ansiedad o de agitación que le pueden provocar enfrentarse a unos estímulos que procesa de otro modo.