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familia sonr e© GettyImages

Entrevista

Míriam Tirado, autora y referente en crianza consciente: ‘Los niños necesitan ser libres’

Acaba de publicar ‘Los mil colores del hilo invisible’, la segunda parte del ya mítico libro infantil ‘El hilo invisible’


3 de abril de 2024 - 19:03 CEST

Después de haber publicado más de 150.000 ejemplares de  El hilo invisible   (B de Blok), la experta en crianza consciente Míriam Tirado publica un nuevo libro infantil,  Los mil colores del hilo invisible   (también de B de Blok), con el que ahonda aún más en qué son y cómo se manifiestan los vínculos en todos y cada uno de nosotros. Y lo hace de una manera magistral, con una sencillez que facilita a los niños comprender un tema tan complejo como el amor o el tipo de relaciones que, desde que nacen, tienen con otras personas (mamá y papá, los abuelos, los hermanos, los amigos…). Sobre ello, sobre vínculo, hemos charlado con ella y enfatiza la necesidad de que los niños no solo entiendan que hay diferentes tipos de relaciones, sino también de la importancia de cuidarlas.

¿Por qué la continuación en otro libro de ‘El hilo invisible’?

Porque, con el éxito que ha tenido ‘El hilo’, he recibido mogollón de feedback de muchas niñas y muchos niños que me han preguntado cosas. Una de ellas era “¿el hilo siempre es verde?”. Y yo pensaba “tengo que contarles que no, que hay tantos hilos como relaciones”. Era algo que quería abordar, el poner en valor a las relaciones que tenemos porque, si las valoramos y vemos que cada vínculo es distinto, que no significa que quieras más a papá o a mamá, sino simplemente que el vínculo con mamá es diferente al vínculo con un hermano o con un abuelo y que cada cual es especial y tiene sus características, pueden ponerle conciencia y así también cuidar más de estos vínculos.

¿Cómo les ayuda al símbolo del hilo invisible a entender qué es el vínculo?

Lo han entendido súper bien. Hay muchos padres y madres que me cuentan “es que le conté el cuento un par de veces y pasó de llorar cada día cuando lo dejaba en el cole a quedarse tranquilo”. Es algo que les ha conectado muy bien y les da mucha seguridad. La historia de ‘El hilo’, la primera, es lo que yo le contaba mi hija mayor cuando tenía tres años; un día mientras la estaba bañando, yo le conté esta historia y le dije que del ombligo salía un hilo invisible. Con ella me funcionó tanto, se quedó tan tranquila y fue tan bien la adaptación escolar que, cuando me comentaron que querían que yo escribiera sobre el vínculo, que era algo a lo que me había dedicado bastante en mi carrera profesional, pensé en contar lo que me había funcionado con Laia. Pero claro, no tenía ni idea que ayudaría tanto porque lo trabajan en el cole cuando comienza el curso, pero también cuando muere algún familiar de algún alumno, y les está ayudando un montón y, si les ayuda, es porque conectan con la historia, es decir, que lo entienden, que se sienten, de alguna forma, conectados. No es algo que simplemente creen, que ven que tienes razón cuando les cuentas eso, sino que ellos lo viven así; sienten a mamá o papá con ellos aunque no esté.

Centrándonos en los tipos de vínculos que tratas en ‘Los mil colores del hilo invisible’, ¿qué papel desempeña en el desarrollo de todo niño?

Los vínculos con otras personas que no son papá o mamá o con sus mascotas son muy importantes. El vínculo es lo que nos da estructura y nos da seguridad en quién somos. El hecho de tú sentirte vinculado con alguien y sentir que este alguien te quiere, te apoya, te sostiene, te da valor, te hace ver que “me dan todo eso porque yo merezco ser amado, porque yo lo valgo, porque yo soy importante”. Y esto te da autoestima, con lo cual el vínculo es las cosas más importantes y que más necesitamos en nuestra vida, y especialmente cuando somos niños. Que los tengamos o no, que sea un vínculo seguro o no, acaba teniendo consecuencias a corto, a medio y a largo plazo; por lo tanto, es muy importante que pongamos atención a esos vínculos.

En el cuento, que es un cuento infantil, todos pueden sentirse identificados porque hoy en vez de que hay relaciones que son más chungas y otras que son más sanas, se representa de una forma muy gráfica: por ejemplo, con estos hermanos están todo el día chinchándose y que seguramente tienen muchos celos y mucha rivalidad y competición, su hilo está lleno de pinchos. No hace falta hablar de todo lo que pasa porque los pinchos ya lo representan.

Los mil colores del hilo invisible© B de Blok

¿Qué necesitan saber los niños sobre los diferentes tipos de amor (a la familia, los amigos…). ¿Qué es lo más básico que hay que contarles?

Yo creo que hay que contarles que ellos son merecedores de amor por el simple hecho de ser, de que existen y de que son personas. Merecen ser amados, pero también que esto es una cocreación; es decir, en una relación de dos, las dos personas co-creamos nuestra relación y el hecho de que tengamos conciencia de esa relación y la cuidemos, la valoremos, hará que esta relación sea más bonita que si la damos por sentada y no la cuidamos. Poner atención a esto es bueno también para que sepan que todos tenemos una responsabilidad en nuestras relaciones.

El libro, en cierto modo invita a que a que el niño haga lo mismo que que los compañeros de la clase de María, y los padres pidan a sus hijos que dibujen sus hilos invisibles. ¿Qué deben tener en cuenta los padres a la hora de hacerlo? ¿Qué preguntas podrían hacer a los niños?

Yo lo primero que haría es recomendar a los padres que no provoquen nada, es decir, que sea algo que nazca de los niños. Cuando dirigimos demasiado a los niños ya aparece un rechazo; los niños necesitan ser libres. Dejemos que sean ellos los que decidan cuándo y si quieren hacerlo. Y, luego, que les ayuden a conectar, a sentir, a ir hacia dentro. Para conectar con los vínculos no hay que ir hacia fuera, hay que ir hacia dentro: ¿cómo me siento yo con esta persona?, ¿qué siento que me une a ella?, ¿qué compartimos? Puede ser un juego que hagan juntos; un juego de reflexión: “¿qué pondrías en nuestro hilo?”. Pueden hacer una bonita actividad juntos conectando con eso, siempre y cuando al niño le apetezca.

Tanto en este como en el resto de libros infantiles que has publicado, tratas temas que a veces son muy complicados incluso para los adultos, como la separación y, sin embargo, los niños lo acaban entendiendo perfectamente. ¿Cómo podemos los padres tratar, en el día a día, temas complejos?, ¿cómo simplificarlos para explicárselo a los niños?

Creemos que los niños no lo van a entender. A mí me preguntan mucho “¿cómo les digo que el abuelo está enfermo?, ¿cómo le digo que nos separamos?” Pues diciéndoselo. Hay que decirles las cosas con naturalidad, pero como son temas que nos remueven a nosotros, no sabemos ponerle la naturalidad porque estamos removidos, porque estamos con toda la emoción a tope. Sentimos que, si le decimos así las cosas, no lo vamos a hacer bien o nos vamos a echar a llorar; nos remueve. Pero los niños entienden muchísimo más de lo que creemos. Cuando hablamos desde el corazón (y hay que hablar desde ahí), fuera sermones y discursos largos. Los niños necesitan las cosas claras, concisas y cortas.

Tenemos que pensar que su mente no funciona como la de un adulto; no podemos contárselo como se lo contaríamos a los adultos: no dar más información de la que nos pidan, pero la que nos pidan, darla bien. Cuando algo les preocupa o nos preguntan, contarles la verdad siempre.

¿Qué error de comunicación entre padres e hijos te encuentras más habitualmente con las familias con las que trabajas?

Muchas veces, por la falta de tiempo, la comunicación es escasa y poco conectada, y en la comunicación se necesita de un tiempo. Necesito, primero, tener el tiempo de estar presente y conectar contigo; cuando esto no está, nos comunicamos mal. Y, muchas veces, la comunicación en las familias es desde las órdenes: “haz esto, haz lo otro”, en plan sargento, y queda poco tiempo. Cuando más comunicativos están los niños es, muchas veces, por la noche, cuando tienen que acostarse. Y nos ponemos nerviosos porque sentimos que ya deberían estar durmiendo y que ahora no es el momento de hablar, pero la comunicación acontece cuando acontece. Imagínate que te dice “mamá, ¿tú te vas a morir?”. No puedes decir “bueno, venga, ¡a dormir!, ya hablaremos de esto mañana”. Se está abriendo a ti, está mostrando su vulnerabilidad; de repente, ha sentido miedo de que te mueras. No podemos darle carpetazo. O si te cuenta “mamá, hay en el cole un niño me ha pegado”; no podemos decir “bueno, esto mañana me lo cuentas, que ahora hay que acostarse”.

Hay que crear los espacios y muchas veces no tenemos el tiempo ni somos conscientes de lo importante que es crear el espacio. También es importante que estemos solos, tener estos momentos de exclusividad; es en esos momentos cuando más se abre un niño. Cuanta más gente hay alrededor, si estamos siempre con su hermano, etc., más difícil será que nos cuente lo que siente y lo que piensa porque no hay esa intimidad. Hay que crearse la intimidad.

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