La educación dietética de nuestros hijos tiene, tanta o más trascendencia, que su educación intelectual. Sus hábitos dietéticos, sus gustos, su interés y su afición por la comida y, sobre todo, la cantidad y calidad de esta, pueden marcar y repercutir de por vida, en su salud y en su bienestar. Hay que tener en cuenta que un gran número de enfermedades del adulto, en nuestro medio, tienen su origen en dietas inadecuadas desde la infancia y que educarles en la forma correcta de comer es una excelente inversión para su futura salud.
Problemas con la comida
La anorexia en el niño es una de las consultas más frecuentes en pediatría. La asociación de una buena y abundante alimentación a una buena salud, es creencia general de la mayoría de las madres. Piensan, no sin razón, que si su hijo come bien, y en la cantidad que ella cree conveniente crecerá más y mejor.
Sin embargo, hay niños, así como adultos, que necesitan comer menos de lo habitual. Sobre todo a partir del primer año de vida, en el que comienza a perder interés por la comida, se distraen con facilidad y tienen un temperamento nervioso y activo que les hace dejar de comer a mitad de la toma, en cuanto se sienten medianamente saciados. Estos niños perciben rápidamente la ansiedad que genera en sus madres que no acaben sus raciones, y comienzan a comer cada día peor, para llamar su atención y obtener beneficios, réditos y privilegios.
Suelen comer lo que les gusta y cuando les apetece, es decir, cuando tienen hambre. Pero se niegan en redondo a comer lo que se les pone en el plato a sus horas. Es una forma de ejercer dominio sobre sus madres, de mantenerlas en vilo y así provocar que estas extremen sus atenciones y cuidados. La anorexia selectiva, que así se denomina a esta situación es, en ausencia de enfermedad, la forma más frecuente de inapetencia en el niño, se presenta en sociedades acomodadas, en familias con madres inexpertas, muy solícitas y protectoras y en niños activos, celosos y dominantes. Además esta situación tiene una característica peculiar. El niño come bien siempre que no esté su madre presente y cuando lo hace en otros hogares y con otros niños, no suele presentar este problema.
Si el niño tiene buena salud y ha sido controlado y revisado por su pediatra y no padece ninguna patología digestiva, se debe modificar la estrategia. Aunque parezca una perogrullada, la forma de resolver esta situación, a veces es ponerles a dieta. Casi, hacerles pasar hambre. Que nos pidan comer. Quitar importancia al tema de la comida. No demostrar disgusto o preocupación. Retirarles el plato sin mediar amenazas o reproches y eso sí, ofrecerles siempre que se pueda, alimentos que les gusten y como más les gusten.
Educación alimentaria
A partir de los dos años, entre el segundo y tercer año de vida se produce un punto de inflexión en la alimentación del niño. Es la edad en la que ya tiene toda la dentadura de leche completa. Le han salido las cuatro muelas y a partir de entonces la masticación se hace más efectiva y eficaz. Además, su maduración psicomotriz facilita el aprendizaje en la forma de alimentarse y, aunque este proceso durará años, es tiempo de comenzar con los alimentos sólidos e ir entrando poco a poco en la alimentación y la dieta familiar.
Siempre que se pueda, es conveniente que coma con hermanos mayores o con los adultos, para ir probando nuevos alimentos, pues lo hará con facilidad si ve que sus padres y sus hermanos mayores los toman. Es muy probable que comience a querer comer solo. Empezará a manejar la cuchara y el tenedor y tendrá que recibir ayuda para aprender. Hay que insistirle en que coma despacio, que mastique correctamente y que lo haga el mayor tiempo posible, evitando alimentos difíciles de masticar o de tragar o peligrosos para su edad por riesgo de aspiración, como algunos frutos secos o frutos con “hueso”.
A medida que va madurando comenzará a tener gustos y preferencias y a tener alimentos favoritos. Tendrá capacidad de elección, pero nunca de decisión, pues el ideal es que se acostumbre a comer de todo. Esta época de la vida es importantísima para educar al niño a nivel dietético. Sabed que lo que acostumbre a ver en la mesa y a comer en estas edades, lo mantendrá a lo largo de toda su vida.
A partir de ahora y a lo largo de toda su infancia, hay que acostumbrarle a comer una dieta compuesta por alimentos frescos y naturales, cocinados en el domicilio, con pocas grasas de origen animal y poca sal, ricos en fibra vegetal y abundante aporte de agua. Los alimentos energéticos como los cereales, y las frutas y las verduras, la carne, el pescado y los huevos y los lácteos, son indispensables en su dieta.
Los alimentos procesados, elaborados o conservados no son recomendables. Los alimentos ricos en sal, los que contengan azúcares refinados, aquellos precocinados o los alimentos adictivos o los dulces y bollería industriales, deben ser retirados de su dieta o estar presentes en escasa cantidad.
Recomendaciones dietéticas en la infancia
- Cuatro tomas al día: desayuno, comida, merienda y cena
- El desayuno, una toma imprescindible, debe ser energético y contener lácteos, cereales y fruta.
- Los alimentos ricos en proteínas (carne, pescado, huevos o leche) a ser posible, deben ser de indispensable ingestión diaria.
- Es aconsejable que en la primera infancia, a partir del año de vida, la toma de leche y derivados (queso y yogurt) ronde el medio litro por día.
- Es muy importante aficionar al niño a la toma diaria de frutas y verduras en elevadas cantidades. De tres a cuatro piezas por día.
- Evitar en su dieta alimentos adictivos, procesados, precocinados o preparados industrialmente.
- El azúcar refinado, los dulces (chuches) y los snacks deben ser restringidos al máximo.