priscila dos santos© Priscila Dos Santos

Familia

Madrastras, ¿las malas del cuento? El peso del estigma en familias reconstituidas

Hablamos con Priscila Dos Santos, fundadora en España del proyecto Somos Madrastras, orientado a ayudar tanto a estas mujeres como a sus hijastros


27 de marzo de 2024 - 14:01 CET

“La llegada de mi hijastra a mi vida ha sido una de las experiencias más hermosas y desafiantes que he vivido”. Con esta frase, Priscila Dos Santos, resume la relación que la une a la hija de su pareja, una relación de amor que surge en el seno de una familia reconstituida (o “ensamblada”, como prefiere denominarlas Priscila). Aún hoy en día, en el que ya no resulta extraño las familias con hijos de padres separados, la figura de la madrastra sigue estando cargada de prejuicios. Y no, no hay que desterrar esta palabra, sino darle el valor que merece en la familia y en la sociedad. Los motivos nos los explica Priscila, que además de madrastra e hijastra es educadora parental y experta en inteligencia emocional y está tan volcada en cambiar esta situación, que afecta a cientos de mujeres, que ha traído a España el proyecto Somos Madrastras. Su objetivo: ayudar tanto a estas mujeres como al resto de la nueva familia que han formado.

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¿Cómo surgió el proyecto Somos Madrastras y qué te llevó a traerlo a España?

El movimiento Somos Madrastras se originó en Brasil con Mari Camardelli, una madrastra que cuestionaba constantemente su rol en la sociedad. Ella cuenta que un día, su hijastro le preguntó por qué no asistía a las reuniones de padres y madres, a lo que ella respondió que no era ni padre ni madre. El niño le dijo que ella también formaba parte de la familia y eso la llevó a darse cuenta de la importancia de su papel. Mari se puso en contacto con el colegio, que la apoyó y facilitó las cosas para todos.

Este proyecto me pareció maravilloso y me ha ayudado mucho. Sentí la necesidad de compartirlo con mujeres de todas partes del mundo a través del idioma español. Cuando me convertí en madrastra, además de sentirme sola, noté que en España rechazaban el uso de la palabra “madrastra” porque “suena mal”. ¿Puedes creerlo? Me sugerían usar “la novia de papá”, lo cual borra la relación con mi hijastra. Si no tiene nombre, no existe. La llegada de mi hijastra a mi vida ha sido una de las experiencias más hermosas y desafiantes que he vivido. A partir de ahí, me di cuenta de que no podía dejar de nombrarla, y la palabra “madrastra” tomó una fuerza que nunca imaginé.

© GettyImages

¿Cómo ayudas a mujeres que ejercen de ‘madrastras’?

Como educadora parental y experta en inteligencia emocional, mi conocimiento se ve enriquecido por mi experiencia personal. El divorcio de mis padres a una edad temprana me llevó a comprender la importancia de una crianza respetuosa y amorosa. Al haber sido hijastra y luego madrastra, he experimentado los desafíos y las alegrías de las relaciones familiares complejas. La pérdida de mi madrastra a una edad joven me enseñó la importancia de la empatía y el apoyo emocional en momentos difíciles. Ahora, como madre y madrastra, aplico cada aprendizaje en la crianza de las criaturas.

Mi compromiso con el aprendizaje continuo me impulsa a seguir formándome para brindar el mejor apoyo a todas las mujeres que enfrentan desafíos en la crianza y en la convivencia. Mi experiencia personal me permite conectar de manera única con madres biológicas, hijastras y madrastras, ofreciéndoles un enfoque comprensivo y empático. Estoy convencida de que cada experiencia vivida es una oportunidad para crecer y aprender, y estoy aquí para acompañar a todas las familias en su camino hacia una crianza más amorosa y consciente.

¿Sigue presente el estigma asociado a la figura de la madrastra? Si es así, ¿cómo les afecta?

Te cuento sobre un caso que una madrastra compartió conmigo esta semana, y lo hago con su autorización, respetando la confidencialidad de su experiencia.

La madrastra me envió un mensaje lleno de angustia. Llevaba tres años en una relación con su pareja, conviviendo juntos, y decidieron formalizar su unión a través del matrimonio. Sin embargo, en el grupo familiar, una tía del novio expresó con emojis de cara llorando que amaba y quería a su sobrino, pero creía que estaba cometiendo un gran error al casarse con esa “madrastra”. Destaco que esta mujer utilizaba la palabra “madrastra” constantemente en un tono irónico y también es importante señalar que, para ser una mala persona, no es necesario ser madrastra; simplemente con ser una persona malintencionada es suficiente. La tía continuó argumentando que su sobrino se arrepentiría y le rogaba que no se casara con la madrastra, ya que pensaba que los niños sufrirían demasiado.

Estas dos mujeres, tanto la tía como la madrastra, sufren por la carga negativa que la sociedad ha atribuido a la palabra “madrastra”. Detrás de esta palabra se esconden estereotipos, prejuicios y estigmas misóginos que reflejan el sexismo y el patriarcado presentes en este conflicto. Podríamos minimizarlo simplemente diciendo que se trata de una preocupación de la tía, pero estoy segura de que si en lugar de “madrastra” se usara el término “madrina”, no tendría el mismo efecto.

A diario, mujeres me comparten sus dolores al sentir que llevan consigo una carga injusta, como si tuvieran una deuda que no han contraído. Es un peso que solo una madrastra siente en la mirada de los demás. Todo esto se debe a la falta de actualización y deconstrucción de conceptos arraigados en nuestra sociedad. La palabra “madrastra” proviene del latín ‘mater’, que significa maternar. Si le preguntas a cualquier madrastra por qué se considera como tal, te dirá que es por la conexión que tiene con el niño o la niña. Es una relación familiar.

Para quienes se encuentran leyendo esta entrevista, es posible que piensen: “Bueno, si no te gusta, busca otra palabra”. Sin embargo, para muchas mujeres en la comunidad, como yo, esto no es suficiente, ya que sería considerado un mero eufemismo. Los eufemismos se utilizan para suavizar algo que está mal, pero en el caso de las madrastras, no se trata de personas malvadas. Mi sugerencia es vivir la realidad y no quedarse atrapado en los cuentos de Disney, ya que sería más saludable tanto para ti como para las criaturas de todo el mundo.

Si decidimos cambiar la palabra “madrastra”, estaríamos modificando solo una palabra. Sin embargo, no abordaríamos el sexismo subyacente en esta cuestión. Aunque adoptemos un nuevo término, las actitudes y prejuicios seguirán siendo los mismos a menos que trabajemos en desmantelar las creencias limitantes arraigadas del estado arcaico.

© Priscila Dos Santos

¿Estos prejuicios se dan también en el caso del hombre? ¿Hay otros prejuicios asociados al padrastro?

En la comunidad, recibo mensajes de padrastros que se identifican con mi contenido en redes sociales. Recuerdo una vez que un padrastro compartió conmigo su experiencia, mencionando las limitaciones que enfrentan en eventos escolares, como las invitaciones limitadas o el acceso restringido a reuniones escolares solo para los padres biológicos. Además, tuvo que lidiar con comentarios agresivos por parte del padre biológico, quien insinuó que al estar su esposa embarazada, entendería lo que es ser padre. Aunque él sabe que no es el padre biológico, se siente comprometido a estar presente en momentos cruciales como las pesadillas de la niña o visitas al hospital. En sus palabras, expresó: “No busco reconocimiento, solo mi lugar en la familia”.

Reconozco las dificultades que enfrentan los padrastros y sé que también tienen sus propios desafíos. Sin embargo, la situación de la mujer en muchos aspectos sigue siendo desigual. Es común escuchar elogios hacia los padrastros por aceptar a una mujer con hijos, siendo considerados “padrazos”. En contraste, las madrastras a menudo son malinterpretadas al desempeñar su rol, siendo acusadas de querer “usurpar” el lugar de la madre.

¿Qué papel desempeña la madre biológica de los niños para que la relación de estos con el nuevo miembro de la familia funcione?

Lo ideal es que la madre biológica vea a la madrastra como una aliada en la crianza de las criaturas. Es importante mantener una relación saludable entre ambas, dado que son los niños quienes a menudo se ven afectados por los cambios en el hogar. Si la madre biológica critica a la madrastra debido a sus propias dificultades emocionales, puede perjudicar a su hijo o hija, quien convivirá con la madrastra.

Es comprensible que a la madre biológica le resulte difícil aceptar la llegada de la madrastra debido al sistema educativo que promueve la competencia entre mujeres en lugar de la colaboración. Es esencial cambiar esta mentalidad y reconocer que juntas pueden ser aliadas en la co-crianza.

¿Y el padre, es decir, la nueva pareja de la mujer que se acaba de convertir en madrastra? ¿Qué debe hacer para mejorar la convivencia?

Es cierto que el aprendizaje es un proceso largo y mis consejos, aunque buscan ayudar, deben adaptarse a la situación única de cada persona. Considero que los padres deberían mantener una comunicación abierta con cada miembro de la familia. Cada persona es la única que conoce sus propios sentimientos y necesidades. Es importante dialogar con la madrastra sobre sus expectativas en la relación y expresar las propias. En ocasiones, los padres pueden sentirse culpables o temerosos por la separación, lo que influye en sus decisiones. Es esencial comprender que la permisividad y la compensación no son formas efectivas de educar a las criaturas. Los niños y las niñas requieren adultos que crean en su potencial y les enseñen valores. Si bien es importante mostrar empatía hacia sus emociones, también es fundamental enseñarles.

Cada experiencia nos brinda la oportunidad de aprender y crecer juntos en esta nueva dinámica familiar. La comunicación y la empatía son pilares fundamentales para construir una relación sólida y positiva entre todos los miembros de la familia.

Uno de los temas de los que hablas en tu canal de YouTube es qué ocurre cuando la madrastra tiene claro que no quiere convivir con los hijos de su pareja; ¿cuál es la situación en ese caso?

Es fundamental tener en cuenta que algunas madrastras desean formar parte de la relación, pero enfrentan dificultades para aceptar a las criaturas de su pareja, ya que no han vivido la gestación. Algunas necesitan tiempo para adaptarse a este cambio en sus vidas. El “puerperio” de muchas madrastras se caracteriza por la soledad y la falta de comprensión. Convivir repentinamente con un niño o una niña que no han traído al mundo puede ser un proceso complejo y poco hablado, pero muy real. En un contexto donde las familias ensambladas son cada vez más comunes, es esencial educar a la sociedad para evitar prejuicios hacia las madrastras y promover la empatía y el respeto hacia su papel en la crianza.

Sugiero investigar las razones por las cuales ella no se siente cómoda conviviendo con los niños. Puede haber diferentes motivos, como sentirse rechazada o no pertenecer, conflictos con la otra progenitora, la actitud permisiva del padre o madre en relaciones homoafectivas o incluso heridas emocionales de su infancia. En muchos casos, es crucial buscar ayuda profesional para abordar estos problemas. La familia es un pilar importante en nuestras vidas y nuestro hogar debería ser un lugar de refugio y bienestar. Si no nos sentimos a gusto en nuestra propia casa, ¿dónde más podríamos estar realmente cómodas?

Las familias reconstituidas o “ensambladas” son ya una realidad muy común en nuestro país; aun así, ¿es necesario educar a la sociedad para evitar prejuicios de cara a las madrastras?

Como mencioné anteriormente, es crucial educar a la sociedad sobre el papel real de la figura de la madrastra, especialmente en una sociedad que aboga por la igualdad y la inclusión. En las escuelas, es fundamental fomentar conversaciones familiares para que los docentes conozcan mejor las diversas estructuras familiares de los estudiantes y comprendan que existen diferentes modelos familiares que difieren del tradicional. Algunas criaturas pueden considerar a su abuelo y la abuela como su familia principal. Es importante abrir estos diálogos y permitir que las niñas y los niños expresen su amor y afecto libremente. Una forma de promover esta inclusión es mediante un cambio de lenguaje, por ejemplo, en lugar de denominar a las asociaciones de padres y madres como “AMPA”, podríamos llamarlas “AFAS” (Asociación de Familias). Tengo confianza en que, poco a poco, las cosas mejorarán en este sentido.