Efectivamente, tanto el hipotiroidismo autoinmune como el síndrome antifosfolipídico dan lugar a serios problemas de cara a plantearse ser madre. Más fácil en el hipotiroidismo, más difícil en el síndrome antifosfolipídico. Sin embargo, cada caso es diferente, pues ambas enfermedades autoinmunes tienen diferentes grados de intensidad y ya no digamos cada madre embarazada, o mejor dicho cada embarazo, pues estos, por diferentes causas, pueden cursar de forma más o menos complicada.
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Hipotiroidismo y embarazo
Debemos anticipar que, si la madre con hipotiroidismo está diagnosticada previamente y controlada con terapia hormonal sustitutiva, su embarazo puede ser completamente normal y, aunque precise de controles más frecuentes, tanto el feto como ella no padecerán ningún contratiempo de salud.
Por el contrario, si la madre no estaba diagnosticada y era hipotiroidea o comenzó su enfermedad del tiroides durante el embarazo, si puede afectar al feto y a ella misma la disminución de la tiroxina circulante, que es la causa que genera esta patología.
El hipotiroidismo autoinmune o enfermedad de Hashimoto es la causa más frecuente de hipotiroidismo adquirido y es una patología presente en la adolescencia o en adultos jóvenes y mucho más frecuente en mujeres. Esta enfermedad se produce por la existencia de auto anticuerpos fabricados por el paciente contra su glándula tiroides.
-Posibles consecuencias en el embarazo:
El feto necesita de las hormonas tiroideas de la madre hasta casi el final del embarazo, pues su glándula tiroides no las fabrica en la cantidad necesaria hasta las semanas 34-36. Estas hormonas cumplen funciones de gran importancia a lo largo del embarazo, pues intervienen en el desarrollo y la maduración del cerebro y de todo el sistema nervioso central, en la formación del esqueleto y en los pulmones y el corazón del feto.
En caso de hipotiroidismo materno no controlado y no tratado, sobre todo al comienzo del embarazo, además de provocar síntomas a la madre, tales como anemia, fatiga, cansancio, hipertensión y diabetes gestacional, es sobre el feto donde aumenta el riesgo de padecer daño neurológico severo, retraso en la maduración de diversos órganos y sistemas, crecimiento intrauterino retardado y bajo peso al nacer.
En el caso de diagnóstico previo al embarazo y aplicación de hormonoterapia sustitutiva a la madre, el embarazo cursará sin riesgos; eso sí, con mayor número de controles de la hormona tiroidea. En esta terapia de reemplazo se viene utilizando la levotiroxina, la cual precisará de mayor número de controles para ajustar el volumen de las dosis de medicación al momento y situación de la embarazada.
Síndrome antifosfolipídico y embarazo
El síndrome antifosfolípido es una enfermedad autoinmune en la cual los auto anticuerpos fabricados por el organismo de la paciente afectan a los fosfolípidos que están formando parte de las membranas celulares, destruyéndolas y alterándolas. Además, provocan modificaciones en la circulación de la sangre y, lo que es peor para la madre embarazada, dan lugar a severas alteraciones de la coagulación sanguínea con la formación anómala de coágulos y la aparición de trombosis y fenómenos trombo-embólicos.
-Consecuencias en el embarazo:
La patología más persistente a que da lugar este síndrome en las mujeres embarazadas es la existencia de abortos repetidos. Todas aquellas madres que padezcan más de un aborto deben ser estudiadas para descartar la existencia en su organismo de estos auto anticuerpos.
La existencia de coágulos y su actividad trombótica tienen una marcada preferencia sobre la placenta, circunstancia que dificulta la circulación de la sangre, con la consiguiente disminución de la llegada de oxígeno y nutrientes al feto, lo que retrasa su crecimiento y maduración, y a veces da lugar a la perdida de la vida fetal y en consecuencia a la producción de un aborto.
El tratamiento de esta patología se realiza en base a la aplicación de un anticoagulante como la heparina y al uso de ácido acetilsalicílico y otros antiagregantes plaquetarios. La práctica de recambios plasmáticos, gammaglobulinas intravenosas o el uso de inmunosupresores, también se ha utilizado con variable éxito.